opinión

El Jefe y la pureza de Robespierre

Otros tiempos. Ramiro Marra con Karina Milei, antes de que por órdenes de ella fuera expulsado “inexorablemente” de LLA. Foto: cedoc

Aparecen las faltas de ortografía. Narrar no es escribir. Desde la pifia acomodaticia de nominar empresarios como embajadores alternos para mejorar las ventas argentinas en el exterior a la antropofagia interna contra fundadores del mileísmo (Ramiro Marra) u otros incorporados en su esplendor (Rodolfo Barra). Igual que en otros gobiernos, pero con mayor perversidad vengativa. Ninguna cortesía. Por no hablar de discursos confusos, como el de Davos de Javier Milei, que originó la marcha de ayer en el Congreso. El Presidente, antes, se obligó a explicar lo que se quiso decir antes de la rebelión. Si es necesario explicar un texto o una declaración debe ser porque están mal redactados. Tanto el Ejecutivo como una infinidad de sus adlátares, desde las redes, intentaron disminuir las presencias de una multitud de sexos en una marcha política disfrazada por causas que justamente son afines al liberalismo. En algunos casos, claro.

Un mensaje provocador que tal vez Javier Milei no haya leído antes de pronunciarlo en Davos sobre la cultura woke que habilitó hasta la sensibilidad de la CGT para acompañar la protesta en todo el país. Ya el sindicalismo no marcha por salarios, sí por derechos de mujeres y de gays. Sobrio el cambio: se contentan con una relación fluida y apreciable con el Gobierno, los grandes gremios no se molestan por el fin de la triangulación con las obras sociales (parece afectado José Luis Lingeri, la asociación sindical que preside desde 1965), solo se quejan los pequeños y tambien los que se comparan en tamaño de las obras sociales. En ese mundo, siempre oscuro, parece que le limpiaron a Hugo Moyano cuestiones que lo complicaban: de repente, pedía un 15% de aumento y arreglaba por 5 y medio. Graciosa entonces la vida y torpezas de escritura en autores sin correctivos, pérdida de tiempo y plata en un país al que nada le sobra: quienes marcharon sabían que Milei no quiso decir lo que dijo y, por su parte, Milei nunca imaginó que la imprecisión de sus palabras podía desembocar en semejante desborde aprovechado por la oposición. Y eso que falta un mes para el Carnaval.

Queda en suspenso, en apariencia, el propósito de designar avezados o amigos empresarios para vender más productos desde las embajadas. Itinerantes, como Maradona o Amalia Fortunata en tiempos de Carlos Menem. Tal vez se comprenda que del intercambio comercial se ocupan las propias empresas, las que compran y las que venden, no un diplomático recibido ni un advenedizo en la diplomacia. El Estado, se supone que así piensa el Ejecutivo, no está para intervenir en los mercados. Si alguien contuvo esa iniciativa por ahora, en cambio prosperó otra medida: el apartamiento brutal de Ramiro Marra como hombre del oficialismo, en forma “irreversible”, con el justificativo de haber votado en la Legislatura porteña el incremento del ABL promovido por el gobierno de Jorge Macri. En rigor, más grave es el adicional sancionado a la suba del tributo: la ampliación del presupuesto que habilita mayor gasto público, el saqueo de los contribuyentes capitalinos según la jerga apropiada del mileísmo. Raro: echaron a Marra, pero no a una legisladora de La Libertad Avanza que cometió la misma infracción al código liberal. Unos días antes habían desplazado sin avisarle al procurador del Tesoro, Barra: se enteró en Punta del Este almorzando con el Negro Oro. Le endilgaban que vivía en esa ciudad más que en Capital –paradero que él confesó desde el principio de su gestión– justo cuando estaba adquiriendo un departamento en Recoleta. Pésimas excusas para echar gente.

Suelen ser “irreversibles” los malos entendidos por dinero. O por ideología. En el caso de Milei y Marra, ambos juran mantener una misma línea de pensamientos a pesar del desencuentro. Y la plata, en todo caso, nunca fue un gran problema: en los inicios, Marra recogía las monedas para que subsistiera la agrupación, era recaudador y hasta dador. Según él y algunos allegados a la formación. El litigio es otro, sorprende incluso por la cariñosa relación que Milei supo tener con el diputado, la misma confianza  que también desplegó con el Chino Kikuchi en la provincia de Buenos Aires, al que también despachó como ladero. Le atribuyen a Karina Milei esas decisiones –hoy pararrayos de todos los fenómenos naturales y sobrenaturales contra su hermano–, en particular el despido grosero de Marra por su intención presunta de ofrecer cargos en las listas futuras del partido. O en el mismo Gobierno. Tarea que, como se sabe, se encarga el Jefe Karina (salvo en el terreno de la economía), quien junto al otro vértice del Gobierno, Santiago Caputo, bloquearon cualquier ingreso del legislador a la mesa chica de la Casa Rosada. Para tacharlo le recordaban un pasado cerca de Roberto Lavagna, de quien se desvinculó en términos poco afectuosos. Hay una curiosidad, el hand off de Caputo en la cesantía, ya que el exonerado supo ser íntimo de influyente asesor presidencial por haber sido compañero de colegio de su hermano. Fue Santiago quien lo vio armar las cinco cuentas principales de los blogueros (El Presto, John Doe, el León y otras de nombre estrafalario que sirvieron para la candidatura de Milei), así como difundir lo del sexo tántrico y  convocar a los interesados en el bitcoin, ese mundo cripto que en mayoría hoy sigue al Ejecutivo.

Además, se encargaba de procesar el material fílmico crudo que registraba Milei, procesarlo y no era solo un dúo con Caputo: constituían una suerte de agrupación dentro del partido, junto a Eugenio Casielles (quien reclama que en el oficialismo nadie se puede expresar libremente) y el experimentado de la casta, Oscar Zago, alguien que vino de la UCR, saltó al MID y después ejecutó un doble mortal para alinearse con La Libertad Avanza hasta presidir el bloque de diputados de ese partido. No duró mucho, ahora está con lista aparte. Karina, siempre en busca de la pureza vertical, no consentía esas islas de poder. La disparada de Marra, sin embargo, provocó cierta conmoción en el mundo de las redes: hasta los más devotos de Milei han sido prudentes en comentar el episodio mientras un alud de opiniones se ha vertido a su favor. En particular, la palabra “irreversible” genera hondo malestar y eso que no está escrito con “h”.  Y el ídolo de la revolución francesa de Caputo, Robespierre, se parece cada vez a esa pureza que persigue Karina en lo personal. Como se sabe, el cambio de régimen duró diez años.