La serie como ruido de fondo
Hace poco acompañaba a una amiga engripada, que a diferencia de mí consume series sin parar. No es que yo no las vea, pero definitivamente veo muchas menos series que ella. No termina de convencerme el hecho de que para contar una historia hagan falta 14 horas. No milito contra las series, no hago proselitismo a favor del cine, pero raramente veo una serie sin haber intentado duramente no verla, sin plantearme excusas, falta de tiempo, desinterés, etc. Pero ella quería ver una serie protagonizada por Lindsay Lohan, por la que ambos sentimos debilidad. La serie se llama Un deseo irlandés, una comedia romántica, y en determinado momento Maddie, la protagonista, le dice a su amante lo que sigue: “Nos conocemos poco, estuvimos juntos solo un día. Sí, pasamos un día juntos, lleno de paisajes fantásticos y una lluvia romántica, pero no puede poner en discusión mis elecciones. Mañana me casaré con Paul Kennedy”. A lo que él responde: “Está bien. Será la última vez que me verás, porque después de este trabajo tengo que ir a Bolivia a fotografiar a una lagartija arborícola en vía de extinción.” No estoy inventando: decían eso. Entonces tomé el control remoto, puse pausa y le pregunté a mi amiga si no le parecía que ese diálogo había sonado un poco extraño, artificioso, pero ella, que en realidad no estaba tan pendiente de la serie sino del teléfono, me dijo que no, que le parecía un diálogo totalmente común en medio de una serie común.
Ahora encontré en la revista estadounidense N+1 lo que me ayudó a entender lo que estaba pasando: la revista reúne una serie de testimonios de gente que trabaja en la escritura de series televisivas para Netflix que confiesan que ese tipo de diálogos entra en una estrategia más amplia adoptada por la plataforma y que se adapta a algo llamado casual viewing, visión ocasional, o sea la costumbre de mirar una serie de televisión sin prestarle demasiada atención, concibiéndola como un ruido de fondo que acompaña otras actividades, como lavar la ropa, esperar que llegue el sueño o, justamente como mi amiga, mirar el teléfono. La escritura de la mayor parte de las películas y las series producidas por Netflix tienen en cuenta eso. Muchos guionistas le dijeron a N+1 que reciben directivas muy precisas sobre la escritura de los diálogos. Uno de los pedidos es que los personajes describan la acción que están realizando en el preciso momento en que la realizan, de modo que pueda ser comprendida incluso por quien no está viendo. En otros casos los diálogos funcionan como resúmenes, deben permitir que se comprenda velozmente el desarrollo de la trama, haciendo mención a los acontecimientos pasados y dando una idea de lo que pasará en pocos minutos. Pensándolo bien, esa función de resumen la cumplían las sesiones de psicoterapia de Tony en Los Soprano, considerada la mejor serie de todos los tiempos. O sea que no es algo nuevo.
En una entrevista a The Telegraph, la guionista estadounidense Justine Bateman dijo que una de las cosas que más le piden a la hora de hacer su trabajo es pensar los guiones como “segunda pantalla”. Según Bateman, con esa expresión los productores piden implícitamente a quien escribe que le baje la intensidad a los tonos del guión, volviéndolo más fácil de seguir mientras se envía un email o se mira las historias de Instagram. Dice Bateman: “Su temor es que si quitas la mirada de la pantalla por unos diez segundos para pelear en Twitter o hacer otra cosa, al volver te sentirás confundido”.
Bateman considera estos pedidos degradantes para quien ejerce su profesión, pero al parecer otros guionistas admiten que hay que adaptar la escritura a los nuevos modos en que se consumen ciertos productos culturales. Como dice otro entrevistado del Telegraph, director de un “famoso servicio de streaming”: “Las plataformas solo se están adaptando a lo que hace el público. Sus hábitos de consumo son una realidad en el mundo moderno. Y nosotros estamos tratando de adaptarnos”.