aguas

Encuentro cercano

Imagen ilustrativa | Paisaje | Atardecer Foto: Pexels | Bruno Scramgnon

Lo imprevisto siempre es incomprensible, y esa caída lo había sido. Una caída cómoda. Más parecida a un escape triunfal. Todavía escucho el ruido. Un estruendo, y salpicando. Ahora bien, qué había caído y cómo, no tenía la menor idea. No había dudas de que había sido a mi lado, haciéndome tambalear. Más bien al kayak. Yo venía remando tranquila cuando esa masa inespecífica se hundió en el agua despertando al mismísimo río. Pensé en los perros. El negro nadador. Cojo y todo, nada hasta donde lo llamen en busca de algún asadito. Pero era distinto, un golpe más seco, y sin señal de ladrido. Acomodé el remo, y fue entonces que lo vi salir por los juncos, una salida posible en la vida cuando no hay por dónde.

El hombre que quería alcanzar el carpincho siguió corriendo. ¡Suerte!, le grité desde el agua

Era un carpincho. Lo perseguían unos perros y se lanzó al agua para salvarse de tener que enfrentarlos.  Asomó la cabeza a unos metros de mi kayak, dio la vuelta, me miró con la parsimonia que los caracteriza, y se deslizó hacia la costa. Por el camino se asomó un hombre sobresaltado, y viéndome en el agua, empapada sin razón, creyó comprender lo que estaba pasando. Entonces me preguntó, con la ansiedad de un niño que descubre un animal nuevo: “¿Pasó un carpincho? ¡Hace años que vivo en la isla y no había visto ninguno!” Confieso que yo tampoco, aunque sabía de una mamá carpincho que paseaba con sus crías por la noche cuando los humanos se adentraban en sus casas. El hombre quiso encontrarlo y siguió corriendo, quizá para entender por qué a los humanos les cuesta relacionarse con los animales, por qué son sus mayores depredadores, por qué los aplastan con sus megaproyectos, por qué los animales huyen, temen, se extinguen; por qué se mueren intoxicados como tantos peces que ahora yacen en la superficie de los ríos, por qué se incineran en los bosques quemados. Recuerdo el poema de Silvina Ocampo, en su libro Enumeración de la patria (que bien podría ser un himno), la parte que refiere al Delta: “A veces he dudado que tu agua sea de agua, que pueda naufragar mi cuerpo o la piragua, y tienes que mostrarme flotando por tus cauces, para saberte de agua, la rama de los sauces”.

El hombre que quería alcanzar al carpincho siguió corriendo. ¡Suerte!, le grité desde el agua porque comprendí que era un ejemplar humano distinto, de los que promueven el encuentro. La maravillosa cercanía.