semejanzas

La farsa

. Foto: Cedoc Perfil

Se cita muy a menudo una frase ya famosa de Karl Marx: que la historia se repite dos veces, “la primera como tragedia y la segunda como farsa”. Los lectores de El 18 Brumario de Luis Bonaparte, que por lo visto son un montón, tienden llamativamente a citar más que nada esa frase, siempre esa frase, en general sin avanzar mucho más en el desarrollo del texto. Que es lo que habría que hacer para dilucidar en qué consiste esa farsa.

Claro que Marx no es el único autor que se ocupa de semejante asunto. Hay otros, y entre ellos, se destaca Siegfried Kracauer en su libro sobre Offenbach. En un tramo de ese estudio, se detiene en la escrupulosa consideración de en qué sentido y por qué razones era farsesco Luis Napoleón. Dice por caso: “La rapidez con que se sucedían los decretos y la atmósfera de optimismo que creaban tan bellos proyectos no dejaban ni tiempo ni deseos de llorar las libertades perdidas. Era ése el fin buscado. La finanza y el comercio rivalizaban en celo para apoderarse de los dominios que les habían sido confiados (...). Desarrollo prodigioso que, nacido de la voluntad de crear un espejismo, amenazaba siempre no ser más que un espejismo (…). Lo inverosímil se había transformado en realidad; pero el aspecto del Emperador volvía esa realidad increíble”.

Sigue Kracauer unas páginas después: “Pero como el régimen se apoyaba en la idea de huir de la realidad, la posibilidad de diferenciar los valores reales de los valores ficticios se disipaba poco a poco, y la fantasmagoría de las especulaciones financieras pasaba a primer plano (…). El gusto del Emperador por la astrología se infiltraba hasta en los salones de la pequeña burguesía (…). Ya que se insistía en huir de la realidad, era menester tomar por dinero contante y sonante las ilusiones de lo sobrenatural”. Y algo después: “La dictadura excluía la posibilidad de comentar los acontecimientos oficiales, y la prensa, para vivir, estaba reducida a tratar como acontecimientos oficiales los sucesos de la vida privada”.

Observa además Kracauer, al igual que Walter Benjamin, que el ensanchamiento de las calles París había tenido como finalidad principal el facilitar la represión de las protestas populares, inexorables por cierto.