Prejuicios

Libros libres

. Foto: CEDOC PERFIL

La historia de la humanidad parece una cargada. ¡Qué confusión! ¡Qué ignorancia! ¿O es falta de concentración, o de respeto? ¡Se está juzgando una novela por un párrafo, una de las narraciones más premiadas, traducidas, muy pronto serie en una de las plataformas de mayor renombre! Y se la acusa de “sexo explícito”, de “pornografía”, de “perversión sexual”.  Me refiero a Cometierra, de Dolores Reyes, pero hay muchas más que se están sumando a una lista que obviamente sería interminable porque llegaría hasta El cantar de los cantares. Por ahora, junto a Cometierra, pidiendo que la saquen de las bibliotecas (ni siquiera se la incluyó en el plan de estudios), la queja de padres –obviamente motivados por el periodismo y ciertos sectores que disfrazan el desdén político hacia la provincia de Buenos Aires de “defensa de valores”– alcanzó a Cabezón Cámara, recientemente Premio Sor Juana Inés de la Cruz, la novela Las primas, de Aurora Venturini, y unos cuantos más.

Me pregunto quién ha leído estas novelas que están siendo juzgadas por un párrafo. ¿Acaso la periodista que escribió un artículo haciendo un cut and paste estrictamente de los pasajes sexuales las leyó completas? Esa misma persona, y todas las que influyen para que los padres se indignen, ¿alguna vez leyeron a Shakespeare, a Sarmiento mismo, a Echeverría o a Flaubert, a Joyce? ¡Y ni siquiera mencioné a Sade, Henry Miller o Anaïs Nin! Hay muchísimo para ofrecerles si tienen ganas de horrorizarse. Me parece insólito que haya que volver a plantear la diferencia entre ficción y realidad. Mi hija le preguntó al ChatGPT. Y le respondió: “La diferencia entre ficción y realidad se enseña en primer grado”. Así estamos.

La literatura es el espacio simbólico con el que contamos los humanos para sublimar, comprender, denunciar los males de este mundo sin que ninguna persona real lo padezca, tan solo personajes que nos advierten de lo peligrosos que podemos ser los humanos. Como dice Alejandra Pizarnik al final de su ensayo sobre La condesa sangrienta, “la libertad absoluta es horrible”.

Además de prohibir la distribución de estas novelas en bibliotecas, hay una denuncia contra el director de Educación bonaerense por la distribución de libros con contenido sexual explícito. ¿Qué significa sexo explícito? ¿Que no se lo puede nombrar como tal? En estas novelas (y en cualquiera de los clásicos) lo explícito no es literal, y además forma parte de una narración que probablemente se tome muchos más párrafos para condenar abusos, y unos cuantos más para dar cuenta de las bondades y bellezas de este mundo.

Es muy difícil responder a una censura  que no contempla el contexto. Es como si tomáramos una imagen del tríptico del Bosco desatendiendo la totalidad de la obra.

¿Se trata de una cuestión de valores morales o de pavores personales? ¿Qué tiene que ver la literatura con todo esto?

El verdadero dictamen es el de los lectores. Y las mencionadas (y censuradas) novelas, algunas de las actuales más leídas y disfrutadas, incluyendo sus pasajes revulsivos.