opinión

Las horas unánimes

La unanimidad excluía a una minoría silenciosa. Hasta los montoneros se pusieron al servicio de Galtieri por si los necesitaba para combatir.

Foto: Cedoc

Como tantos otros, recordaré lo que estaba haciendo cuando me enteré de la muerte de Diego Maradona. Estaba en una reunión virtual que era parte de un taller de crítica organizado por el Festival de Mar del Plata. Allí, los participantes debían otorgar un premio a la mejor ópera prima latinoamericana y yo era uno de los tutores junto con la española Violeta Kovacsics. Fue una argentina, Florencia Romano, la que comunicó la noticia al grupo. En ese momento, estábamos discutiendo sobre 1982, un documental de Lucas Gallo armado exclusivamente con los programas que la televisión pública argentina emitió durante la Guerra de Malvinas. 

El documental se ocupa de lo ocurrido entre el 2 de abril de 1982 y el 14 de junio de ese año, es decir, entre el desembarco en las islas y la rendición del Ejército Argentino. Utiliza los noticieros de ATC, en particular las emisiones de Sesenta Minutos, cuyo anchorman era José Gómez Fuentes, y también varios fragmentos de Las 24 horas de Malvinas, la maratón destinada a recaudar dinero para el esfuerzo bélico, que condujeron Pinky y Cacho Fontana el 8 de mayo, es decir, en medio del conflicto. Se supone que ese programa fue la mayor colecta de la historia argentina. Maradona fue uno de los invitados (donó 100 millones de pesos de la época, unos mil dólares según Wikipedia) junto con otros deportistas, figuras del espectáculo y, desde luego, militares y funcionarios del gobierno de Galtieri. Seis de los siete participantes de nuestro taller eran extranjeros, nacieron después de esa época y quedaron muy sorprendidos por el énfasis y la manipulación de los medios oficiales. No fue el caso de los locales que habíamos visto buena parte de todo eso, aunque debo confesar que me sorprendió el grado de fervor de las multitudes que vivaban a la patria, confiaban en la victoria y alentaron al gobierno militar hasta que el triunfo anunciado en la televisión se transformó en derrota en el campo de batalla. 

Uno de los participantes del taller comentó que es típico de las dictaduras invocar la unidad de la nación ante sus supuestos objetivos comunes para justificar la censura o la eliminación de los disidentes. La afirmación les hubiera cabido perfectamente a las primeras juntas militares, que proclamaban el consenso pero excluían de él a la “subversión apátrida”. Sin embargo, en el 82 la unidad nacional en torno a la causa malvinera excedía largamente la siempre grotesca propaganda bélica: civiles y militares creían en ella, hasta creían que los malvineros podían ser persuadidos de las ventajas de una administración argentina de las islas. La unanimidad excluía apenas a una minoría ínfima y silenciosa. De hecho, hasta los Montoneros se pusieron al servicio de Galtieri por si los necesitaba para combatir. Eso es lo notable de esa época y es lo que el documental de Gallo disimula para cobijarse bajo un nuevo discurso oficial, el de que las Malvinas son argentinas y la lucha era justa, pero los militares engañaron a la población, condujeron mal la guerra y traicionaron a la patria; por eso fueron juzgados y condenados, así como por sus crímenes previos. Algunos piensan incluso que Maradona nos vengó en la cancha. Como la cuarentena, su muerte es una nueva oportunidad para mostrarnos oficialmente unánimes.