Dos a necesitarse
Tal como se preveía, la ratificación de la condena judicial por corrupción en la obra pública sobre Cristina Fernández de Kirchner corroboró la estrategia de confrontación entre ella y Javier Milei, ejecutada por ambos. Porque les resulta funcional, claro.
En sendos bandos creen tener detectadas todas las ventajas de ese duelo, que intenta invisibilizar todo lo demás, y subestiman los posibles riesgos.
Cristina afianza su centralidad como la mayor opositora (o la mejor, según con quién se hable en el peronismo) a la actual administración.
Para ello, vuelve a apelar a su poco novedoso argumento del “lawfare” y de la persecución ante el fallo de Casación, el máximo tribunal penal del país. Política y comunicacionalmente, es más efectista centrarse en un supuesto acoso orquestado por más de una docena de fiscales y jueces de diferentes instancias que defender con pruebas su inocencia.
Ni hablar respecto a lo que pueda decir CFK sobre la Corte Suprema, a la que deberá recurrir ahora. La misma sobre la que impulsó hasta el año pasado un fallido juicio político insustancial.
Existen muy remotas chances de que la Corte, sea cual fuera su composición, ratifique o no la pena de prisión para Cristina y su inhabilitación para ejercer cargos públicos antes del inicio de la carrera electoral legislativa 2025. Podría ser candidata a diputada por la provincia de Buenos Aires. Si quisiera.
¿Será ese el objetivo? ¿O, como piensan otros dirigentes que dicen conocerla, el proyecto es agitar el hostigamiento político-judicial como plataforma para liderar el peronismo, armar las listas del año próximo y tratar de ir por la presidencial 2027 contra la reelección de Milei a caballo de una posible “proscripción”?
Semejante hipótesis altera los ánimos de muchos dirigentes peronistas: “Otra vez sopa”, sería la metáfora que desnuda el lamento en común. El más expuesto, aunque menos exhibido en lo público, es el gobernador Axel Kicillof, en cuyo entorno se descree de este escenario. No está claro si por convencimiento o necesidad. Algo similar ocurre con Sergio Massa.
Como combustible premium para la lógica cristinista, tras el dictamen judicial condenatorio el Gobierno sumó que le sacará su jubilación de privilegio. “Lo único que te faltaba Milei”, tituló la expresidenta su réplica en redes sociales. “Te querés asociar con la mafia judicial para perseguirme vos también? ¿Tanto miedo me tenés?”, escribió CFK, quien lo calificó de “dictadorzuelo”.
Hasta las autoridades dan por hecho que la Justicia le repondrá el beneficio jubilatorio a Cristina. Pero según explicó un funcionario, el propósito conlleva una triple exposición: los $ 21 millones que percibe por mes (más de 80 haberes mínimos), obligarla a demandar para continuar con el cobro (dos cuestiones irritativas para gran parte de la sociedad) y presionar al Congreso para que elimine las jubilaciones de privilegio. “Todo ganancia”, asegura la fuente.
Para el Gobierno, CFK luce como la adversaria deseada, en la consabida grieta recargada que supimos conseguir. Ello se profundiza todavía más cuando en las filas libertarias cunde el entusiasmo ante el derrotero de “buenas noticias” que auguró Milei hace un tiempo.
Esta semana la euforia oficial renovó sus ímpetus. Una nueva reducción del índice de inflación (2,7% en octubre). La exitosa recaudación con presencias empresarias en el lanzamiento de la Fundación Faro (nuevo think thank de cuadros libertarios). Y la foto-salutación del Presidente con Donald Trump, para cuya concreción hombres claves del mileísmo trabajaron arduamente y bajo gran presión. En algún momento, tal vez algunos de ellos se animen a contar ciertos detalles.
Sin embargo, la mayor celebración puertas adentro se produjo cuando el oficialismo consiguió hacer caer la sesión legislativa convocada por bloques opositores en Diputados, en la que se iba a intentar dar media sanción a una nueva normativa para facilitar el rechazo a los DNU.
Como en anteriores oportunidades, el Gobierno volvió a mostrar músculo para convencer a gobernadores dialoguistas y no tanto para que sus legisladores evitaran dar quórum. Ahora, la prenda de negociación y presión es el proyecto de Presupuesto 2025.
El propio Milei se involucró directamente en el diálogo con los mandatarios provinciales. Por separado, comió en Olivos y en la Casa Rosada con peronistas, PRO y radicales. Ninguno se llevó mucho más que alguna promesa. Como señala un funcionario al tanto de estas idas y venidas y a tono con las comparaciones caninas que cunden en estos tiempos, “allá (en sus distritos) ladran, vienen acá y saludan con la patita”. Debe ser una exageración.
Acaso en ese mismo tren de la desmesura pueda ubicarse el enésimo intento de Mauricio Macri para tratar de influir en el Gobierno. Reapareció en espacios amigables con advertencias públicas al oficialismo. Y activó bajo cuerda tanto amenazas de ruptura si no se anunciaban acuerdos electorales como amagues abstencionistas en la sesión del DNU. Con mucho ruido y pocas nueces, al final el PRO insistió en cuadrarse con LLA.
De todas maneras, el mileísmo sigue dando muestras de “mal pagador” en la visión PRO. Eyectó de la Secretaría de la Niñez (ex Ministerio de Desarrollo Social) a la macrista Nano Lembo. Sigue adelante con la promoción de Ariel Lijo y Manuel García Mansilla a la Corte, así como con la lista de 150 jueces, defensores y fiscales que propondrá en el Senado sin injerencia amarilla. Postergaría nuevamente los nombramientos que restan para terminar de conformar la composición de la Auditoría General de la Nación. Y suspendió la coordinación de proyectos legislativos, como el que anunció el viernes que intentará eliminar las PASO.
Acumula Macri más rencores ante el ninguneo libertario, que se edifica en la apropiación abrumadora del votante PRO de acuerdo a las encuestas que circulan, que ante la maniobra de polarización entre Milei y Cristina.
Se entiende el matiz: el expresidente recurrió a idéntico artilugio para llegar al poder en 2015 y vencer en las legislativas 2017, en las que encima CFK perdió la elección bonaerense para el Senado y entró por la minoría.
Luego de esos comicios de medio término, hasta el peronismo creyó que el turno presidencial 2019 era un caso perdido. El final es conocido, pese a que no siempre se repite.
Como Macri en su momento, Milei azuza el antagonismo con Cristina como parte de la garantía de preservación de su proyecto político y económico. Y CFK busca erigirse en la única alternativa para evitar esa continuidad. Deberían tener más cuidado de jugar con tanto fuego. Se pueden incendiar no solo ellos dos.
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