pandemia y elecciones

Mancha de la bronca

Las decisiones sanitarias empiezan a combinarse con las urgencias políticas, en un país al día y exhausto.

Pato a la cacerola, Patricia Bullrich. Foto: Pablo Temes

La actual cuarentena reloaded se da en un marco político completamente diferente al del año pasado.

Entre febrero y marzo de 2020 el Gobierno recién se estrenaba, el virus era un desconocido y la situación era piloteada por un Alberto Fernández que mostraba dotes escolásticas, suavidad en los modos, y firmeza en las decisiones. La sociedad en aquellos días se encontraba con la novedad de un presidente diferente: ni los retos de Cristina Kirchner, ni la frialdad de Mauricio Macri. Aunque la famosa fase 1 contenía algunos grises legales, el miedo hizo el resto y las calles de ciudades grandes y pequeñas se llenaron de un silencio desconocido.

Luces rojas. Hoy la situación es completamente diferente. Las decisiones sanitarias se empiezan a combinar con las urgencias políticas. El año electoral está presente, y los consensos y diálogos deberán esperar para otra oportunidad. Todos los actores políticos de primer orden se quitan la piel de cordero, empezando por el Presidente, que advierte que si hay rebelión contra las nuevas medidas no va a dudar en usar las fuerzas federales. Sobre la virtual prohibición de circular de 20 a 6 probablemente lluevan amparos judiciales, lo que pondrá al Poder Ejecutivo al límite de dar un paso que nadie se atreve a dar en la Argentina reciente: declarar el estado de sitio, única herramienta legal que suspende las garantías constitucionales. El último que lo aplicó fue Fernando de la Rúa un 19 de diciembre de 2001 y al otro día renunciaba frente a la rebelión generalizada, situación que alguien resumió como la Comuna de Buenos Aires, asimilando a la de París de 1871.

En algún momento alguien le sugirió a Macri utilizar esa vía en el tórrido diciembre de 2017 frente a la guerra de piedras en el Congreso Nacional con motivo del cambio de ley del ajuste previsional. Pero acertadamente evitó dar ese paso que parece ser un camino al infierno. Sin embargo, la mancha de bronca crece entre los argentinos, además Alberto Fernández quedó atrapado por las declaraciones de sus propios colaboradores (en especial Carla Vizzotti y Nicolás Trotta) que venían defendiendo a las escuelas abiertas por considerarlos espacios de baja contagiosidad y en cierta sintonía con los funcionarios de Larreta, en especial con Soledad Acuña. Por eso, la verdadera soledad fue la de Alberto, que tomó la decisión del cierre total sin el apoyo de intendentes o gobernadores, ganándose la bronca de los sectores medios que además de la educación presencial de sus hijos habían recuperado por menos de un mes de su vida cotidiana, ahora también en suspenso.

No hay mal que por bien no venga. La confusa situación fue aprovechada por Horacio Rodríguez Larreta, que luego de llegar a la cima en su imagen positiva venía cuesta abajo en su rodada. La decisión de la suspensión de las clases presenciales le dio al alcalde de Buenos Aires elementos para un discurso de rebeldía poco habitual en él, apoyado por un cacerolismo que vuelve. Larreta está muy presionado por el despegue estelar del halcón Patricia Bullrich. La ex ministra de Seguridad no solo escala posiciones en el ranking encuestoril, sino que empieza a ser parte de las conversaciones cotidianas, profundizando en una grieta muy particular: la de los empleados públicos que (por suerte) siguen cobrando su sueldo y contra los sectores que se van derrapando de la sociedad salarial.

Votos en disputa. Un problema mayúsculo para el oficialismo, como se comentaba en este espacio la semana pasada, es que muchos votantes del Frente de Todos ahora dudan de su voto de octubre. Si bien se sienten cercanos al peronismo o al kirchnerismo no lo están pasando bien en términos económicos. El desempleo y el subempleo aprietan en estos espacios sociales, mayormente de clase media baja y baja. Pero, además la cuestión económica se combina con una preocupación intensa por la inseguridad. Los delitos contras las personas y la propiedad no paran de crecer, y ya no solo es un problema de las grandes ciudades y sus conurbaciones, sino también en pueblos pequeños donde el robo de celular o de una bicicleta no era algo por habitual. Caminar por la calle se ha transformado en una actividad de riesgo para muchas personas. Si la pobreza crece como muestran los datos, la marginalidad parece crecer con mayor velocidad (de muy difícil categorización sociológica). Allí solo dos figuras abordan la discusión: Sergio Berni y la misma Patricia Bullrich. Esta última comienza a ver en la heterogénea geografía de la provincia de Buenos Aires un lugar donde su discurso atrae y donde puede crecer sin padrinazgos, a diferencia de la ciudad de Buenos Aires donde florecen candidatos entre las baldosas de Larreta.

Arriba, arriba. Luego, el índice de precios al consumidor de marzo sumó otro golpe duro al bolsillo con el aumento del 4,8%, alcanzando la friolera suma del 13% en el año. Este número surge en una instancia donde gran parte de la población con ingresos laborales tienen en la práctica sueldos congelados desde casi fines de 2019. En GBA (como denomina al AMBA el Indec) el incremento fue todavía mayor, alcanzando el 5,25%. El mayor salto lo protagonizó el sector educativo, el mismo que se vuelve a suspender con el 28,5%, basado fundamentalmente en las cuotas de escuelas privadas, que no habían podido actualizarse con el parate del año anterior, así como los insumos necesarios para que los chicos retornen a las aulas.

El segundo rubro con mayores aumentos en un solo mes fue el de prendas de vestir y calzado (10,8%). El sector alimentario por una vez se mantuvo prácticamente alineado con el general (4,6%), mientras a la cola van los precios regulados de los servicios públicos, por lo que puede asumirse que se reprime inflación mediante un régimen de subsidios creciente. La excepción es la nafta, sobre todo porque YPF necesita recuperar rentabilidad prometiendo que los subsiguientes IPC estarán por encima del 1,9% mensual que requiere el ministro de Economía para llegar a fin de año con su promesa que plasmó en el presupuesto. En medio de todo este panorama no la estaría pasando bien Martín Guzmán, cuyos rumores de renuncia se multiplicaron en los últimos días. Es la misma persona que un mes atrás muchos veían entrando en el terreno electoral, pero ahora necesita colocarles un chaleco de fuerza a todas las variables de la economía para que la cosa no se desmadre, en un país que vive al día y exhausto.

 

*Sociólogo (@cfdeangelis)