opinión

El compañero Francisco

Hombre de fe. Al Papa le gustaría ver a Juan Grabois como Presidente. Foto: captura video

Hombre de fe, el papa Francisco: fogonea la candidatura de su favorito Juan Grabois como Presidente. Mujer de fe, Cristina Fernández de Kirchner: promueve en su atardecer la aspiración presidencial de su hijo Máximo. Otro hombre de fe, Javier Milei: llegado a la Casa Rosada, según él mismo reconoce, gracias a las diversas Fuerzas del Cielo que persisten en continuar su mandato luego del 2027. Demasiada propensión a la fe en estos referentes que invocan una sucesión natural, la dinastía propia, como si la sanación pasara por una realeza del Conurbano, una elite cartonera, la continuidad de un apellido o la autocelebración de un actor exitoso. Gente espiritual que espera un milagro.

Durante décadas, en sectores católicos tradicionales, se temió por la llegada de un Papa Negro a la cúpula del Vaticano. Finalmente se dio con el aterrizaje del jesuita Jorge Bergoglio, cuya Orden preocupaba más que él en la organización del Vaticano. Nadie parece saber qué arregló Juan XXIII para habilitar a los jesuitas. Para quienes temían esa llegada, lo de Bergoglio resultó peor de lo imaginado: aterrizó un Papa argentino y, para colmo, peronista (como el título de un libro de Ignacio Zuleta). Hoy no le pueden reprochar el ejercicio militar unificado, su conducción, tampoco fallas en la captación de clientes o feligreses en buena parte del mundo. Menos la competencia en mercados a los que la Iglesia ni siquiera visitaba: ha sido Francisco un imán en todos esos lugares, los visitó, los bendijo. Un Papa productivo, empresariamente hablando. Pero, lo raro, es que se duda sobre otra impresión: parece que en su tierra, la Argentina, Bergoglio no contribuyó a unir, más bien a dividir. Malo para la empresa religiosa la politización de Francisco, quien vuelca su entusiasmo amoroso por el polémico hijo de un amigo, Grabois, opción que divide aguas en mitades y amenaza con una balcanización entre los fieles.

 Lo que ahora se advierte como una pelea frontal contra el Gobierno, hace años que se publicó en estas páginas la confesión de Francisco a un visitante en Santa Marta: “¡Qué bueno sería para la Argentina tener un Presidente como este muchacho Grabois!”. Si bien no pudo imponerlo en su gestión, al menos lo ha cobijado en su cercanía con distintas asesorías y no lo abandona: Grabois tiene más horas de vuelo a Roma que un piloto de Aerolíneas. En simultáneo a sus deseos personales se añade la prevención a Milei, al que los jesuitas los inquieta más que el comunismo. No es la derecha, estúpido, diría un economista: son los liberales. Eso explica que el Papa se fotografía y esparce instantáneas con el seguidor de Cristina, enlaza vínculos con la CGT y Pablo Moyano (aunque evita recibir al patriarca Hugo, a pesar de la generosidad de su gremio en sus aportes), le hace pasar un mal momento a la ministra Sandra Pettovello, quien debió viajar al Vaticano como una recién llegada del campo a la gran ciudad, como un personaje de González Tuñón que, cándidamente, creía que al Sumo Pontífice le interesaba escuchar fórmulas disonantes sobre la política social: el hombre de fe ya incorporó todo lo que pregona Grabois. Habrá que ver, ahora, en el tema Justicia si se ajusta a lo que puede decirle María Servini en su futura visita o ya tiene sus prejuicios encapsulados. No olvidar que alguna vez se equivocó para poner un ministro de la Corte Suprema. Bad information, diría Cristina en su inglés de la Pitman.

Favorito del papa Francisco, Grabois tiene más horas de vuelo a Roma que un piloto de Aerolíneas.

La profunda incursión del Papa sobre temas argentinos, en una misma semana, genera más de una sospecha: demasiado olor electoral en sus declaraciones. Anticipan la campaña por los comicios del año próximo en su cruzada beligerante contra Milei y el testamento a favor de Grabois. Aunque, para él, negar al gobierno actual tampoco significa valorizar la administración de Alberto y Cristina, menos la de Sergio Massa, un excluido de su agenda, a quien tapió con cemento desde que asumió en el Vaticano. Como si hubiera una tercera vía y a pesar de que Grabois y su sistema de organizaciones nunca disfrutaron más de recursos y poder. Gracias a Alberto. A Massa, Francisco ni le debe haber leído sus cartas de perdón explícito, impresas en computadoras, a mano, con letra chica o con letra grande. Otra reserva, en este caso implícita, es indagar sobre sus recientes manifestaciones: se involucra en la política local como una estrategia previa a su demorada visita al país o para aliviarse justamente de esa prometida y nostálgica visita. A menos que se crea Perón en Puerta de Hierro, fantasee con el avión negro y se constituya no solo en el jefe de los católicos. No way, diría Cristina, mejorando su inglés.

Decidió el Supremo combatir en todos los planos al Gobierno. Por ejemplo, aplicar deliberada belicosidad –con cierta ignorancia– sobre Julio A. Roca por la simple razón de que Milei, también flojo de papeles sobre ese período de la historia, revela su admiración por el conquistador del Desierto y la unificación del territorio nacional (raro que Bergoglio no haya leído a Jorge Abelardo Ramos sobre esas cuestiones). Olvida que Roca se lanza a la aventura cuando los indios ya habían llegado hasta Junín con sus malones. El Papa alude al exterminio roquista cortando cabezas y quedándose con territorios capturados, y no menciona que en esa guerra fue acompañado por hombres de la Iglesia, convocando luego a los salesianos para perfeccionar el sometimiento. El desdén lo acerca casi a la excomunión del mandatario y compara el lanzamiento de gas pimienta sobre manifestantes, hace quince días, con otras brutalidades del pasado que sabiamente evita mencionar la Iglesia. Mejor no enumerar ciclos, episodios ni complicidades.

O tal vez se enojó el Papa consigo mismo debido a que Milei encontró el mango de la sartén, en apariencia, para evitar eventuales golpes palaciegos. Se amparó en el veto para gobernar y la construcción de un tercio en el Senado –también otro en Diputados– para evitarse la erosión de un juicio político en su contra. Se ha vuelto un hombre con más fe en ese sentido,  no solo racional en la economía, sino en su propio destino político: con el colchón legislativo llegará con más comodidad al 2025 y podría arbitrar, si los planetas coinciden, las condiciones para intentar una repetición de mandato en el 2027. Seguramente con el anatema de Francisco. Actitud pontificia que, tal vez, no se traslade a Máximo, quien se preocupa con la madre para colocar a todos sus amigos en las listas del año próximo, defender el territorio provincial bajo la condición materna, aunque en su última exposición la objetó por la elección de sus designados políticos. Igual, su propuesta de fe es contra Axel Kicillof, a quien le vuelcan un camión atmosférico encima no solo para privarlo de inscribir personal propio en las listas sino, también, para bloquear sus intenciones de ser candidato presidencial en el 2027. Gente creyente, de avanzada, superior a Elon Musk. Y sin intereses. Quizás.