opinión

El Milei del mañana

Sistema. Después de tantear nombres, Milei se inclinó por un Menem para presidir la Cámara. Foto: cedoc

El camino que lleva a la imaginación por algún futuro de Milei, por aquello que vendría luego del momento que se esté observando, suele ser alternativo a la probabilidad de lo que la mayoría de los observadores acostumbra fantasear. Como una representación de lo que promete, su tiempo próximo parece plagado en exceso de una libertad de alteraciones que todavía no logran ser comprendidas más que con intentos de fórmulas diseñadas para otros casos, pero evidentemente inútiles por ahora para describir alguna estructura de procedimientos del recién electo y ya no más candidato a Presidente. Para el análisis de sus próximos primeros días, vale la pena pensar de manera alternativa, en especial, amigarse teóricamente con el caos, como una manera de producción novedosa. Milei parece sentirse cómodo en el escenario de la novedad.

A través de la idea inespecífica de “la derecha” es demasiado lo que no se deja ver, aunque se lo utilice en su intención conceptual como criterio explicativo.  Para quienes asumen el rol de enemigos de Milei utilizar estos conceptos medianamente teóricos en forma concentrada sirve como un productivo atajo para evitar los detalles. Milei sería un nazi, la dictadura, el representante del capital concentrado y el fascista antiderechos, dejando así ya sin posibilidad de detalles o alteraciones por marcar, y especialmente imposibilitados de preguntarse por inconsistencias en esas mismas asignaciones en casos en que algo de eso pueda ser cuestionado. ¿Todo Milei es explicable a través de esa asignación teórica?

A Milei hay que estudiarlo en sus procedimientos concretos y no tanto en sus ideas. Por ahora, las variaciones son intensas

Milei se muestra abrazando al judaísmo, aunque en una forma ortodoxa, en una corriente interna de esa religión cuyo volumen y carácter serían inexplicables sin las consecuencias atroces de la Segunda Guerra Mundial. El nuevo presidente insiste con la idea de libertad y en contra de un Estado regulador no solo de la economía, sino de absolutamente nada, no siendo de este modo en consecuencia solo un tema de mercado, sino de ideología en función de un dejar hacer para que ese mismo cooperar entre las partes produzca los mejores resultados. Cualquiera puede encontrar en internet las declaraciones de los líderes de la última dictadura militar expresando la preeminencia de los valores cristianos y la necesidad de garantizar el pensar en función de una tradición que sea garantizada por el control del Estado, incluyendo publicidades ya repetidas hasta el infinito en cualquier raconto documental sobre el fenómeno. Es evidente que los que defienden el accionar de las Fuerzas Armadas están felices con Milei, pero no necesariamente es esto un molde exacto para éste. En realidad, poco de lo disponible parece un molde ajustado a lo que éste ofrece.

Con el todavía incomprensible rol de Macri, el apuro y atajo se expresaron de una manera equivalente. Algunas descripciones urgentes insistían en una relación de influencia del expresidente sobre el nuevo presidente, pero los nombres se iban alternando haciendo que unos días fuera el gabinete del PRO y otros el de Milei. Los analistas creían ver con la misma seguridad que el progresismo espantado encuentra allí nazis, a los enviados del fundador del PRO tomando el gobierno por evidente asalto en un agrupado de nombres que solo pudo durar dos días y que ha dejado a Patricia Bullrich en soledad y aparentemente alejada de quien la utilizó como su John William Cooke para resistir los intentos de un PRO sin él. De nuevo Milei parece esquivar los esquemas de asignación fijos desde el exterior, dejando a Macri como un eslabón más de servicio en un proceso más amplio.

La pregunta sociológica sobre Milei puede ser trasladada hacia la interrogación por las operaciones reales en el sistema político, es decir, por elementos de tipo operativo. Las descripciones ideológicas ayudan a comprender marcos relativamente iniciales, pero que no por ello permiten enlazar a una comprensión ideológica de tipo ideal, con cuestiones concretas en la complejidad de la dinámica real de la política. El partido que acusa a Milei de ser la derecha tiene como aliado a Gildo Insfrán (por dar un ejemplo “al azar”), y debe al mismo tiempo acomodar los problemas alrededor de la informalidad de los mercados ilegales que Matías Dewey tiene estudiado en una compleja relación de “Estado presente” e ilegalidad regulada en muchos de los territorios gobernados por el partido que no sería el de la derecha. La pregunta por las operaciones efectivas, por los rastros concretos del sistema, las da siempre el sistema real, y no las descripciones que del sistema se hagan. A Milei, necesariamente, hay que estudiarlo en sus procedimientos concretos y no tanto en sus ideas. Por ahora las variaciones, son intensas.

Esta pregunta por su tipo de liderazgo empuja a la comparación. Mientras Milei parece dejar hacer, tal vez por considerarlo un mercado más como otros, y en el que combina al mismo tiempo lo que necesita, y remueve lo que no está seguro de necesitar, Massa se va alejando de una gestión de gobierno basada en la hipercentralización de su personal y único proceso de decisiones. Con el casi saliente ministro de Economía el Estado nacional pasó, especialmente en el camino de la campaña, a ser un embudo discrecional concentrado en la casi arbitrariedad de las consideraciones de una sola persona. Solo transformaba un NO, en un SI, su decisión autónoma y no un procedimiento administrativo formal. Milei, con sus equipos parecería, ofrecer una alternativa a esto.

El contraste con esto que ya comienza a ser el pasado reciente debe estar colaborando en la confusión por describir lo nuevo. En algún sentido, Alberto Fernández fue solo una pausa para la regeneración de la centralidad basada en la persona que Massa pudo reconstituir uniendo su trayectoria con la de Cristina y la de Néstor Kirchner, y acostumbrando a ser la objetivación del clásico concepto de O’Donnell de la democracia delegativa. Si Milei invierte esto, en vez de hacer que le gente espere que él personalmente resuelva los temas urgentes de sus complejas vidas cotidianas, podría producir solo el intento de constitución de un escenario liberado para las operaciones en donde los mejores produzcan los más óptimos resultados. Como algunos análisis no ven un Néstor o un Massa, probablemente crean que falta algo solo por la dificultad de invertir la lógica del análisis.

El legado de esta campaña

Aquello que podría ser señalado como un problema de Milei es tal vez algo especialmente deseado por quien parecería no generar orden en el intento de completar los lugares que el Estado requiere. Ilusiona a Ritondo con el puesto de la presidencia de la Cámara de Diputados, lo hace competir a Randazzo y termina señalando a Martín Menem. Ocampo va al Banco Central hasta que no va más, Villarruel controlaría Defensa hasta que no lo controlaría más, Bullrich sería una tirabombas hasta que trabajaría ahora de evitar que las pongan. En la mezcla, en el ida y vuelta, en la creencia de que todos podrían tener el puesto, puede que descanse una nueva forma de-sarticulada de poder.

El recorrido de Milei es justamente una metáfora de este relato. Él mismo era considerado como algo imposible, como lo impensado, igual que algunos de su ahora gabinete siempre mutante. Así, Milei sigue cambiando con una aparente libertad que lo llevará siempre a futuros alternativos de los que nadie deberá esperar nunca algo más que diferente. Es probable que la mejor forma de leer lo que parece caos, sea en realidad un momento productivo del que saldrá un nuevo paso, hacia lo que nadie puede ver.

* Sociólogo.