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La posverdad de Milei

El show debe continuar. Milei dice barbaridades en un reportaje a quien no puede refutarlo. Foto: telefe

En la época de mayor enfrentamiento del gobierno de Cristina Kirchner con los medios, un día al salir de mi casa un vecino me gritó: “golpista”, acusándome de haber apoyado a la última dictadura, lo que repetían los medios oficialistas construidos con dinero del Estado para atacar a los medios profesionales (con otros medios, pero idénticos fines se repite hoy). Ingenuamente, por entonces respondía documentando que había estado detenido, luego puesto a disposición del Poder Ejecutivo, exiliado, con decretos de dos presidentes militares ordenando mi arresto, habeas corpus en la Justicia, registro en la Conadep, considerado víctima en la Justicia en los casos de lesa humanidad del I Cuerpo de Ejército y la publicación que dirigía clausurada. Nada importaba. Había sido golpista por el solo efecto del lenguaje performativo de aquel gobierno. Tardé en aprender que no importaban cuántas pruebas en contrario se aportaban sino solo lo que los emisores y su audiencia desearan creer y fuera funcional a su cosmovisión.

Con Javier Milei primero candidato y luego presidente traté con honestidad intelectual comprender sus razones tomando en serio sus argumentos. Los dos reportajes largos que le realicé  en 2022 fueron una búsqueda de explicar los fundamentos de sus ideas creyendo que creía en lo que decía. Allí surgieron por primera vez ponencias controversiales como la venta de órganos y el derecho a morirse de hambre. Pensaba que lo que para mí eran errores obedecían a un foco demasiado estrecho de la teoría económica y una falta de lecturas de otros campos del liberalismo no solo económico, y que confrontando ideas podía perfeccionar las suyas.

Cuando asumió como Presidente e hizo el cálculo de que la inflación venía a un ritmo de 17 mil % anual, en esta columna desarrollé su cálculo basado en tomar la inflación mayorista de diciembre (54%) que él mismo había acelerado con una devaluación de 130% incluyendo el impuesto País, elevándola a la doce por los meses del año. Que solo elevando a la doce la inflación minorista de diciembre (25%) daba 1.455% anual y lo correcto sería tomar la inflación promedio de los meses previos a su megadevaluación (13%) lo que daría 433% anual, o la inflación de 2023 promedio hasta antes que Milei ganara la PASO autogenerando inflación por sus promesas de devaluación, de enero a julio (6%)  que elevado a la doce daría 201% anual.

Y cuando en agosto vetó la corrección a la fórmula de actualización jubilatoria aduciendo que se trataba de un gasto fiscal del 62% del “Producto Bruto dinámico” y alrededor de 370 mil millones de dólares que iba a quebrar al país, volví a desarrollar su cálculo. A lo que se trataba de 1,2% del Producto Bruto anual le agregó la palabra  “dinámico” para convertir los 6 mil millones de dólares de 2024 en sesenta veces esa cantidad ponderando el costo de varias décadas. Cálculo similar a decir que alguien de 20 años con un salario de 2.500.000 se endeuda en 5 mil pesos más CER por mes por 50 años, eso daría 3.000.000 de pesos y terminaría llevándolo a la quiebra porque es más que su salario cuando solo tiene que pagar 5 mil pesos por mes.

Hasta ahí Milei “torturaba los números”, pero había un cálculo, abusaba de la matemática, pero había matemática. Mientras que el domingo cuando repitió en el reportaje que le realizó Susana Giménez, que la pobreza hubiera llegado al 95% si él no hubiera sido presidente, cruzó todos los límites. Primero Manuel Adorni había mencionado ese supuesto 95% de pobreza, pero por cómo viene siendo la función del vocero imaginé que se trataba de una provocación, pero al decirlo el propio Milei –un economista como se presenta siempre (“yo de eso sé”)– dejó expuesto que su comunicación no precisa tener el respaldo de ningún fundamento ni precisa engañarse en creer lo que dice.

No hay ningún país del mundo con 95% de pobres, los más pobres tienen entre 72% y 60% de pobreza en África: Zimbaue, Madagascar, Sierra Leona, Nigeria, Burindi y Congo; en Latinoamérica: Haití, Guatemala y Surinam. Es que no habría forma de que la riqueza de 5% de la población alcanzara para sostener un país aun con ingreso mínimo del restante 95%. La constatación empírica es tan obvia que no puede desconocer Milei que planteó un oxímoron de lo que se infiere que sabe que puede no decir verdades sin costo de ser refutado, porque a quienes dirige su discurso no están preocupados con los evidencias sino con las coincidencias.

El fin de semana pasado destacamos el reportaje al filósofo alemán Markus Gabriel quien sostenía que la posmodernidad está caracterizada por la cosmovisión de la realidad como ficción. En la posmodernidad se cree que “es imposible distinguir entre la realidad y la apariencia: los fenómenos, las ilusiones, las mentiras. Por eso, las políticas de la posmodernidad, tipo Bolsonaro, Donald Trump, y en cierto sentido también Javier Milei, ni siquiera son mentiras, es otra forma, es la política del bulo. Es otra forma de política, en que la verdad ni siquiera tiene importancia, ni siquiera es mentira.”

La misma relación con la verdad como entelequia inexistente puede explicar la relación de Milei con los derechos de autor, sufre varias acusaciones de plagiar partes completas de otras obras en sus libros y ahora Carlos Pagni descubrió que en el primer discurso que Milei dio en las Naciones Unidas copió un parte de la serie The West Wing, (“El ala oeste de la Casa Blanca”) que tuvo siete temporadas desde 1999 y donde Martin Sheen interpretaba al presidente de Estados Unidos.

El posmodernismo así percibido es un “atraso espiritual”, una especie de ciencia de la farsa donde se tortura no solo a los números sino también el significado de las palabras. Ya que “no es posible la verdad” porque nadie tiene confianza en nada y por tanto nadie puede ser feliz, pasión en lugar de razón, teatro en lugar de acción. En una reunión privada reciente Jaime Duran Barba explicaba que la mayoría de la población no está interesada en la política y solo se acerca a ella en las competencias electorales consumiéndolas como un reality donde para atraer atención hay que, fundamentalmente, ser entretenido. El entretenimiento no sigue las reglas de lenguaje verista de la ciencia, la Justicia y como debiera ser en la redacción periodística y la argumentación política. El 95% de pobreza es solo una apelación dramática que no precisa otra condición más que haya audiencia dispuesto a festejarlo.

Vale la pena asistir al video de la conferencia de Hans Hoppe hasta no hace mucho, uno de los máximos ídolos de Milei por ser discípulo de Murray Rothbard prócer del anarco-capitalismo, quien en la conferencia de Property and Freedom Society hace dos semanas criticó duramente a Javier Milei diciendo: “Todo lo que dice en los foros internacionales entra por un oído y sale por el otro”. “Le dan premios que no se merece”. “Subió impuestos y creó otros nuevos”. “Centralizó el poder, lo contrario al anarco-capitalismo”. “La sofisticación internacional de Milei es la de un graduado de secundaria”. “Es un chico bueno de la elite enamorado de todas las instituciones que hacen el mal en el mundo”.

Hans Hoppe tiene 75 años y no es producto del posmodernismo. No comprende, como sí Milei, la posverdad comunicativa.