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La Conferencia Política de Acción Conservadora, CPAC es el mismo acrónimo en inglés para su nombre original Conservative Political Action Conference, nació en Estados Unidos en 1974 durante la emergencia neoliberal en el mundo, cuando los discípulos del profesor de la Universidad de Chicago Milton Freedman, se hicieron cargo de la economía de Chile donde domaron la inflación previa de 350% en 1973 y se privatizó decenas de empresas públicas, hubo desregulaciones, reducción de impuestos a los más ricos y a los aranceles de importación con 10% para cualquier tipo de producto. Tras el laboratorio de Chile, políticas económicas similares siguieron en Inglaterra con Margaret Thatcher en 1979 y en Estados Unidos con Ronald Reagan en 1981. Lo que en Sudamérica se llamó Chicago boys en Norteamérica se bautizó como reaganomics y fue el propio Ronald Reagan quien siendo exitoso gobernador de California dio el discurso inaugural de la primera Conferencia Política de Acción Conservadora.
Desde aquel 1974 todos los años entre febrero y marzo se realiza la reunión anual de la CPAC que viene teniendo como estrella nacional a Donald Trump, de hecho, su primer discurso en la CPAC de 2011 es considerado el comienzo de su carrera política profesional que lo llevó a la presidencia seis años después en 2016.
Como los Martín Fierro, la Conferencia Conservadora CPAC se expande y abre su sucursal argentina
También Donald Trump fue la estrella de la reunión de la CPAC 2024 en julio pasado en Washington donde Javier Milei pudo conocerlo y exponer por primera vez en ese foro. La próxima será el 19 de febrero de 2025, con ¿Trump presidente?
Como sucede con los Martín Fierro el evento anual de la Conferencia Política de Acción Conservadora se convirtió en una marca que trascendió su original propósito y juntamente con la reunión anual norteamericana se crearon reuniones anuales internacionales de la CPAC en países donde la derecha iba teniendo éxito electoral.
Hay desde 2019 CPAC Brasil que tuvo como orador principal de su primera reunión anual a Jair Bolsonaro, estrenando su flamante presidencia, y desde entonces todos los años se repite el evento que en julio pasado tuvo como orador invitado a Javier Milei.
También desde 2022 hay CPAC Hungría coincidiendo con la repetida consolidación de Viktor Orbán como líder absoluto de ese país con su partido Dios, Patria, Familia. También hay “subsidiarias” locales de la Conferencia Política de Acción Conservadora en países con interés estratégico como México, Corea del Sur, Australia y Japón (estos tres últimos fundamentales en la competencia con China).
Ahora Argentina también tendrá su Conferencia Política de Acción Conservadora, porque en palabras del jefe del organismo “el clima político actual en Argentina es el campo ideal para el debate de ideas conservadoras”, bajo el curioso título “¿Está Sudamérica preparada para derrocar al comunismo?”. El evento será el 4 de diciembre en el Hotel Hilton donde Javier Milei será el principal orador y algunos sueñan con que también participe Donald Trump como presidente electo de Estados Unidos (el electo asumirá el 20 de enero).
Mínimamente habrá un video especial de Trump para la conferencia, en Hungría lo hubo y ocho días después de la CPAC Argentina, el 12 de diciembre, se realizará la CPAC Japón donde ya está confirmado que Donald Trump hablará por videoconferencia.
Es indiscutible la influencia de Estados Unidos como partera, tanto primero de las ideas económicas neoliberales en los años 70, como la tendencia de líderes disruptivos conduciendo las ideas de derecha en el mundo con Donald Trump de inspirador.
“¿Qué tienen en común los líderes que asisten a la CPAC? Se presentan como outsiders de la política teniendo una narrativa antisistema. Están en contra del progresismo y la corriente woke a quienes acusan de romper los valores tradicionales de Occidente. Construyen un relato basado en un pasado mejor al que desean volver. Son un fenómeno en redes sociales. Y tensionan el sistema democrático adoptando posturas que promueven su desconfianza” (La Sastrería).
Un triunfo de Donald Trump en las elecciones del próximo martes en Estados Unidos generaría consecuencias muy relevantes en todo el mundo y en Argentina. Distinta hubiera sido la historia de la presidencia de Mauricio Macri y de la Argentina reciente, si Trump no hubiese sido presidente entre 2016-2020. Seguramente potenciará lo bueno y lo malo de Javier Milei en proporciones cuya combinación resulta imposible de prever, pero en todos los casos, de magnitud.
Si el malestar que produjo la Primera Revolución Industrial a finales del siglo XIX generó la emergencia en el siglo XX del comunismo y la exUnión Soviética que terminó fracasando, pero ayudando al capitalismo a mejorarse y humanizarse motivando el desarrollo del Estado de Bienestar y la socialdemocracia, quizás el malestar que genera esta Revolución Tecnológica, que al igual que la anterior primero potenció la desigualdad y la injusticia social, la emergencia de esta “internacional de derecha” contribuya a sacar del estancamiento al progresismo, dando un renovado impulso a sus fines actualizando ideas y corrigiendo los errores que hicieron surgir estas fuerzas reaccionarias.
Quizás, las más de tres décadas de la caída del Muro de Berlín dejando sin competencia al capitalismo, la Revolución Tecnológica y el aceleracionismo también de la pandemia del covid, condiciones de posibilidad concurrentes a este fenómeno, puedan estar llegando a su cénit augurando el futuro renacimiento de un nuevo ciclo de humanismo.
LLA sueña con tener a Donald Trump ya electo presidente el 4 de diciembre en Buenos Aires
“Todo lo sólido se desvanece en el aire”, escribieron Marx y Engels en el Manifiesto Comunista en 1848. En esa frase se referían a cómo el capitalismo removió con facilidad los vínculos feudales y patriarcales para instalar su forma de vida y producción. Pero Marx también marcaba la naturaleza autodestructiva de cualquier modernización.
Marshall Berman usó la frase del Manifiesto Comunista: “todo lo sólido se desvanece en el aire” para título del libro que publicó en 1982, allí decía: “Ser moderno es encontrarnos en un entorno que nos promete aventura, poder, alegrías, crecimiento, transformaciones de nosotros y del mundo pero, al mismo tiempo, amenaza destruir todo los que tenemos, todo lo que sabemos, todo lo que somos (...) una vorágine de perpetua desintegración y renovación, de lucha y contradicción, de ambigüedad y angustia. Las personas son propensas a creer que son las primeras y tal vez las únicas que pasan por esta experiencia, sin embargo, la historia demuestra que viene sucediendo hace quinientos años”.
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