Inconsistencias de la política exterior argentina
En las últimas semanas se registraron cambios en el Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto que culminaron con el pedido de renuncia a la canciller Mondino y la designación de Gerardo Werthein en su reemplazo.
Poco tiempo antes se realizaron cambios importantes, tanto en el Ministerio como en la representación del país en embajadas, y una clave como la Misión Permanente de la República Argentina ante Naciones Unidas en Nueva York, cargo de gran importancia. En un corto lapso, casi en simultáneo, se produjo la vacante en la Embajada en Estados Unidos por el traslado del embajador a dirigir la Cancillería. Rápidamente se designó un diplomático de confianza en la Misión en Nueva York, no así el cargo de la Embajada. Mientras ocurrían estos cambios, el nuevo canciller dispuso que se revisarán las conductas de todos los funcionarios a fin de verificar “si se ajustan a las políticas expresas del Presidente”, sumado el compromiso de reducir drásticamente el personal del Ministerio de Relaciones Exteriores y Culto. No hace falta mucha suspicacia para entender que se inició “una caza de brujas “explícita, celebrada por el Gobierno desde el Presidente hasta su núcleo próximo, como otro logro sumado a la aplicación de la motosierra, con una oposición atónita, pero bloqueada.
Mientras esto ocurre se registraron nuevas e impensadas conductas en los foros multilaterales, como las dos votaciones de Argentina en Naciones Unidas, en contra del reconocimiento de los pueblos originarios y luego rechazando el reconocimiento de la violencia de género, como uno de los problemas que se deben eliminar para mejorar la condición de los derechos de las mujeres y las niñas en toda su diversidad y avanzar en el desarrollo de los países.
Estas votaciones alejaron al país de posiciones tradicionalmente asumidas en los distintos gobiernos, independientemente de su signo político, y aisló a la Argentina del conjunto mayoritario de los países.
Estas conductas extremas de las que se jacta el Presidente, evidencian inconsistencias en la política exterior como el reciente cambio drástico y a pocos días de las anteriores votaciones frente al documento en el G20, y la relación con China. En la Cumbre de los jefes de gobierno y primeros ministros de los países del G20 que se realizó recientemente en Brasil bajo la presidencia del presidente Lula da Silva, a quien Milei denosta, Argentina no quebró el consenso y solo se limitó a expresar algunos desacuerdos. E incluso aceptó firmar el “Tratado por la lucha para acabar el hambre en el mundo”, que Lula promueve a nivel internacional y que los jefes de Estado del G20 firmaron. Pero las inconsistencias continuaron, porque concretó una entrevista con el presidente chino y después de denunciarlo y rechazar tener trato con él, no solo sostuvo la entrevista, sino que se comprometió a negociar con el gobierno chino y a visitar ese país y lo invitó a que visite Argentina.
¿Hay quienes se preguntarán, porqué no celebramos este cambio de actitud? A ellos debemos aclararles que estos vaivenes bruscos y que alteran la relación construida durante años, no solo afectan negociaciones donde se produjeron avances, como el apoyo al reclamo de la soberanía argentina en la islas Malvinas. También es algo que limita el interés de los capitales, sean privados, binacionales o multinacionales en invertir en un país con políticas cambiantes e inestables, que no necesariamente aseguran la permanencia de los beneficios y la continuidad de las condiciones en que se enmarcan esas inversiones.
Por eso, estas inconveniencias no podemos ignorarlas ni minimizarlas, porque tienen muy amplios impactos en la vida de toda nuestra población. Por eso es clave persistir en la lucha para recuperar los principios básicos de nuestra política exterior, que a su vez tiene un correlato en la política interior. La violencia de género sigue aumentando en el país. El Gobierno abandonó todos los programas, los desfinanció; esto es coherente con el cese de esta atención y prevención con la votación en Naciones Unidas. Tenemos que recuperar la movilización, tanto para que se recuperen estas acciones en el país como por el cambio de ese voto en Naciones Unidas. Debemos levantar la bandera. Basta de matarnos y de no reclamar esto para que se acabe en todo el mundo.
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