Joyas de catálogo
El hombre propone y Dios nos indispone. Esta sentencia no conduce a ninguna parte, salvo a su propia evidencia. Crisis climática, sobreabundancia de alimentos y hambre, ultraderecha en estado de exaltación que se solaza en la contemplación panorámica de futuras masacres... ¿Qué habría pensado John Dee (1527-1608), el hombre que buscó una escalera al cielo mediante el simple trámite de hablar con los ángeles, si le hubiera tocado vivir en nuestros tiempos? Tal vez lo mismo que pensamos hoy, porque todo presente se muestra insensato.
Joya de este Catálogo de opacidades puesto en valor, puede que hoy no se lo recuerde mucho pero en su tiempo fue una figura célebre. Para ubicarlo correctamente en su contexto (aunque una correcta contextualización de cada contexto es una tarea finita pero inmensurable y termina abarcando el cosmos entero, por lo menos este, que por expansivo es también limitado), habría que empezar la tradición hermética renacentista, de Marsilio Ficino y Pico della Mirandola (el anteúltimo Uomo universalis) en adelante. Pero no vamos a aburrir al lector con estos sufridos preliminares.
Dee fue un matemático que estudió los números en relación con los tres mundos de la cábala. En el mundo elemental inferior, abordó el número como tecnología y ciencia aplicada; en el mundo celeste, estudió los números en relación con la astrología y la alquimia y creyó haber descubierto la fórmula de una ciencia compuesta de cábala, alquimia y matemática, que habría permitido a quien la profesara subir y bajar por la escalera del ser, desde las esferas más bajas hasta las más altas; y en la esfera superceleste Dee conoció el secreto para invocar a los ángeles mediante operaciones matemáticas.
Ahora bien, si esas combinatorias permitían todos los tránsitos, el turismo del ser por todos los escalones de la divinidad, ¿cuál era la fórmula final, la que daba lugar al encuentro mismo con la Divinidad Suprema? ¿Cuál, la que cifraba su aniquilación o su sustitución y reemplazo? (quizá Dios es el gran calculista, él mismo un gran masón que guarda sus secretos bajo setenta veces siete llaves místicas).
No sabemos, finalmente, el motivo de la inconsecuencia de John Dee, mago y angelólogo. Quizá por sus muchas actividades. Asesorar a su reina, fundar el concepto “Imperio Británico”, establecer cartas de navegación para las mejores piraterías de su flota, estafar a Rodolfo II, rey de Baviera. ¿Cómo no rescatar del olvido a semejante joya?
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