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Elogio del gerundio

Teclado Foto: Unsplash | Anas Alshanti

En estos tiempos de iracundo presente, donde cada vez hay más escisiones, rivalidades, competencia, donde el mundo parece en retroceso histórico y retórico, la violencia se regodea con la falta de entendimiento y la polarización, la supremacía del yo (selfies) obnubila hasta al prójimo, el recalentamiento global se asemeja al enfurecimiento humano, la belicosidad le gana a la paz mundial, el odio es sin oídos, la ganancia predomina por sobre la vocación, la juventud es explotada y la vejez subestimada, en fin, la lista podría continuar, pero la vida es bella y el mundo más aún, por lo que preferiría detenerme y ojalá también el mundo lo hiciera, calmara sus apetitos de autodestrucción y que se restablezca el sentido sin necesidad de fanatismos  y creencias que dividen más de lo que sostienen.

Uf, a veces hay que dejar que las frases dispongan. No siempre se puede nombrar lo que obstruye el pensamiento. Escribir sin pensar puede ser una forma de expresar la desazón y el desconcierto. Buscar una salida. A tiempo. O: con tiempo. ¿Será una cuestión de tiempos?

Si al principio fue el verbo, sigamos verbalizando. Y ahí es adonde quería llegar, adonde estoy llegando. Y lo hago nombrando el tiempo que quisiera reivindicar (ya lo hice tres veces desde que comenzó el párrafo): el gerundio. Es un tiempo desmerecido por muchos, sobre todo correctores. En alguna de mis novelas muy “agerundiada”, me lo han señalado como inadecuado. Los editores probablemente tenían razón. Me pregunté por qué tendía al gerundio. “Andando”, “estando”. ¿Qué me impulsaba a conjugar el mundo de esa manera? Allí donde otros despreciaban su cadencia, la hondonada de la terminación, yo advertía movimiento, constancia, vaivén, inclusión.

Conseguí deshacerme de algunos, sin temor a reincidir en otros. Me amparé en Macedonio Fernández, tan propenso al gerundio, quizá porque su nombre lo parece.

Paradojas de la actualidad

Veamos algunos argumentos a su favor. El gerundio es una forma no personal del verbo. O sea que se mantiene igual para todos, no se conjuga. Ni yo, ni tú, ni él. Ninguno se queda afuera; tampoco nadie lo encarna. Segundo atributo: es apto a la perífrasis. Acompaña, descomprime. En lugar de “ella goza”, el tiempo se toma su tiempo: “ella está gozando”.

También alcanza el adverbio. Y fíjense de qué manera, en el memorable comienzo de Rayuela, de Cortázar: “andábamos… sabiendo”.

Antes dije que era una forma no personal del verbo, también lo es no finita.

O sea, no se rige por la persona, el modo, ni el tiempo. Es un presente continuo, dure lo que dure. Y admite la simultaneidad: “yendo a un lugar, advirtió que…”.

Entonces, ¿cuál es la condena? ¿Por qué cercenar una modalidad que incita a proseguir en lo mismo, que no apura la acción, que atenúa el consumo del instante?

Ahora que se escuchan discursos por todas partes, presten atención. Gana de lejos la primera persona y el imperativo.  Las alocuciones son simples, pavas; lo más importantes parece ser desterrar al otro, desautorizarlo. La megalomanía es aterradora, aburrida. La falta de creatividad en la palabra, de precisión, hasta de musicalidad, es indicio de humanidad empobrecida. Los nuevos mandatarios y candidatos parecen integrar un gran reality. Y los hilos son los tuits; Maduro proclamando un “soy”, Putin, repudiando a un “somos”; Trump discriminando razas, Netanyahu liquidándolas. Y todos hablando en nombre de Dios, de la misericordia, de la justicia, de la igualdad. Es rarísimo. No condicen. El reality de los discursos y la realidad de los actos.

Pero hay otras palabras. Las del intercambio, las que andan sueltas, buscando enlazar a las personas, enaltecerlas. Palabras que escucho en la calle, en los bares, en las plazas. Palabras que nada tienen que ver con los discursos imperantes, el coaching, la elocuencia demagógica; el escupitajo del poder. Y con ellas estoy intentando escribir este artículo, dejándome llevar por lo que me indiquen.

Llegando a la conclusión de que mejor seguir estando juntos, reuniéndonos, viéndonos, comiendo, hablando, jugando, sin perdernos la posibilidad de convivir en el tiempo que nos toca, cuidándolo.