la marcha en congreso

La orfandad de los jubilados

La defensa de los adultos mayores no puede quedar en manos de barrabravas. Pero la violencia no se responde con más violencia.

Bullrich 9 mm. Foto: Pablo Temes

Las catástrofes naturales dejan expuestas las deficiencias de la dirigencia política de un país, una provincia o una ciudad. Esa mala calidad de la dirigencia se traduce en déficits de infraestructura y de planificación que terminan combinándose en una ecuación desastrosa y fatal. Esto es lo que ha dejado en evidencia la tragedia de Bahía Blanca que tanta destrucción y tanto dolor causó, causa y aún causará por un largo, largo tiempo.

Veamos. Según un estudio de hidrografía urbana que se publicó en la web del Conicet en 2012, la ciudad de Bahía Blanca está localizada en la cuenca inferior del arroyo Napostá y del canal Maldonado por lo que, frente a un episodio de lluvias copiosas, el agua se acumula rápidamente. Además, la geografía del terreno, en especial en aquellas zonas de baja pendiente, empeora esta situación, ya que el escurrimiento generado en áreas más altas erosiona calles sin pavimento, desplazando así sedimentos hacia zonas bajas, lo que lleva al bloqueo de los sistemas de drenaje. A esto hay que agregarle la expansión urbana carente de planificación, hecho que agrava el problema porque crea áreas impermeables y reduce los espacios naturales de absorción. Todo esto lleva a un aumento del volumen de escorrentía superficial que dificulta el correcto drenaje del agua hacia el mar.

Desde que se realizó y publicó ese informe pasaron  trece años. A lo largo de esos años ejercieron la presidencia Cristina Fernández de Kirchner, Mauricio Macri, Alberto Fernández y, desde hace un año y tres meses, Javier Milei; en la Gobernación de la provincia de Buenos Aires estuvieron Daniel Scioli, María Eugenia Vidal y Axel Kicillof, quien continúa en el cargo; y los intendentes fueron Gustavo José Bevilacqua del PJ, Héctor Norberto Grey, PRO y ahora Federico Susbielles, PV. No hay registro de que alguno de los mencionados haya tenido en cuenta las advertencias de ese informe y encarado obras destinadas a corregir la situación y disminuir los efectos y los riesgos de un fenómeno como el sucedido el viernes 7 de marzo.  

A eso se le debe agregar el desamparo por parte de las autoridades que padeció –y aún padece– una gran parte de la población. La ausencia del Estado en muchas de las zonas afectadas es tristemente impactante. Javier Milei y Axel Kicillof siguieron enfrascados en su pelea. Los gestos de mancomunión fueron tan pocos y forzados que nadie los notó. “No vino ninguna autoridad por acá”, se escuchaba decir por doquier en los barrios periféricos de Bahía Blanca, en General Daniel Cerri y en Ingeniero White. Era como una letanía que se repetía con la resignación. A nadie le sorprendía. La mitigación la traían vecinos solidarios que, en muchos casos, apenas llegan a fin de mes, pero con un amor por el prójimo en desgracia conmovedor. Viendo esto está claro que una gran parte de la dirigencia política vernácula es parte del problema, y no de la solución.

La evidencia quedó a la vista en la vergonzosa batahola que se vivió dentro de la Cámara de Diputados en la sesión que se llevó a cabo el miércoles donde se buscaba tratar distintos proyectos, como el escándalo de Libra y también la emergencia que vive Bahía Blanca. A esto se le sumó la marcha de cada miércoles en la cual los jubilados reclaman un aumento en sus haberes. Esto merece un capítulo aparte. Oscar Zago y Lisandro Almirón fueron los protagonistas de una vergonzosa pelea donde hubo golpes e insultos. No fueron los únicos. Lilia Lemoine y Marcela Pagano también se agredieron dentro del recinto. Rocío Bonacci le tiró un vaso con agua a la ladera de Javier Milei. Todos compañeros y excompañeros o aliados de La Libertad Avanza. Rápido de reflejos, Martín Menem, presidente de la Cámara Baja, decidió levantar la sesión en medio de los insultos y reclamos de Máximo Kirchner. Ninguno estuvo a la altura de las circunstancias. No es que sea la primera vez que sucede un hecho de estas características, es la falta de estatura política que vuelve a poblar las bancas del Congreso de la Nación. Ningún argentino merece esta calidad deplorable en su dirigencia. Todos ellos, sabían que sesionaban en medio de un clima enrarecido por la marcha de jubilados que estaba convocada para las 17 y que prenunciaba el escándalo y los disturbios que tomaron la calle por la presencia de barrabravas de distintos clubes, organizaciones de izquierda y lo peor del sindicalismo. Aún así nadie pudo aportar un gramo de cordura.

La movida en redes sociales fue promovida por agrupaciones ligadas a los violentos del fútbol que encabezan dirigentes de La Cámpora, entre otros. No hace falta hacer mucha memoria para recordar la romantización que la propia CFK hacía de los “maravillosos muchachos de las tribunas”. Por la red social X habían confirmado su presencia “hinchas” de más de diez clubes entre ellos Boca, River, Racing, Chacarita, Deportivo Español y Chicago. Que quede claro: a ninguno le importaba los jubilados, el objetivo del encuentro no fue otro que, tras escudarse en una causa noble, volver a ganar la calle para llevarle un nuevo dolor de cabeza al gobierno libertario. Sin embargo, esto pone de manifiesto la orfandad política –salvo pocas excepciones– que padecen los adultos mayores. En los últimos 30 años ningún gobierno se interesó verdaderamente por ellos. Los jubilados merecen apoyo real e institucional con planes definidos de crecimiento de sus haberes y una revisión seria y profunda de la sustentabilidad del sistema previsional. La defensa de quienes aportaron toda su vida al país, no puede quedar en manos de barrabravas ligados a lo peor de la política a quienes –claro está– sólo les interesa utilizarlos para provecho propio.

El tendal de heridos dejó al borde de la muerte al fotógrafo y militante Pablo Grillo que se encontraba en la marcha haciendo su trabajo. Las destempladas declaraciones de la ministra Patricia Bullrich no hicieron más que echar nafta al fuego. Cualquier intento de obstrucción de la vida institucional merece una respuesta adecuada del Gobierno en defensa del orden público. Pero la violencia no se responde con más violencia. Los errores deben condenarse e investigarse. La historia argentina ha dejado muestras suficientes que la dirigencia política no debería olvidar.