La búsqueda infinita
Aun para alguien ajeno a la religión y a las sutilezas del culto católico, el libro puede resultar apasionante.
Cuando era chico, escuché hablar de Las memorias de una princesa rusa, un clásico de la pornografía anterior a la existencia de internet. Mi educación estrictamente atea, sin embargo, no registró un título ligeramente parecido, los Relatos de un peregrino ruso que es de otro género: la literatura mística del cristianismo oriental, emparentada con la obra de Andréi Rublov, el gran pintor de íconos que Andréi Tarkovski logró colarle al régimen soviético. Confieso que nunca leí lo de la princesa, pero tampoco lo del peregrino, aunque me aseguran que ambos son libros muy entretenidos.
En este contexto me sorprendí a mí mismo, porque acabo de terminar Devoción, un ensayo de Pablo d’Ors publicado por Galaxia Gutenberg, que viene precedido en el libro por una adaptación que hizo el autor de El peregrino ruso. D’Ors (Madrid, 1963) es un cura católico, guía espiritual, teólogo y filósofo. Aquí estudia, a partir de la sencilla historia del campesino, una especie de Don Quijote que descubre el poder de la oración permanente y se enfrenta al mundo con la Biblia y la Filocalia en lugar de la armadura y la espada, la práctica del hesicasmo. Esta es “en esencia el vínculo entre la jaculatoria o el mantra, el corazón y el silencio contemplativo”.
Aun para alguien ajeno a la religión y a las sutilezas del culto católico, el libro puede resultar apasionante. Acaso tenga que ver con la posibilidad que ofrece D’Ors, a través del personaje del campesino, un hombre humilde que se acerca a dios mediante la palabra, de empezar de cero. Y también de tomar distancia de los aspectos del catolicismo que evitan que este sea una religión de “paz, amor y alegría”. “¡Dejad de hablar de la salvación y del pecado! Alguien debería decirles alguna vez a todas esas monjas y monjes que sus rezos refuerzan la idea equivocada de un dios ofensible y castigador”. Para D’Ors, los diez mandamientos se practican gracias a la plegaria silenciosa, al recorrido de un camino que hace que dios y el corazón sean uno. Y también gracias a la presencia de un maestro como guía, una capacidad perdida del catolicismo, “cuyo clero carece en Occidente, por desgracia, de todo prestigio”.
El hesicasmo acerca el cristianismo a otras religiones: “aunque muchos no quieran ni oírlo, la vivencia interior de los místicos cristianos es sustancialmente la misma que la de los místicos sufíes, la de los yoguis del Himalaya o la de los budistas iluminados, para poner algunos ejemplos.” D’Ors cita a Maciej Bielawaki, teólogo polaco, quien sugiere que la generación beat, “borracha de Dostoievski, hizo en su tiempo una peculiar simbiosis entre el hinduismo, con su yoga y meditación, y el mantra del peregrino, con su eterno deambular en los bosques de Siberia.”
Sin embargo, también incluye una advertencia del Swami Atyananda Sarasawati, un gurú zen que protesta contra la polinización cruzada de los cultos: “observo una tendencia a querer conducir los distintos caminos espirituales hacia una única religión universal. Un gobierno, una humanidad, una religión, una tiranía!”
Devoción no es un libro de autoayuda, sino más bien un libro sobre la angustia ante la pérdida de dios, ante la cual no hay “una técnica de mindfulness que traiga un alivio duradero y eficiente”. Y ahora los dejo porque tengo que repetir mi mantra.
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