torpezas

Gracia y desgracia

Anonymous Foto: Pexels | Paras Katwal

Me acordé de un sketch de Calabromas que hacían Jaimito Cohen y el propio Calabró. Padre e hijo entraban en un negocio. El chico se ponía impaciente (eso estaba también en Balá) y la impaciencia lo ponía inquieto. Temiendo que rompiera algo, el padre se decidía a sujetarlo. Entonces empezaban: el padre a perseguir y el hijo a escurrirse. Y terminaban rompiendo todo.

La misma idea, o una muy parecida, apareció después en un sketch de Raúl Portal llamado “El caco”. Portal irrumpía en cierto lugar (por ejemplo, en un depósito), convencido de la presencia de un caco. Para descubrirlo y atraparlo y evitar que hiciera daño, se lanzaba a una búsqueda frenética. El caco no aparecía (era más bien una idea suya) y él terminaba rompiendo todo.

Ensayo de negación

¿Por qué me acuerdo justo ahora de aquellos viejos sketchs, que ni siquiera eran mis favoritos entre los programas de humor de aquel entonces? Tal vez porque recupero esa nítida percepción del absurdo: el disparate y el ridículo de quien, queriendo corregir una conducta, o queriendo evitar cierto mal (que ni siquiera está claro que exista), no atina a hacer otra cosa que destrozar: destrozar, destrozar, destrozar.

Daba risa, de eso se trataba. Era absurdo, era ridículo, era un disparate: ¡romperlo todo, para prevenir algo! Era el colmo de la insensatez y la torpeza, un desparramo de violencia estéril, el show del desencajado que pretende hacerse cargo de todo pero no puede ni consigo mismo. Traspasado a la realidad, ya no da tanta gracia. En verdad no da ninguna.