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Harta ya de estar harta

. Foto: CEDOC PERFIL

Cada vez que se festeja algún día en especial, pienso en todos los otros días. Feliz día del amigo, feliz día de la madre, regalos, brindis, mimos. ¿Y los 364 días restantes? No es lo mismo que fechas patrias o cumpleaños, cambio de año, etc. Esas son marcas en el calendario de la historia personal y colectiva. Uno no cumple todos los días, ni tampoco el 25 de mayo se repite durante el año. Mientras que los festejos del animal, del abuelo, de la secretaria, ¿qué serían?, ¿un resarcimiento de las veces que no lo tenemos en cuenta? ¿Una excusa para celebrar? (válidas, siempre).

El día internacional de la mujer (hoy, justamente) es para pensarlo. Primero que no se festeja nada, tiene antecedentes de explotación, de abusos, de desigualdad. Algunos hombres bienintencionados regalan flores y claman “feliz día”. Lejos de criticarlos, desearía que así fuese, un día de alabanza, de endiosamiento, por qué no. Pero es una marcha. Una fecha para marchar, y eso ya la diferencia de todas las demás. Es una marcha de miles y miles de pasos en la Historia. Una marcha que continúa, desde 1908, cuando marcharon 15 mil obreras  con la consigna “Pan y rosas” reclamando mejores salarios y condiciones de trabajo. Pero Simone de Beauvoir advirtió: “No olvidéis jamás que bastará una crisis política, económica o religiosa para que los derechos de las mujeres vuelvan a ser cuestionados. Estos derechos nunca se dan por adquiridos, debéis permanecer vigilantes toda vuestra vida.” Esta frase no podía ser más actual. Vale para todas las luchas y sus logros. La reversión (como lo demuestra el presente) forma parte de la historia cíclica. Si hubiera más espacio en esta columna, podría terminar con todas las veces que aparece en el libro La mujer rota (también de Simone) la palabra “harta”. Las acabo de contar: sesenta, y de corrido.