opinión

El poder del 30% que gestó a Milei

Espejo. Lo que Milei dice lo decían antes quienes lo eligieron. Un tercio sirve para blindarlo, pero no para generar confianza y futuro. Foto: NA

Existe un tercio de la sociedad que viene marcando el ritmo de este tiempo. Es una importante minoría que da señales de existencia desde hace años y que asumió el poder el 10 de diciembre pasado de la mano de quien mejor la espeja.

El origen del tercio. El 30 es el porcentaje que votó a Javier Milei en las PASO.

El 30 es el porcentaje que lo volvió a votar en las elecciones generales.

El 30 es el porcentaje que lo ratificó por tercera vez en el balotaje y que consiguió sumar a otro 26% de la sociedad que eligió a Milei por algún tipo de afinidad, o como última instancia para que no ganara el peronismo.

Diez meses después, y pese a que ese 30% obtuvo una representación minoritaria en el Congreso (39 diputados y seis senadores), el oficialismo logró impulsar y sostener un megapaquete de leyes y decretos, pese a una oposición muchas veces mayoritaria.

Incluso, ese 30% original y legislativamente limitado pudo construir un tercio de apoyo en el Parlamento, capaz de bloquear cualquier intento de la mayoría de frenar los vetos de Milei sobre las leyes que se aprueban. Como la de los jubilados y las universidades públicas.

Tiendo a cargar responsabilidades sobre los sectores sociales que otorgan la representación y no tanto sobre los representantes, porque creo que estos son consecuencia y no causa de los procesos históricos.

Los estudios anuales de Latinobarómetro venían mostrando que un tercio de los argentinos ya no cree...

Aunque reconozco la utilidad de los líderes para encarnar las pasiones, intereses y expectativas de cada sector, y lo importante que pueden ser para acelerar o demorar esos procesos. Y, en especial, entiendo lo útiles que al final son cuando se los convierte en chivos expiatorios para esconder las culpas y responsabilidades de quienes los eligieron para espejarlos.

Por eso, la cuestión es cómo se gestó y a qué sectores aglutina este tercio que eligió a Milei para dar un combate cultural, económico y político inédito en democracia.

¿De dónde salió este 30% que se siente bien reflejado en un Presidente que trata de “nido de ratas” al lugar donde debaten los representantes de toda la sociedad? ¿Cómo esos sectores llegaron a empatizar con discursos violentos e insultantes? ¿Cuándo se convencieron de que el Estado es la causa de todos o casi todos los males? ¿Desde cuándo tanto malestar con la democracia?

Encuesta premonitoria. Lo cierto es que hay evidencias de que ese porcentaje de argentinos no surgió de la noche a la mañana.

Algunas de esas evidencias se fueron mencionando en esta columna a través del tiempo. En general, vinculadas a los resultados del mayor y más serio estudio anual sobre conductas sociales y políticas realizado en el continente por Latinobarómetro, una entidad sin fines de lucro que desde 1995 lleva hechas 430 mil entrevistas en América Latina. Sus resultados son tomados por gobiernos, intelectuales, economistas y empresas, y cada año son anticipados por The Economist.

El último informe difundido recientemente es sobre 2023 y se basa en 19.205 entrevistas cara a cara en diecisiete países. Las de Argentina se hicieron antes de que Milei ganara las PASO.

... en el sistema de normas democráticas. Ese tercio encontró en Milei a su mejor representante político

Sus resultados volvieron a mostrar lo que ya señalaban estudios anteriores: alrededor de un tercio de los argentinos estaba dispuesto a romper con las reglas de juego conocidas desde la recuperación democrática.

Según la encuesta, un 33% de los argentinos no cree en la consigna de que “la democracia es preferible a cualquier otra forma de gobierno”. Ese tercio está compuesto por un 15% que dice que le da lo mismo un régimen democrático que uno no democrático y un 18% que responde que “un gobierno autoritario puede ser preferible a uno democrático”. Este 18% implica un crecimiento de cinco puntos sobre la medición previa a la pandemia y ubica al país entre los cinco en los que más creció esta opinión.

La Argentina autoritaria. Lo interesante de esta encuesta es que presenta múltiples entradas sobre el mismo tema, que sirven para configurar el verdadero perfil de los encuestados.

Por ejemplo, también se pregunta si se acuerda con la afirmación “No me importaría que un gobierno no democrático llegara al poder si resuelve los problemas”. El 38% de los argentinos dice aceptar esa posibilidad.

Un 28% coincide con que “en caso de dificultades está bien que el Presidente controle los medios de comunicación”. Un 26% reconoce que apoyaría a un gobierno militar. El 34% dice que puede haber democracia sin partidos políticos.

Se trata de alrededor de un tercio de argentinos que ya venía apareciendo en los estudios de años anteriores y que no siente mayor apego por la democracia. Son sectores que, al igual que en otros países de la región, cruzan a distintos estratos sociales, etarios y de sexo.

Hay que marcar que en casi todas las evaluaciones, la Argentina cuenta con una mayoría de encuestados que explícitamente defienden el sistema democrático, en porcentajes superiores al promedio de la región y, en general, liderando esas ideas junto a países como Uruguay, Costa Rica y Chile.

Sin embargo, hay preguntas sobre la utilidad de los partidos políticos y sobre la satisfacción democrática en las que la mayoría es crítica. La diferencia es que mientras que esa mayoría no promueve la ruptura del sistema, hay un tercio que sí considera que no hay forma de mejorar su situación dentro de la actual institucionalidad.

Milei solo era impredecible para quien no lo quería ver

Por eso el título de este último informe de Latinobarómetro se denominó “La recesión democrática en América Latina”: “Se llama así porque se trata de un período negativo de la historia de la región (…) Cuando se pierde el apoyo (a la democracia), suele instalarse la bronca y la demanda de mano dura, se eligen alternancias y se aplauden gestos autoritarios como los de Bukele. Se de-sechan las características de la democracia en pos de la solución de los problemas, no importan los partidos políticos, ni la libertad de prensa, y tampoco interesa que se sobrepasen las leyes, ni siquiera preocuparía tanto un gobierno militar.”

Sobre el caso argentino, anticipaba: “Existe una mayoría que quiere la democracia sin tapujos, aunque su minoría autoritaria y populista sea sustantiva, representando a un tercio de los ciudadanos.”

Democracia de baja calidad. Ese tercio del que advertía el último estudio de Latinobarómetro también aparecía antes. La novedad es que en 2023 ese tercio encontraría en Milei la representación política que buscaba, logrando sumar a otro porcentaje de argentinos para llegar al poder.

Es el tercio que en cada encuesta anual mostraba su desinterés por la democracia y sus simpatías autoritarias. Es el mismo tercio que hoy habla por boca de Milei. Si él hubiera sido consultado para esas encuestas, sin dudas habría formado parte de ese porcentaje. Porque Milei es sólo su corporización. Al igual que el tercio de los diputados que esta semana apoyó su veto universitario.

Una primera pregunta es por qué estos cuarenta años de democracia que dejaron atrás décadas de violencia y golpes de Estado, volvieron a gestar a sectores sociales que retoman valores autoritarios. Qué tantos errores cometieron los actores sociales y políticos predominantes en estas cuatro décadas y cómo las transformaciones económicas del mundo afectaron al crecimiento del país y a sus instituciones.

El segundo interrogante es qué futuro puede tener una nación gobernada vía decretos y vetos, en base a los intereses y convicciones de un tercio intenso de la sociedad. Qué confianza puede transmitirle al mundo una democracia de baja calidad.

No creo que haya futuro sin confianza. Ni confianza sin previsibilidad.

Un tercio de la sociedad puede alcanzar para llegar al poder y para blindar a un Presidente.

Pero un tercio de los argentinos no alcanza para construir una suerte de país normal que deje de ir de banquina en banquina cada cuatro años.