Tiempos difíciles

El Museo de Cera

La Gare du nord. “Es la estación más transitada de Europa”. Foto: AFP

La historia no es circular, o al menos, no hay teorías que nos obliguen a pensar en ello seriamente. Otra cuestión es el eterno retorno que no hace otra cosa que confundirnos con la posibilidad de repetir, de volver a poner en acto, voluntariamente, aquello que nos dio placer, pero también, contrariados o ciegos, el error o el mal.

La Gare du Nord de París es la estación más transitada de Europa ya que, a los trenes regionales y a las grandes líneas a las ciudades del norte francés, se suman los servicios a Londres o a los Países Bajos, con lo cual, más de medio millón de personas pasan por allí todos los días. Este flujo se interrumpió el viernes de la semana pasada cuando se informó que fue hallada una bomba. Poca información más. La confusión alterada por los nervios de no poder ir a destino antes de caer en la cuenta de que, justamente, el destino te la puede jugar. A las pocas horas se supo que se trataba de una bomba de la Segunda Guerra Mundial, un artefacto de 500 kg, posiblemente arrojado por los Aliados contra la ocupación nazi. Una pieza de museo, aunque en el contexto carga las tintas de la incertidumbre. Acaso por el discurso que pronunció Macron pocos días antes con ecos de la gran contienda.

“Comienza una nueva”, era dijo el presidente a los millones de franceses que siguieron sus palabras a la hora de la cena, rito que solo remite a tiempos difíciles. “Rusia pone a prueba a Europa y los Estados Unidos, por primera vez en ochenta años, la abandona a su suerte”, dijo Macron. No se trata de volver a Le Carré, parece insinuar, estamos releyendo a Philip K. Dick. Solo le faltó citarlo: “afirmo que puedo recordar una vida presente distinta”.

Donald Trump, pocos días antes, sentado en el Despacho Oval, acusó a Zelenski de provocar la Tercera Guerra Mundial y, como la idea tuvo el eco propio de las grandes revelaciones, la repitió después un par de veces más sin acusar a nadie, como si fuera el simple aliento de la Historia. No parece disgustarle la idea.

Después que Trump anunciara el apocalipsis, su secretario de Estado, Marco Rubio, compareció ante las cámaras de la Fox con la cruz del Miércoles de Ceniza en la frente. Poca broma. Además de misiles al uso, la nueva administración exhibe ritos como los funcionarios musulmanes que extienden el sajadah orientado hacia La Meca para rezar cinco veces al día en sus despachos oficiales o como algún ministro ultra de Netanyahu paseando por la Explanada de las Mezquitas de Jerusalén o la última enmienda de la Constitución rusa que ha hecho Putin incluyendo la fe en Dios y apoyándose en el patriarca Kirill de la Iglesia Ortodoxa Rusa, quien califica como “guerra santa” la invasión a Ucrania. Es sin duda el tiempo de Philip K. Dick quien pretendía escribir su propia versión de la Exégesis ya que, confesaba, Dios lo había elegido su amanuense.

Volvemos al pasado con locos que creen viajar al futuro como Elon Musk, quien piensa que la vida está en Marte y, antes de radicarse allí, juega a prueba y error en Washington con la motosierra que le regaló Milei, que, a su vez, no necesita salir de Buenos Aires para sentirse en su propio planeta.

Lejos de un retorno a los peores días de las entreguerras el anhelo parece aún más distópico con un pie anterior a la Ilustración. Ni siquiera en los tiempos de los ludistas rompiendo telares industriales en la Inglaterra del XIX. Hay que ir más atrás para entender dóde tienen puesta la mirada. Aspiran a alcanzar la premodernidad.

Cuando un integrante de la monarquía británica o española cae en desgracia, una de las medidas que se toman es retirar la reproducción de su figura del Museo de Cera, tanto en Londres como en París. En el actual estado de las cosas, la operación tiene otro fin. Están saliendo personajes del Museo para incorporarse a la vida pública. También son de cera. Como las alas de Ícaro.

*Escritor y periodista.