opinión

El peronismo y sus aniversarios

Otro tiempo. Bullrich con Martín Yeza, el ejecutor de la línea dura macrista. Foto: NA

Le sobran los aniversarios al peronismo, pueden celebrar tres o cuatro por semana: siempre hay algo para recordar en 80 años de existencia. Una costumbre vinculada al ejercicio militante, señal de vida también. Tanta oferta de efemérides explica la rala presencia en el aniversario de la muerte de Juan Perón, algo de hartazgo quizás en la Catedral esta semana con un recuerdo que no convoca siquiera a los veteranos sin ocupación que aprovechan la jornada para irse de la casa. Ni un sindicalista, gordo o flaco, como muestra de que la CGT ya no existe, menos un delegado de la calle Matheu; la nave religiosa ofrecía clima de velatorio, aunque se reconozca que muchos no sabían de la misa convocada para el General. Ni una señal para la viuda Isabel, menos observación de aquel 55 en que los mismos devotos partidarios estuvieron a punto de quemar ese edificio católico que, al costado, guarda los restos del general San Martín. La mala memoria de los años. Porque no se olvida, se los vio a Teodoro Funes, Alberto Tell, el reaparecido Chiquito Arnold, Pascual Albanese y, tarde, aterrizó con su banda Guillermo Moreno. Un clásico.

Pocas figuras en la Catedral porteña en la misa por el aniversario de la muerte del General

Otra promoción y despliegue, en cambio, se registró en el Tasso de San Telmo, donde Pepe Albistur –seguramente habrá ido a bailar tangos en otra época– organizó una cita publicitaria con la excusa de presentar un libro ajeno que sirva para mantener la candidatura de su esposa en alguna lista, Victoria Tolosa Paz, ya conocida como “Golosa Paz”, autora de una frase memorable –“en el peronismo se coje mucho”– que han seguido a pie juntillas José Alperovich y Fernando Espinoza, entre otros. Por supuesto, logró la asistencia de alguien superior a cualquier parentesco, el puntano Alberto Rodríguez Saá, más identificable por las zapatillas que portaba y el chaleco colorado con el que se había envuelto. Atuendos juveniles discordantes con el trasiego de los últimos años en el poder según consta en su rostro. Lejos en preocupaciones, sin embargo, de otro amigo del anfitrión, el expresidente Alberto Fernández, nada inquieto por ahora, de las causas por los seguros que afectan a sus amigos millonarios. También apartado en apariencia de aquellas seis horas de grabación documental que había prometido divulgar su esposa Fabiola con “la Verdad” que se han esfumado al igual que aquellas cintas grabadas que desaparecían a los cinco minutos de escucharse en un famoso film de aventuras. Mismo destino del testimonio presunto que había anunciado la wedding planner Bárbara Diez sobre su experiencia matrimonial con Horacio Rodríguez Larreta, un escándalo –según ella misma– que se perdió en el aire, en el olvido. Y no afectan al futuro casorio del exjefe de Gobierno con una pimpante colaboradora.  Curiosamente, nunca las mujeres separadas de un obrero humilde formulan este tipo de predicciones impúdicas, deslizan delitos pasados de sus parejas que, vaya uno a saber, luego no se cumplen.

Más de uno se interesaba por saber si en Olivos, en la residencia presidencial, Javier Milei había recuperado su pasión por el fútbol y, como Néstor Kirchner, había habilitado la cancha para jugar con amigos. Parecían más interesados en estas cuestiones domésticas, en los invitados a patearle penales, que en la estabilidad del Gobierno o el proyectado conflicto entre el ministro Luis Caputo y su ahora colega Federico Sturzenegger. “No se saludaron ni el día de la jura”, señalaban con insidia. También se solazaban con la crisis en el PRO o lo que queda de ese partido, con interpretaciones varias sobre Patricia Bullrich y Mauricio Macri. Un conocedor de ambos contendientes, señaló: “No sé cómo termina ese lío, ni quién gana. Solo quiero decir que a Mauricio no sé si lo quiero como amigo. Pero estoy seguro, convencido, de que evitaría lo posible para que no se convierta en mi enemigo”. Otro vaticinio.

“A Mauricio no sé si lo quiero como amigo, pero seguramente no como enemigo”

Como en el Tasso se presentaba un libro del Abal Medina senior (hoy arrastrando serias complicaciones pulmonares) que alguna vez estuvo a la vera de Perón, participó su hijo exministro y confeso de recoger adhesiones dinerarias (más o menos como la Justicia ahora intenta liberar de culpas a los empresarios en la causa de los cuadernos) y, como invitado, le hicieron decir unas palabras a Jorge Asís, quien nunca niega una mano por aquello de que “un caballero es quien debe abrazarse a las causas perdidas”. No entendió esa frase el gobernador Ricardo Quintela, más conocido como “el Gitano”, quien se ha propuesto en sus ratos lúcidos, transformarse en el mayor crítico del gobierno Milei, encendido y furioso. Como ejercicio vale escucharlo a quien ya hace circular en La Rioja una cuasimoneda al 50% de su valor original y pretende imponer una reforma constitucional en la provincia, también conocido por la cantidad de “hijos” que tiene en su administración para que ésta funcione con eficacia. Si es que eso ocurre. Hombre de raros momentos, según quienes lo conocen, y hoy dispuesto a pelear en el peronismo con más ira que Axel Kicillof, al que sus críticos le reprochan dificultad para hablar y hasta para leer, como se advirtió en un último acto en el que para la plebe mostraron una tregua con Máximo Kirchner que nadie respeta y comparte. Y que se hará más fogosa.