Los nombres de la Corte
Escribí mi primera columna en Perfil hace diez años, gracias a una recomendación de Beatriz Sarlo. Desde entonces lo hice de modo ininterrumpido. Tuvimos un intercambio extenso por mail, estando yo en Frankfurt, en una estancia de investigación, en 2014. Le compartí mi enojo por una columna mía publicada en Tiempo Argentino, referida a la noche del apagón, que había sido respondida (¡pero sin nombrarme!) por Eduardo Fidanza primero y por Alejandro Katz, después, ambos del Diario La Nación. También por Morales Sola. Le compartí a Sarlo mi indignación: ¿por qué si todos responden mi columna, y toman lo que allí expongo, no me nombran y debatimos en serio? Sarlo me respondió el mismo sábado: “te vas a tener que acostumbrar, esto es así, yo introduje en Argentina la idea de batalla cultural y nadie nunca me citó”. Desde ese consejo de Sarlo entendí que el debate es mucho menos transparente de lo que yo había pensado o imaginado inicialmente. No alcanza con tener buenos argumentos. La discusión pública no es como los teóricos constitucionales presuponen en sus libros. En los manuales suena bien. Pero no funciona así.
Hoy la batalla cultural no es menos importante que ayer. Pero el progresismo la viene perdiendo hace tiempo. Ni siquiera la está dando.
A todos nos preocupa la degradación de muchos medios. Nada de esto es culpa de Milei. Es todo muy anterior a él. El propio Milei denuncia la degradación del periodismo ensobrado, en lo cual mucho no se equivoca (si lo hubiera dicho otro presidente, la SIP, que ahora está callada, hubiera puesto el grito en el cielo). No es el caso de Perfil. Pero sin dudas sí de otros medios, que ahora padecen la propia dinámica de degradación y fake news que han construido. Faltan debates. Milei es en todo caso la consecuencia. Pero no es un fenómeno del que tenga responsabilidad.
Milei propone a Lijo a la Corte. Y tampoco en eso está equivocado: Lijo no es mejor ni peor que los demás. Maqueda llegó a la Corte de la mano de Duhalde y no tuvo una actuación destacada, aunque muchos medios quieran sugerir que se va de la Corte “un gran jurista”. No es así. En la Corte argentina ya no hay “grandes juristas”. Son todos operadores (el más académico es Ronsenkratz, quien viene, sin embargo, de ser rector de una universidad de privilegio, privada, cuando es requisito ser abogado de una universidad nacional, requisito que no cumplía Maqueda, curiosamente). No abogados destacados ni moral ni académicamente. Atacar a Lijo es sobreactuar. Hace siete años que el país tiene un Procurador General interino. Eso es más grave. Es el jefe de los fiscales, es quien fija la política criminal. Lijo no es mejor ni peor. Es un juez más en una Corte que hace tiempo no es ejemplo de nada. En todo caso, hay que preguntarse por qué el gobierno anterior no fue capaz de proponer a nadie. Tampoco eso es culpa de Milei.
Lijo estudió en la UBA. Maqueda en una universidad privada. Esto significa que Lijo está más habilitado que Maqueda para integrar la Corte. A Maqueda lo propuso Duhalde, quien tampoco llegó al poder en elecciones limpias, como Milei. Nos puede caer bien o no Milei, pero eso no equivale a atacar sin argumentos (aunque el propio Milei haga eso muchas veces). En síntesis, Milei está más habilitado constitucionalmente para proponer a Lijo, que lo que estaba Duhalde para colocar a Maqueda, quien además de emerger de un gobierno transitorio, incumplía el requisito de ser egresado de una universidad nacional, como manda la ley.
*Director del Instituto Latinoamericano de Criminologia y Desarrollo Social.