Entre la innovación y el piloto automático
Qué va a hacer este gobierno ante un mundo que no va hacia la liberalización total del comercio, sino hacia políticas proteccionistas y guerras comerciales.
“Insertarse en el mundo” era una frase típica de cualquier candidato en campaña. Se suponía (y se suponía mal) que la Argentina no era parte del mercado y la política mundial. Entonces, había que “reinsertarla” allí de donde se había desconectado (o peor aún, caído). De ese tipo de promesas recordamos las “relaciones carnales” de Carlos Saúl o la alianza con “los emergentes” (o sea, la venta de soja a China) de la “década ganada”.
Lo cierto es que este presidente vino con una idea distinta: el mundo está gobernado por el comunismo. El propio EE.UU. estuvo tomado, hasta hace días, por el poder bolchevique. Por lo tanto, no hay que insertarse en ningún lado, sino transformar el statu quo para “las ideas de la libertad”. Y quién sino él, que se anima a decir estas verdades, tan evidentes, en cualquier foro en que lo pongan a hablar, para liderar la restauración. Milei nos propone cambiar radicalmente la agenda diplomática argentina y colocar al país, además, como el líder mundial de la reacción ultraconservadora. ¿Qué hay de todo eso? Muy poco, realmente… Vamos por partes.
Empecemos por lo más básico: los socios comerciales. Toda la campaña giró en torno a la asociación estratégica con EE.UU., en primer lugar, Israel en segundo y Europa en tercero. China y Brasil eran la sede del bloque soviético, por lo que ni siquiera iba a sentarse con ellos.
Pero la realidad es muy diferente. De 21 acuerdos comerciales que lleva firmados este año la Argentina, un tercio es con los países del Mercosur (o sea, con Brasil). El único país (país, no organismo de crédito) del que se lleva plata contante y sonante es China. Por eso, en la cumbre del G20 se reunión con Xi Jinping y no con algún funcionario norteamericano. Lo cierto es que lo único que formalmente, y con firma, hizo Argentina este año con EE.UU. es renovar el tratado marco de 1997. O sea, nada.
Argentina ha firmado dos acuerdos con Israel, pero ninguno que mueva a la economía. Uno de aeronavegación y, el otro, para que los emigrantes argentinos allá, en lugar de la cobertura social y previsional israelí, reciban la de Argentina. O sea, nos transforma en mano de obra migrante barata, con plata “de la nuestra”. Los otros países con los que se elaboró tratados son Japón, Perú, Turquía, Filipinas, El Salvador (un acuerdo de intercambio cultural), Países Bajos y Emiratos Árabes Unidos (cuyo contenido permanece secreto). Eso es todo, según la propia página oficial. Muy poco para alguien que pretende liderar el mundo y, sobre todo, con los mismos socios de siempre.
Veamos ahora el contenido de esos acuerdos y relaciones. ¿Son un cambio en la relación económica? Empecemos con los EE.UU. La Argentina tiene con este país una relación históricamente conflictiva. Siendo el primer productor mundial de cereales y soja, el vínculo no puede ser complementario, pero tampoco puramente competitivo: la Argentina no puede venderle productos agrarios, pero necesita comprarle manufacturas e insumos industriales. En los últimos años, se desarrolló un mercado de exportación para el petróleo y el aluminio crudo, el litio, el oro y los famosos limones. Pero, hasta el momento, eso no resulta suficiente para equilibrar la balanza. La victoria de Trump, en términos comerciales, va a agravar los problemas. Primero, porque va a subir los aranceles a los artículos importados y va a estimular la producción local, sobre todo la energética. Segundo, porque va a intentar valorizar al dólar y subir las tasas de interés, para atraer capitales, lo que va a erosionar el plan de sobrevaluación del peso y de atracción de inversiones que tenía pensado el gobierno libertario. Tercero, porque la búsqueda de acuerdos bilaterales de preferencia comercial va a perjudicar el juego a dos puntas que venía realizando el país. Contra todo esto, lo único que puede esgrimir a su favor es una promesa de votar en favor de liberar fondos del FMI.
Con China, las conversaciones reiteran lo que venía haciendo el kirchnerismo: extracción de litio y exportación de carne aviar y porcina a cambio de importaciones industriales. Lo mismo con Japón: se firmó un acuerdo que abarca once ítems y todos sobre producción argentina de materias primas. Y con Perú, el acuerdo es para importar conductores de Uber (no técnicos, ingenieros, médicos.…). En cuanto a los siete tratados con los países del Mercosur, se trata de la solicitud de una baja de aranceles para la venta de productos químicos y farmacéuticos.
Con la relación Mercosur-Europa se abre una fuente de conflicto. Por un lado, porque la propia UE está dividida sobre la firma de un convenio de libre comercio con el espacio sudamericano. Alemania lidera el avance sobre el acuerdo, mientras Francia e Italia (algo dividida) se oponen al aumento de las importaciones agrarias, en nombre de los agricultores locales. Argentina acaba de recibir a Macron y Meloni, justamente, para hablar de estos temas, porque hace tiempo que el país busca esmerilar el Mercosur para poder firmar, ella sola, acuerdos de libre comercio con EE.UU. y… China.
Como vemos, en términos del contenido, Argentina no se ha movido un centímetro de su diplomacia comercial histórica. Sigue operando como un país exportador de materias primas y consumidor de manufacturas, insumos industriales y bienes tecnológicos, sin ninguna voluntad de alterar ese lugar.
En donde el asunto se vuelve algo más interesante es en el aspecto político. Queda claro que hay un conjunto de líderes que expresan un intento de cambio de la agenta global: una corriente abiertamente conservadora, que viene a liquidar lo que queda de derechos laborales y organizacionales de la población trabajadora. Nos referimos a ellos en otro artículo publicado en este mismo medio (“La internacional del terror”). Como parte de esa avanzada, Milei encuentra un lugar. Un lugar que obedece más a quienes están enfrente que a las coincidencias que pudiera tener. Milei, en la política norteamericana, es un neoconservador, y Trump es un nacionalista. El discurso del primero en Mar-a-Lago resucitaba el espíritu de Reagan y Bush, cuyos descendientes votaron por Kamala. A su vez, Meloni y Le Pen se parecen más a Guillermo Moreno, Duhalde o López Rega que a Álvaro Alsogaray. Es decir, la nueva ola tiene unas particularidades para las que Milei llega con 30 años de retraso. Eso se ve claramente cuando recibe a Zelenski y se la pasa denostando a Putin y a Corea del Norte, mientras Trump asegura que quiere conversar con ellos y poner fin a la guerra. En el colmo de la desorientación, votamos con Irán, Rusia, Nigeria y Corea del Norte contra un acuerdo para poner fin a la violencia digital contra la mujer.
Tiene Milei, en su favor, ser el único de la “internacional del terror” de Sudamérica. Y, en contra, que Sudamérica no tiene ninguna importancia. Además, de ganar Bolsonaro las elecciones en Brasil, Milei pasaría a un tercer o cuarto orden. Ni hablar de un triunfo ultraconservador en México.
El caso es que la Argentina es un país muy pequeño en el concierto mundial, sin una economía importante, un lugar geográfico estratégico ni influencia militar alguna. Por lo tanto, sin cambiar la matriz productiva en forma activa y librando todo al mercado (o sea, en piloto automático), no tiene ningún rol activo en el concierto mundial y debe seguir la corriente. En ese contexto, solo queda hacer gestos ampulosos y generar escándalos para llamar la atención. Fuera de eso, la gran pregunta, sin embargo, es qué va a hacer este gobierno ante un mundo que no va hacia la liberalización total del comercio, sino hacia políticas proteccionistas y guerras comerciales.
* Doctor en Historia. Docente UBA y UNSL, investigador del Ceics y miembro de Vía Socialista.
También te puede interesar
-
Perspectivas de negociación para pacificar la guerra de Rusia contra Ucrania
-
Un león no se va del Serengueti
-
Expresiones de un ministro que remiten a un ominoso pasado
-
Argentina 2025: un nuevo año sin Presupuesto
-
Fronteras que complican y separan
-
“América del Sur es una zona de paz, diversidad y creatividad”
-
En el espejo de Caruso Lombardi
-
Domingo
-
La misma cultura con otro discurso
-
Los haikus y el cambio climático