opinión

El gran interrogante

En la universidad de Stanford. Milei, en una charla en la que planteó sus ideas. Foto: Presidencia

Se pueden criticar mil cosas de las formas narrativas de Javier Milei, pero se le debe reconocer una: explica su programa gobierno con transparencia. No hay lugar para los desentendidos ni para la ambigüedad, como la que tuvo, por ejemplo, Carlos Menem en su campaña electoral de 1989, cuando hablaba del salariazo y de la revolución productiva.

Adiós al Estado. Javier Milei quiere eliminar el Estado tal como se lo conoce. Desde su visión, solo los sistemas de defensa, seguridad y justicia deberían funcionar como aparato estatal. En los tres casos, la finalidad primordial es la defensa de la propiedad privada; la libertad sería un complemento de la propiedad. Desde esta perspectiva, ni la educación, ni la salud, ni la jubilación y, menos, la obra pública deben ser funciones estatales. No disimula –hay cientos de videos en YouTube– cuando plantea que el Estado es una organización criminal. Ha llegado al extremo al plantear que si en algún sitio se necesita hacer un puente lo deben resolver los vecinos. Milei no solo dice lo que piensa, sino que lo busca realizar en su mandato –o mandatos– de gobierno.

No solo se trata de una orientación filosófica. El artículo 52° de la ley Bases –que ya tiene dictamen de comisiones en el Senado– coloca en disponibilidad a toda la planta de empleados públicos, con algunas pocas excepciones. De esta forma pone fin a la estabilidad que se establece en el artículo 14° bis de la CN y queda a un milímetro de demandas en los Tribunales.

Javier Milei no solo dice lo que piensa, sino que lo busca realizar en su mandato -o mandatos- de gobierno

Más allá del influencer y showman, las posiciones fundamentalistas del Presidente no surgen de una lectura ocultista, sino de sus propias palabras; un ejemplo de esto es la frase que en forma de predicción dejó en su charla en la Universidad de Stanford. Allí dijo: “¿Pero ustedes se creen que la gente es tan idiota que no va a poder decidir? Va a llegar un momento donde la gente se va a morir de hambre. De alguna manera va a decidir algo para no morirse. Entonces no necesito que alguien intervenga para resolverme la externalidad del consumo”. ¿La gente se va a morir de hambre?  

Distopías. Desde la perspectiva anarcocapitalista cualquier regulación –ya no digamos intervención– interfiere con los precios de mercado y desalienta a los agentes mercantiles que dejarían de invertir y de innovar. Quizá dentro del mundo de las regulaciones desde las perspectivas liberales las que más molestan son las del mundo laboral, las que figuran en la ley Bases ya expresan el fin del mundo de la relación de dependencia extendido al sector privado.

Milei sabe que no es posible abolir el Estado por decreto, hay luchas sociales involucradas, lo que no quiere decir que no haya hecho un ensayo exitoso en el DNU 70/2023, que al no haber sido rechazado por la Cámara de Diputados se encuentra en vigencia. El único límite que encuentran quienes quieren avanzar por el camino del atajo son las mismas corporaciones empresariales. Por ejemplo, el decreto habilita por completo la política de cielos abiertos. Cualquier empresa de aviación podría circular por los cielos argentinos sin mayores trámites. Pero no ha llegado un solo peso pesado de la industria aerocomercial.

Nadie va a destinar una sola aeronave bajo una débil regulación. Como plantea Karl Polanyi en La gran transformación, el desarrollo histórico de los mercados requirió un marco institucional consolidado. El propio desarrollo capitalista precisa del Estado. No hay empresa privada que pueda construir sus propias rutas, puertos o diques. También cuando los empresarios –incluso los extranjeros– ponderan la capacitación de los trabajadores argentinos están considerando el sistema educativo mayormente público. Las experiencias mundiales recientes de los países que lograron desarrollarse conjugaron acuerdos públicos privado –caso los llamados Tigres Asiáticos + China–.   

El propio desarrollo capitalista precisa del Estado. No hay empresa privada que pueda construir sus propias rutas.

The Big Falla. El problema de los planteos de Javier Milei es que no se encuadran con los ejemplos históricos, aun de la más reciente crisis del sistema económico mundial de 2008 que casi destruye a la economía mundial. En esos años, el sistema financiero entregó –especialmente en EE.UU.– cientos de miles de hipotecas a personas con historiales crediticios deficientes, y se crearon complejos productos financieros derivados basados en esas hipotecas, todo facilitado por la desregulación del sector financiero. La caída de los precios de las propiedades a partir de 2006 condujo a ejecuciones hipotecarias masivas, lo que llevó a la quiebra a instituciones financieras como Lehman Brothers en 2008, y esto provocó una crisis de liquidez y crédito. Es una clásica crisis de sobreproducción, en este caso en el sector de la vivienda.

En lo que podría considerarse una política comunista –desde el punto de vista de Milei– nada menos que el gobierno de Bush –con el aval de Obama, ya que estaban en campaña presidencial– implementó paquetes de rescate, inyecciones de capital e incluso obligó a los bancos a fusionarse. Prácticamente se trató de una nacionalización de la banca para salvarla de sí misma. Con la crisis se produjo una recesión global, aumento del desempleo y una disminución generalizada de la actividad económica. De todas las películas que han retratado la crisis, una de las más interesantes es Too Big to Fail que narra los sucesos desde la perspectiva del secretario del Tesoro Henry Paulson (Willian Hurt).

La gran duda. No se puede dejar de observar el interrogante sobre en qué medida la voluntad mayoritaria de la sociedad argentina es expresada en el programa libertario de gobierno. Es claro –y se viene reiterando sistemáticamente desde estas páginas– el hartazgo de la sociedad con el estado de las cosas de la última década, y el callejón sin salida que generó la alta inflación desde precisamente 2008. Milei está convencido de que tiene un cheque en blanco y, como lo ha expresado varias veces, confía en aplastar a sus rivales en 2025. Sin embargo, el camino es extenso y hay que ver en qué medida esa misma sociedad conoce y está dispuesta a tolerar las consecuencias que ya se observan del plan Milei-Caputo; una crítica recesión que se traducirá muy probablemente en un alto desempleo en los próximos meses.

 

*Sociólogo.

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