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Los riesgos de estar en la cresta de la ola

El capital político del que dispone hoy el Gobierno no es infinito. Debe saberlo.

Línea de flotación muy escorada. Foto: Pablo Temes

Si un observador poco informado sobre la política argentina, llegara al país y evaluara la situación en base a la información disponible, llegaría a la conclusión de que el Gobierno de Javier Milei indudablemente atraviesa un gran momento y que le espera un futuro sumamente promisorio en las elecciones de mitad de mandato de octubre.

Los datos son contundentes. La aprobación del Gobierno es alta y estable. El Índice de Confianza en el Gobierno que publica mensualmente la Universidad Di Tella lo muestra. La medición de enero arrojó una ligera caída, la segunda consecutiva. Pero no pareciera ser una tendencia. La confianza en el Gobierno continúa siendo elevada: 2,61/5. Uno de los cinco ítems que componen el Índice, la evaluación general del Gobierno, de hecho, creció en enero y se encuentra en 2,5/5. El Índice ha mostrado históricamente una correlación fuerte con el apoyo electoral de los oficialismos.

A su vez, el Índice de Confianza del Consumidor, que la Universidad Di Tella dio a conocer el 23 de enero muestra a la vez, un fuerte optimismo en la sociedad respecto de la evolución de la economía en los próximos doce meses: casi un 56% cree que la economía estará mejor en el próximo año. ¿Por qué es importante esto? Porque a diferencia de la visión convencional que sostiene que “la gente vota con el bolsillo”, la evidencia muestra que las decisiones de los votantes se explican por la evaluación sobre la situación económica del país, antes que por un juicio sobre su situación individual.

El optimismo y la elevada confianza en el Gobierno pueden entenderse a partir de la notable desaceleración de la inflación y del rebote experimentado por la actividad económica a partir del segundo semestre del año pasado. La baja de la inflación y el haber dejado atrás la recesión que comenzó a fines de 2023 valida la narrativa, desplegada por el Gobierno a comienzos de la gestión de Javier Milei. El sacrificio que representó el fuerte ajuste realizado por el Gobierno no habría sido en vano. Todo parece sonreírle a un gobierno, que tiene enfrente a una oposición fragmentada desacreditada y desarticulada, que aún le cuesta recuperarse del golpe que significó la llegada al poder de Milei.

Sin embargo, desde el discurso presidencial en el Foro Económico Mundial de Davos el Gobierno se encuentra a la defensiva. El hecho de que el Presidente o sus funcionarios sigan dando explicaciones, diciendo que no quiso decir lo que dijo, que son expresiones sacadas de contexto, etc.; es un claro indicador de que el discurso en Davos le estaría generando algún costo político al Gobierno. Veremos qué grado de éxito tuvo la Marcha Federal LGBT+ Antifascista convocada para el sábado 1° de febrero a las 16  en todo el país (al momento de escribir esta columna faltan algunas horas para su inicio). Distintos referentes de la oposición (aliados, dialoguistas o recalcitrantes) criticaron las expresiones presidenciales y/o adhirieron a la marcha, algo similar a lo que ocurrió con la Marcha por la Educación Pública del 23 de abril del año pasado. Nada extraño. Salvo que el Gobierno opte por doblar la apuesta, lo que probablemente sería una torpeza, en unas pocas semanas podrá dar vuelta la página y recuperar el control de la agenda pública. La cuestión de género, difícilmente, se convierte en un tema como para articular un frente opositor que incluya a toda la oposición.

No obstante, este episodio es un buen indicador de uno de los riesgos que enfrenta el Gobierno: ser víctima de su propio éxito. Pocos esperaban en diciembre de 2023 que Milei llegara al año de gobierno con la inflación en baja, las finanzas públicas ordenadas y la actividad rebotando. Más aún, el hecho de estar en hiperminoría en el Congreso generaba dudas justificadas acerca de la gobernabilidad y el control de la calle. Pero como sabemos, la gobernabilidad no fue un problema y la conflictividad social fue notablemente baja. El haber conjurado con éxito los desafíos del primer año de gestión parecen haber generado cierta sensación de invulnerabilidad e invencibilidad en el Gobierno, que aparte son potenciados por la debilidad de la oposición. La soberbia y la arrogancia suelen llevar a cometer errores no forzados.

La propensión a cometer errores no forzados es potenciada por otro factor, el pensamiento de grupo. Irving Janis define a éste como: “Un modo de pensamiento que las personas adoptan cuando están profundamente involucradas en un grupo cohesivo, cuando los esfuerzos de los miembros por unanimidad hacen caso omiso de su motivación para valorar de forma realista cursos de acción alternativos”. Aunque es imposible de verificar, tal vez algún asesor o funcionario haya considerado que el tono y el contenido del discurso que Milei iba a pronunciar en Davos eran un error, pero prefirió callar ante la perspectiva de ser removido. Motivos para callar no le habrían faltado. El Gobierno ha mostrado una altísima rotación de funcionarios de distinto nivel, probablemente la más alta desde 1983 a la fecha. A la vez, se trata de un gobierno que confunde lealtad con obsecuencia. En ese contexto, cualquier atisbo de pensamiento crítico es confundido con traición.

Los errores no forzados eventualmente pasan factura. Aun cuando hoy sea difícil percibirlo, el capital político del que dispone el Gobierno no es infinito. La popularidad es el activo más valioso con el que cuenta el Presidente. Cuando el jefe de Estado es popular hay pocos incentivos para enfrentar al Gobierno. Hasta ahora, la aprobación presidencial ha sido notablemente estable. Pero en política, como en la vida, nadie tiene el futuro asegurado. Contar con altos niveles de aprobación es valioso para cualquier gobierno, pero especialmente para los gobiernos de minoría, que carecen de un escudo legislativo fuerte. Cuando se está en la cresta de la ola, como hoy está Javier Milei, es difícil advertir esto, pero como escribió hace más de tres décadas Guillermo O’Donnell en su clásico texto sobre la Democracia Delegativa “el cambio desde una amplia popularidad a una difamación general puede ser tan rápido como dramático”.  

*Politólogo.