PANORAMA económico

El fondo más grande del mundo se quedó y busca revancha

BlackRock acumula ya una larga historia de sociedad en las finanzas y la economía argentina. Larry Fink, su CEO, evalúa una visita al país.

Larry Fink. CEO del fondo de inversión BlackRock. Foto: cedoc

The Big Short (La gran apuesta) es quizá la película de Hollywood donde mejor se explica, ante el gran público, la crisis de las “subprime” de 2008, el único evento financiero de la posguerra donde seriamente el sistema financiero de Wall Street estuvo a punto de colapsar. La clave del film fue identificar cinco casos donde diferentes personajes de ficción logran anticiparse al derrumbe general de los mercados y salvar sus finanzas y las de los ahorristas que confiaban en ellos. Uno de los expertos es el personaje de ficción Jared Vennett, interpretado por Ryan Gosling. Es uno de los clásicos yuppies de Wall Street, un joven CEO de un poderosísimo fondo de inversión, y con todos los lugares comunes de la ocasión: soberbio, bastante amoral y amante de la codicia. Sin embargo, en un momento abandona su posición altanera y acepta el consejo de su equipo de asesores financieros. Vende todo a tiempo y se cubre en monedas fuertes y metales preciosos. A la vieja usanza. En su cartera, a comienzos de 2008, ya no quedaban colocaciones de seguros hipotecarios. Consigue así zafar de la crisis, publicita su logro por todos los medios masivos y se posiciona hacia adelante como una leyenda de los mercados. Vennett es un personaje de ficción pero, con el tiempo, los guionistas del film reconocieron que se trata de una recreación del rol que tuvo Larry Fink durante la crisis. Este, como CEO del naciente fondo  BlackRock, fue uno de los pocos que lograron superar el 2008 creciendo en sus activos y demostrando una notable capacidad de anticipación y reacción. Luego, en su participación en la poscrisis, Fink se convirtió en el principal referente del mercado de capitales de los EE.UU. y logró construir el fondo de inversión más importante de la historia. Maneja hoy una cantidad de dinero (US$ 6 mil billones) que iguala a los PBI de Alemania y Francia unidos, que solo es superado por las economías de EE.UU. y China. Hacia 2019 tenía una frase: solo una vez perdí mucho dinero, al aceptar invertir masivamente en la Argentina de Mauricio Macri.

Fink nunca se fue. Amenazó hacerlo, pero nunca lo hizo. Prometió vender y abandonar todo. Pero, al revés, aumentó sus compras, aunque haya perdido mucho dinero en el país. Pero ahora busca su revancha. Larry Fink es un actor silencioso muy importante y poderoso en el país. Se trata del inversor privado que, a través de BlackRock, posee mayor cantidad de títulos públicos y acciones de empresas de origen local que cotizan en Buenos Aires y Wall Street. Se estima que es acreedor de entre 5 mil y 6 mil millones de dólares, lo que lo convierte en el segundo acreedor general del país, luego de, obviamente, el Fondo Monetario Internacional (FMI).

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El fondo BlackRock, el más importante del mundo, apostó por activos financieros argentinos entre fines del gobierno de Cristina Kirchner y los primeros dos años de la gestión de Mauricio Macri; pasó tiempos de zozobra, y pérdidas millonarias, con estas posiciones en el mercado de capitales con nombre de bonos y compañías argentinas. Y perdió. Fortunas. Sin embargo se convirtió, desde la llegada de Javier Milei al poder, en uno de los inversores más importantes de títulos públicos y privados con aire local y, se descuenta, ya recuperó gran parte de sus pérdidas. Y se prepara para un raid revanchista a nivel local.

Hay un convencimiento muy cercano a las posibilidades de que a Javier Milei le vaya bien, desde que el 7 de septiembre del año pasado ejecutivos del fondo de inversión fueron uno de los setenta invitados a una cumbre de relacionamiento en la casa del legendario Gerardo “Gerry” Mato en Greenwich, Connecticut, con dos enviados del entonces candidato y ahora presidente: Juan Napoli y Darío Epstein. En aquel ágape, organizado por el argentino que más lejos llegó en la difícil arena de Wall Street (hoy representante y negociador ante Argentina del fondo Burford, el vencedor del juicio por YPF), el representante de  BlackRock compartía cartel con fondos como Allianz, UBS, FMR, Ashmore, TCW Group, Global Evolution, Credite Agricole y Vanguard, entre otros. El mensaje que llevaron los embajadores del libertario era simple: todos cobrarán sus bonos. Aquellos dueños del dinero o manejadores de los dólares de otros que mantenían inversiones en la Argentina mantuvieron sus dudas sobre las intenciones reales del libertario. No convencía su voluntad dolarizadora y su ímpetu cuasi trumpista. Sin embargo, Goldberg recomendó mantener posiciones. Así se hizo. Y ahora hay recompensa.

BlackRock estuvo presente escuchando a los embajadores financieros con una espada clave en la región.  El mensaje de cierta paz hacia Buenos Aires fue llevado a la residencia de Mato por Pablo Goldberg, un compatriota, máster de la Universidad Di Tella, que detenta el cargo de head of Research and Portfolio Manager for BlackRock’s Emerging Market Debt Team, lo que lo convierte en una persona con un doble valor agregado en la organización. Goldberg es experto en mercados emergentes y especialista en deuda, con el ADN de haber convivido con las crisis locales. El fondo le dio la tarea de seguir el complicadísimo caso argentino, teniendo en cuenta que solo un nacido y criado puede comprender qué es lo que sucede en la Argentina.

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Sin mayores rencores, luego de haber protestado (con razón) durante el canje de 2020 organizado por Martín Guzmán, el fondo de Fink amenazó con vender todas las existencias locales, tanto en títulos públicos como en acciones de compañías argentinas. Sin embargo, Fink mantuvo sus pertenencias; evitó con su permanencia una corrida que hubiera sido terminal para la gestión de Alberto Fernández y, aparentemente, apostó al comienzo de la gestión Milei a un crecimiento de los papeles locales. No lo hizo por una cuestión sentimental. Lo hizo por un cálculo efectivo: desde fines del gobierno anterior, BlackRock, en Argentina, ganó mucho dinero.

BlackRock, se sabe, mantiene en sus carteras gran parte de los bonos de la reestructuración de Guzmán. Recibió un Valor Presente Neto del 54,8%. El precio de esos bonos navegó desde el canje de octubre de 2020 al final del gobierno neokirchnerista al 37% de su valor. Esos bonos hoy tienen un valor mayor al 60%.

El fondo BlackRock parece no estar disconforme con el resto de sus posesiones. O al menos no redujo su presencia en la economía real argentina. Tampoco dio señales de descontento con sus tenencias en empresas de varios sectores industriales y servicios claves. Incluso en algunos, como YPF, dio señales de satisfacción en las últimas reuniones de accionistas, luego del dato clave de una rentabilidad total este año de más del 130% en pesos (40% real contra inflación). Tiene además presencia como socio de la Argentina en la economía real. No solo por su intervención como accionista de multinacionales de fuerte presencia local como Coca-Cola, Bayer, Apple, Microsoft, Telefónica o Procter & Gamble, sino como propietario de acciones de varias de las empresas más importantes del mercado como Mercado Libre, Tenaris, Grupo Galicia, Banco Macro, Telecom, Pampa Energía, TGN, Arcos Dorados y Adecoagro.

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Como sucede en casi todos los países del globo, BlackRock es un socio de la Argentina tanto en la economía financiera como en la real. Se estima que posee deuda local reestructurada en 2020 por unos US$ 2 mil millones. Había entrado de cabeza en mayo de 2018, comprando casi la totalidad de unos títulos llamados Bono del Tesoro (BOTE) 2023 y 2026, lanzados por el entonces “Messi de las finanzas”, Luis Caputo, quien había utilizado esos papeles para el rescate de las ya Lebac, una operación que el entonces ministro cerró vía telefónica moviendo sus contactos personales; colocando la deuda en manos de BlackRock y Templeton. La intención del gobierno de Macri era la de sostener el dólar en los $ 25, desmantelando la presión de pesos que se liberarían por el pago de las Leliq a cambio de un papel en moneda local que pagaría el 20% anual y que, con el tiempo, vencería a la inflación. Se mencionaba que la llegada de estos inversores se debió a una intervención del gobierno de EE.UU., en tiempos en los que Macri y Donald Trump eran aliados económicos y políticos a nivel mundial. Con los BOTE, ambos fondos perdieron fortunas, lo que cambió radicalmente hacia adelante la visión de BlackRock sobre el país.

En YPF, BlackRock es el segundo inversor privado luego del fondo mutualista Wellington, e ingresó en la petrolera en los tiempos en que el kirchnerismo abría el capital para sumar socios de nivel internacional, bajo consejo de los entonces buenos amigos de Repsol. El tiempo pasó, en abril de 2012 la petrolera se renacionalizó, los accionistas españoles desaparecieron, pero BlackRock mantuvo posiciones. Incluso se mostró “friendly” con el país ante el juicio que el fondo Burford inició por la operación de renacionalización, ofreciendo servicios de amicus curiae en el tribunal neoyorquino donde se desarrolla el caso.

Calificado en 2014 como “fondo buitre” por Cristina  Kirchner (al tener acciones de la papelera Donneley, que cerró sus puertas ese año), el compromiso del fondo de Fink como socio local había hecho cumbre durante el gobierno de Macri, con el que tuvo dos encuentros y cuando decidió abrir una oficina, en julio de 2018 en el país, eligiendo dos impactantes pisos en la zona de Catalinas, desde donde fiscalizaría las enormes posesiones medidas en miles de millones de dólares que BlackRock tiene en Argentina y Uruguay. Fink ahora evalúa una visita a Buenos Aires. Quiere conocer cara a cara a la persona que más dinero le hizo ganar este año: Javier Milei. Ambos solo mantuvieron un encuentro virtual en febrero pasado.