opinión

El nuevo ‘Napoleón’

‘THE ECONOMIST’: Hizo la tapa con Trump pisando el globo y el humor creyendo que iba a ser coronado. Foto: cedoc

Quizás sean especulaciones tan fallidas como aquellas que pronosticaban que en el año dos mil las computadoras iban, aunque momentáneamente, a colapsar por el cambio de un milenio en sus fechas. Y quienes proyectan el inicio de una nueva era mundial a partir de la asunción de Donald Trump estén exagerando.

La revista The Economist –indiscutiblemente liberal en lo económico– le dedicó su última tapa con su figura pisando el globo terráqueo en una clara alusión a la voluntad de crear un imperio ampliando el marco geográfico de su nación. Y el humor mostrando un Trump que se prepara para ser coronado como emperador al estilo de Napoleón el 2 de diciembre de 1804, quien sí logró modificar el orden geopolítico mundial vigente, pero era un belicista ilustrado que creó el colegio secundario y el más conocido de los Códigos Civiles del mundo, aspectos en el que no hay comparación con Trump.

Para The Economist el expansionismo territorial que propone Trump significa un cambio en la política internacional norteamericana de los últimos 80 años: “El segundo mandato de Trump no sólo será más perturbador que el primero; también suplantará a una visión de la política exterior que ha dominado a Estados Unidos desde la Segunda Guerra Mundial.  Durante décadas, los líderes estadounidenses han argumentado que su poder conlleva la responsabilidad de ser el defensor indispensable de un mundo hecho más estable y benigno por la democracia, las fronteras establecidas y los valores universales. Trump abandonará los valores y se centrará en acumular y explotar poder.”

Describe a su política internacional como “diplomacia madmen” por el cual “comportarse como un ‘loco’ sea una fuente de ventaja. Los israelíes y los palestinos finalmente acordaron un acuerdo sobre Gaza porque él creó un plazo al amenazar con que ‘se desataría un infierno’ si fracasaban”.

La hipótesis de un Estados Unidos abandonando a Europa a su suerte permitiéndole a Putin quedarse con parte de Ucrania y Georgia, y a China con Taiwán y el Mar de China desde Japón hasta Vietnam, para poder él mismo anexar Groenlandia, Canadá y el Canal de Panamá, crearía un mundo regido por la fuerza y no más los valores.

Parece un proyecto disparatado y además irrealizable, pero en el libro Síndrome 1933 publicado en Europa durante  la primera presidencia de Trump –del que dimos extensa cuenta en la columna de ayer – se plantean muchas analogías entre el clima de época más violento de aquellos años con el actual. 

Y The Economist advierte: “Cuando el uso del poder no está condicionado por valores, el resultado puede ser un caos a escala global. Al alejarse de los valores que hicieron a Estados Unidos en la posguerra, Trump estará renunciando a la mayor fortaleza que sus despóticos oponentes no poseen”.

Sería un retroceso a la construcción de universales compartidos, el abandono de un orden basado en la legalidad. Retrotraería a Estados Unidos a un rol bucanero sin  disimulos. A su papel previo a la creación de la Sociedad de la Naciones fundada en 1919 tras el fin de la Primera Guerra Mundial y su sustitución por las Naciones Unidas tras el fin de la Segunda Guerra el 24 de octubre de 1945. No es casual que la sede de las Naciones Unidas sea en Estados Unidos, en Nueva York, y la de la Sociedad de las Naciones haya sido en Suiza, en Ginebra, hasta 1938 cuando Hitler comenzó a invadir y anexar a sus vecinos.

Insignificantizar las Naciones Unidas como ya sucedió con la Sociedad de las Naciones ¿podría derivar en una Tercera Guerra Mundial una vez que eventualmente Estados Unidos, China y Rusia hayan agotado su fase de expansión en sus propias áreas y el conflicto sea ya entre las superpotencias?

Sobre hipótesis de conflicto de diferente grado entre las dos grandes potencias actuales, Estados Unidos y China, debaten en el reportaje largo de esta edición de PERFIL los embajadores argentinos en China de los dos últimos gobiernos: Diego Guelar, de Cambiemos, y Sabino Vaca Narvaja, del peronismo.

Trump parece prometer hacer “lo mismo más rápido” y con mayor convicción: una de las coincidencias de ambos embajadores argentinos en China con perspectivas ideológicas opuestas, es que Trump ya intentó librar una guerra económica con China, pero no logró producir cambios relevantes (lo mismo que con el famoso muro en la frontera con México).

También en su primera presidencia en 2016 ya había propuesto comprarle Groenlandia a Dinamarca, lo que fue rechazado por el gobierno de Copenhague. Ahora apostaría a la “autodeterminación” de sus 57 mil habitantes (equivalente a la población de Avellaneda o Chivilcoy en la provincia de Buenos Aires) a quienes intentaría convencer con ventajas materiales.

Otra historia es Canadá, con cuarenta millones de habitantes, población equivalente a veinte de los cincuenta estados menos poblados de Estados Unidos desde Utah hasta Wyoming.

Sobre anexar el Canal de Panamá la Mesa de Reflexión Latinoamericana con 235 firmas de académicos, embajadores y excancilleres, difundió un documento que sostiene: “Panamá ha demostrado absoluta capacidad en la gestión del Canal y respeto a la neutralidad de la vía interoceánica. Después de asumir la administración del Canal en 1999 y actuando con responsabilidad para con el comercio mundial, Panamá llevó adelante su ampliación (2006-2016), mediante la construcción de un tercer juego de esclusas que permite ahora el tránsito de buques de mayor calado y duplica su capacidad de carga. Estados Unidos, principal usuario de esa vía, lo sabe.  Han pasado 25 años y más de 350 mil tránsitos por el Canal bajo administración panameña. Panamá ha mantenido un Canal seguro, eficiente y abierto a todas las naciones del mundo con absoluta igualdad y sin discriminación alguna, ni reclamos por parte de los usuarios”.

Pero de consumar sus planes, más grave aun que la  propia violación del territorio de otros países sería el rompimiento del orden legal habilitando a Rusia y a China y a otros expansionismos locales a hacer lo mismo, creando un caos mundial similar al de 1910 a 1945. The Economist comienza su nota diciendo que “Los críticos de Trump lo han acusado a menudo de bufonería y aislacionismo”. Ojala sea así y no se repita adecuado a los tiempos lo que el libro Síndrome 1933 describe junto a las analogías de aquel pasado ominoso con este presente incierto.