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La casta está en orden

Scioli-Lijo. Personajes icónicos de la “casta” denostada. Foto: cedoc

Como muchas otras, casta es una palabra que se impone y se usa desconociendo su significado y su historia, o desvirtuándolos. Define un sistema estratificado de organización de la sociedad, en el que se establecen diferencias jerárquicas basadas en nivel social, religión, origen, raza o poder económico. El historiador francés Georges Duby (1919-1996), célebre por su Historia de la vida privada, establece en la Edad Media el nacimiento del sistema y lo define como esencial para el mantenimiento del orden en las sociedades inmóviles de la época, especialmente las europeas. Sin embargo, el milenario Libro de las Leyes de Manu (Manumsriti), que contiene las bases del hinduismo, data el origen de las castas mil años antes de Cristo y lo justifica como “base del orden y la confianza de la sociedad”. Adentro de una casta se nace y se muere, no se asciende ni se desciende hacia otra. Además de inmovilidad, esto genera endogamia y estrecha la cosmovisión. Se atribuye el origen de las castas de la India a Brahma, dios de la creación, de cuya cabeza nace el estamento superior, los brahmanes (sacerdotes y profesores), de sus brazos los kshatriyas (guerreros y gobernantes), de sus muslos los vaishyas (comerciantes) y de sus pies los shudras (obreros y sirvientes). Aunque con el transcurrir de la historia estas castas llegaron a subdividirse en más de tres mil, hay quienes aún hoy están excluidos de todas ellas: los dalits, o intocables, que lo son no por su poder, sino por carecer completamente de él. Se calcula que constituyen el 15% de la población india.

A partir de la Conquista, en la América hispanohablante surgieron castas propias: blancos europeos (o puros), mestizos, mulatos, zambos, moriscos, cholos, castizos y criollos. Un ordenamiento a través del cual la Corona española procuró mantener el orden social en estos territorios. Para Maira Montenegro, historiadora mexicana, este sistema fue “un intento por limitar el poder de los criollos”, que generó un hondo resentimiento. Según su colega venezolana Esther Pineda, así “se establecieron los criterios de inferioridad, superioridad y dominación”, que pueden percibirse hasta hoy. Es posible advertir, en cuanto se estudia el sistema, que el establecimiento y funcionamiento de las castas es un fenómeno inherente al ejercicio del poder. Aunque afuera de la India, en donde pese a los loables intentos de Gandhi y otras personalidades no fueron desterradas, las castas se muestran hoy permeables. Se puede nacer y vivir afuera de ellas con la esperanza cierta de acceder, se puede estar en una casta inferior y ascender a una superior o, viceversa, descender uno o más escalones. Una movilidad social que se hace más rígida y se esclerotiza en tiempos de extrema desigualdad, como el presente.

Más allá de discursos proselitistas y de ocasión pareciera que las proclamas anticasta, a las que se muestran adictos integrantes y creyentes el gobierno libertario, no se relacionan con la oposición al sistema sino con el resentimiento por no haber pertenecido al círculo de poder representado por las administraciones anteriores y por no haber recibido los beneficios de esa pertenencia (aunque esto es discutible). Varios importantes nombramientos, la apelación a personajes icónicos de la “casta” denostada (desde Scioli hasta Lijo, pasando por tantos más), la exigencia de obediencia ciega y postración a los integrantes y militantes, la verticalidad rígida de la organización y las medidas de gobierno que tienden a favorecer a los estamentos económica y socialmente superiores de la sociedad en detrimento de los inferiores, indicarían que, lejos de desaparecer, el sistema de castas simplemente se ha reordenado y goza de buena salud.

*Escritor y periodista.