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El mal argentino

. Foto: CEDOC PERFIL

Los economistas acuñan frases y términos de las disciplinas de las que la “ciencia maldita” es tributaria. Muchas palabras y giros en latín (ceteris paribus, sine qua non, por citar algunos) son utilizados descubriendo sus raíces en la filosofía en la era moderna o incluso en la teología en la edad media. Cuando se refieren a “discusión” no se parece en nada al culto a la chicana y la dialéctica de asamblea universitaria que puebla las redes y muchas veces el intercambio de ideas entre los hacedores de la política económica.

Esta semana, la diputada nacional por Buenos Aires (Unidad Ciudadana) Fernanda Vallejos, que es economista egresada de la UBA donde también curso una maestría, se refirió a la competitividad argentina en la producción de alimentos como una “maldición”. Quizás confundió con lo que se conoce como “el mal holandés” por el que se refiere a los problemas en la competitividad media de la economía ante el auge de exportaciones de un producto estrella.

De todas maneras, fue una frase poco feliz que en lugar de generar una interesante discusión sobre las fortalezas y debilidades de la economía nacional cedió paso rápidamente a la cancelación en redes y cuanto lugar alguien aprovechó la oportunidad para fustigar el blooper de la legisladora. Se sumaban a otras intervenciones, también polémicas, acerca de la conveniencia de estatizar las acciones de las empresas a las que el Estado les prestaba asistencia, que también alimentaron acusaciones cruzadas y la nada cómoda situación de un gobierno que debe lidiar cada tanto con los radicales libres que tiene en su coalición. ¿Pero podría pensarse que la diputada, cabeza de lista de su agrupación en 2017 con la bendición de la actual Vicepresidenta, asume el rol de francotirador o es la parte visible de un globo de ensayo orquestado para sondear las fuerzas que se opondrían a semejantes iniciativas?

Amado Boudou, condenado por la Justicia por el caso Ciccone, todavía sigue sosteniendo que su prisión se debe a la decisión que tomó siendo ministro de Economía de Cristina Fernández de Kirchner de estatizar las AFJP. La contracara de esta defensa es un ataque jurídico a su endeble posición, pero rara vez se somete al discernimiento económico si tal iniciativa fue un paso adelante o un grave error de política económica. El sistema de pensiones privado tenía muchas falencias, pero sus propios beneficiarios habían rechazado casi en un 80% la vuelta al sistema estatal cuando fueron consultados.  Lo cierto es que 12 años más tarde, el sistema productivo argentino se quedó sin financiamiento interno de largo plazo, que habitualmente es el que provee el ahorro previsional.

Otra discusión parecida apareció en el debate público reciente con la publicación del libro La economía de Perón, compilado por los economistas e historiadores Roberto Cortés Conde, Laura D’Amato, Gerardo Della Paolera y Javier Ortiz Batalla, en el que se hace un minucioso análisis histórico de las causas por las que el “modelo peronista” sigue vigente en la matriz de la política económica aun 75 años luego de su aparición. Otro historiador económico, Pablo Gerchunoff, autoetiquetado como “liberal de izquierda”, rebatió esta corriente contextualizando la época en que el primer peronismo tomaba decisiones con la historia reciente a cuestas. Todos ellos son viejos conocidos, algunos amigos y han sido colegas de claustro (Universidad Di Tella), pero no dejan que la pasión puesta en su discusión empañe lo más importante: confrontar ideas entendiendo que la economía, finalmente, es una ciencia social y por lo tanto las verdades se van descubriendo con el inapelable juicio del tiempo.

Quizás, en lugar de crucificar a la licenciada Vallejos por su infeliz calificación de “maldición” a la restricción de ser un país que en parte exporta productos de primera necesidad, sería bienvenida la discusión si la Argentina puede aislarse del comercio internacional y del sistema de precios que emite señales para la producción y el consumo internos. Un productor sojero argentino de la pampa húmeda recibe un tercio del precio en dólares billete que recibe su colega uruguayo o brasileño, por ejemplo. Pese a ello somos la potencia exportadora más relevante en el tablero mundial de la geopolítica de la alimentación y pequeños toques en los precios internos percibidos por los productores demostraron que tienen un efecto inmediato en la producción, generando muchas divisas e inversiones, algunos empleos directos y muchos indirectos. Claro, lejos de los votos del Conurbano y de la “mesa de los argentinos”.