Los derechos de Sherlock Holmes
Aunque Arthur Conan Doyle murió en 1930, los derechos de su personaje más famoso no terminan nunca de librarse de las garras de los herederos. Hay quienes nunca se resignan a que la vaca un día haya que sacrificarla o simplemente verla morir: quieren seguir sacándole leche a toda costa. La historia de los derechos de Sherlock Holmes es bastante particular, y a eso dedica un artículo Alec Nevala-Lee en la revista Atlantic, explicando que los guionistas y productores estadounidenses recién desde hace un par de años están pudiendo moverse libremente en el mundo del excéntrico detective británico. Antes sufrían una larga serie de artimañas legales por parte de los herederos de Conan Doyle, hábiles a la hora de poner a la ley de su lado.
En el Gran Bretaña y en los países de la Unión Europea las obras de Conand Doyle pertenecían al dominio público desde el 1º de enero de 2001, porque los derechos de autor caducan después de 70 años de la muerte del autor. En los Estados Unidos las leyes del copyrioght son mucho más complejas, y la mayorías de las historias de Sherlock Holmes (cuatro novelas y 46 relatos publicados antes de 1923) ya habían entrado al dominio público en 1998. Pero ese año entró en vigor el Copyright Term Extension Act, que extiende la duración de los derechos de autor para todas las obras publicadas entre 1923 y 19277, llevándola de 75 a 95 años. Así fue como los herederos de Conan Doyle pudieron seguir sacándole jugo a los relatos contenidos en El archivo de Sherlock Holmes, la última antología de Conan Doyle dedicada a Holmes, atribuyéndose la paternidad total del personaje, a pesar de que casi toda la literatura protagonizada por Holmes ya estaba libre de derechos. Diez de los doce relatos de la antología fueron publicados entre 1923 y 1927, y por lo tanto resultaban beneficiados (es un decir) por los efecetos del Copyright Term Extension Act. Pero esos relatos pasaron a dominio público entre 2018 y 2023, cuando vencieron los derechos de “La aventura de la inquilina del velo” y “La aventura de Shoscombe Old Place”, publicados respectivamente en 1923 y 1927.
Entre 1998 y 2023 los herederos de Conan Doyle adoptaron un métoco bastante eficaz para asegurarse seguir sacándole leche a esos pocos relatos todavía protegidos por el copyright: le pedían a las productoras y a las editoriales estadounidenses que querían filmar o publicar los relatos de Holmes derechos relativamente moderados, de modo que pocos se negaban a pagarlos, sobre todo si así se evitaban largas y costosas causas legales. Pero para pretender eso los herederos necesitaban de una base jurídica que justificase sus pretensiones, y esto fue demostrar que las características fundamentales del detective quedaron totalmente definidas recién en esos últimos relatos. Su argumentación se basaba en la tesis de un escritor y crítico británico muy conocido, E.M. Forster, que en 1927 planteó eso en su ensayo Aspectos de la novela.
Resumiendo: Forster proponía distinguir entre dos tipos de personajes, los “planos”, o sea que poseen características fijas e inmutables, y los “redondos”, o sea complejos y en continua evolución. Los herederos de Conan Doyle argüían que Holmes pertenecía a la segunda categoría, y de eso se valían para reivindicar derechos de autor sobre todas las versiones, incluidas las de los anteriores relatos, y también de las anteriores novelas. Según los herederos, Conan Doyle había logrado completar la creación de su personaje recién en los últimos relatos.
Hubo muchos que se opusieron a esta distinción de Forster por considerarlas inconsistentes aplicadas a Holmes, y por lo tanto se negaron a pagar derechos, alegando que, por ejemplo, su naturaleza bohemia ya estaba establecida en el primer relato, de 1891.
Pero desde hace un par de años ya nadie puede reclamar derechos por la obra de Conan Doyle en ninguna parte del mundo. Eso es bueno para todos, excepto para los herederos.
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