En periodismo, militar y preferir no constituyen la misma conducta
El Correo de hoy incluye una carta del lector Osvaldo Oscar Albano, habitual visitante de estas páginas, en el que hace referencia al periodismo militante, tema acerca del cual este ombudsman se explayó largamente en su columna del pasado domingo 21. En su envío, Albano plantea que Jorge Fontevecchia, autor de las contratapas editoriales de este diario, manifiesta su orientación a favor de uno de los precandidatos a la Presidencia para las próximas PASO en el marco de Juntos por el Cambio. Afirma el lector que el editorialista expresa una postura favorable a Horacio Rodríguez Larreta y la califica como una “prueba irreversible de su ‘periodismo de trinchera’”. Debo decirle al lector que en mi opinión, no se trata de periodismo militante, sino de la expresión de la preferencia que Fontevecchia ha puntualizado en varias oportunidades en el marco de las políticas que exhibe el PRO. No es lo mismo militar que preferir. En este caso, el autor del artículo no viola uno de los principios éticos que deben regir para quienes ejercemos este oficio y los medios que cobijan nuestra tarea.
Es interesante revisar el trabajo elaborado por Elba Clarisa Condorí, “El rol del periodismo en los procesos electorales”, presentado en el marco del XXI° Congreso de la Red de Carreras de Comunicación Social y Periodismo realizado en la Universidad Nacional de Salta en 2019. Dice en el resumen inicial: “La desinformación y la difusión de noticias falsas en tiempos de elecciones incide negativamente en la contribución del periodismo a la democracia y le quitan valor a su tarea fundamental, que es la de brindar información verificable, máxime, si se tiene en cuenta la influencia que ejercen en la manera de votar de las personas. Al periodismo le cabe analizar su función informativa para no ser arrastrado por la vorágine actual en la que todos filman a todos y divulgan el material obtenido cuanto antes en las redes sociales, con el agravante, que en la mayoría de los casos, refiere a la vida privada de los candidatos, con aristas ligados a la polémica y al escándalo”.
Y agrega: “Este fenómeno alimentado por las posibilidades que brindan las nuevas tecnologías acarrea funciones nuevas a los diferentes actores involucrados: el periodismo debería hacer uso de todas las herramientas disponibles para combatir los riesgos, como la verificación de la información y de chequeo de datos. Los medios de comunicación deberían ser mediadores imparciales del discurso público entre quienes tienen el poder político y los ciudadanos a quienes sirven en un contexto democrático; los electores, por su parte, deberían también estar alertas para no entrar en el circuito de producir y consumir noticias falsas”.
“Cuando los medios se alejan de lo esperable –señala la autora–, más que mediadores se transforman en recursos que sirven al poder político por medio de prácticas alejadas de la ética periodística, y al fin de cuentas terminan operando a favor de un determinado partido político, ideología o candidato”.
El siguiente párrafo calza a la perfección con lo que venimos observando en buena parte de los medios alineados con el Gobierno o con la oposición: “En cuanto a los candidatos políticos, en general, no abundan propuestas o la discusión de ideas para solucionar los problemas de la gente, sino por el contrario se apela a la descalificación del rival mediante artimañas y procedimientos de diversa índole, lo que provoca una sensación de vacío e indignación en los electores ante la falta de una plataforma seria de ideas. La política bien entendida está siempre al servicio de los demás, exige honestidad y transparencia de los actos de quienes la practican”.
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