Los sindicalistas que no son casta para Javier Milei
La muestra más cabal de la voluntad oficial es haber conseguido que los colectiveros de la UTA no se hayan sumado al primer paro general del transporte de este miércoles.
Como viene haciendo con la oposición política, el Gobierno también ha activado con varios líderes sindicales una estrategia de división poco explicitada aunque con resultados a la vista. Cualquier indiscreción podría exhibir que la batalla cultural contra la casta gremial adolece de nutridas excepciones.
La muestra más cabal de la voluntad oficial es haber conseguido que los colectiveros de la UTA no se hayan sumado al primer paro general del transporte de este miércoles. Es cierto: hay un conflicto paritario y una áspera grieta en ese grupo entre la conducción de Roberto Fernández y el moyanismo. Pero la Casa Rosada aprovecha para sembrar más discordia.
Ese es uno de los nutrientes gubernamentales para alimentar que el foco de la huelga de los transportistas esté puesto en las figuras de los Moyano y Pablo Biró, el jefe de los pilotos de Aerolíneas. Son los “cucos” con los que el Gobierno elige confrontar, amparado además en la bajísima imagen pública de esos dirigentes.
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Acaso eso explique el escaso ímpetu que las autoridades aplican a veces para atender ciertos reclamos sindicales. Puede haber, claro, una argumentación pública de defensa del equilibrio fiscal. En privado, también eligen desnudar quién se opone del otro lado, sobre todo si les resulta funcional a sus intereses. Por caso, la privatización de Aerolíneas se reactivó como respuesta a un reclamo gremial.
Sin embargo, Javier Milei y su equipo fueron construyendo puentes con otros popes sindicales, tan peronistas o casta como los apuntados, pero dialoguistas. Serían los que “la ven”, en términos libertarios. O los clásicos “Gordos” y “compañeros rosqueros” con todas las administraciones, enquistados en la CGT.
Con visitas oficiales a Balcarce 50 y múltiples contactos reservados, en el listado aparecen algunos caciques de peso:
Andrés Rodríguez, de UPCN, el gremio estatal nacional que casi no llamó a medidas de fuerza pese al accionar de la motosierra en la cantidad de empleados públicos y de la licuadora en los ingresos de sus afiliados.
Gerardo Martínez, de la Uocra, el sindicato con más cesanteados por el parate de la obra pública y la caída de la actividad general. Le colgaron la medalla de que el nuevo régimen indemnizatorio se inspira en el modelo de la construcción.
José Luis Lingeri, de AySA, activo colaborador en las auditorías selectivas de la empresa y en el proyecto de reprivatización.
Hay más, obviamente. Y son la punta de lanza para frenar que los sectores duros cegetistas impongan un nuevo paro general. Los Moyano debieron contentarse con agrupar a casi todos los transportistas y amagan con volver a dividir a la principal central obrera.
Los dialoguistas tienen beneficios para mostrar. Simbólicos y no tanto. Se adjudican haber obtenido una reforma laboral más que light, al lado de la que proponían LLA y el PRO. Y frenar con el guiño oficial una iniciativa de la UCR y la CC que transparentaba la actividad de las conducciones gremiales y sus cajas.
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Se vanaglorian además de una aparente y cuidadosa elección gubernamental para definir a qué obras sociales controlar con lupa y las destinatarias de la asistencia financiera desde la Superintendencia de Servicios de Salud, que las autoridades desmienten.
Pertenecer tiene sus privilegios. También en la era del “no hay plata”.