Días sin noches
A pura estrella estoy en estos tiempos, iluminando la ausencia en las calles. Soy la noche depuesta, la prohibida. La que se queda afuera. Noche de grillos, gatos y ratones. Oscura como siempre, pero anhelante de besos y conversaciones. El silencio me conmueve, aunque es manto de los que sufren y los que gozan. La gente está en sus casas, como corresponde. Me miran por la ventana, como si proyectaran en mi oscuridad la película de sus vidas. Ya no infundo los terrores de siempre, no temen que disuelva los contornos, auspicie la nada.
Vedada, me añoran. Los terrores nocturnos desaparecen ante el anhelo de recuperarme. Si al menos pudiera asustar a alguien jugando con mis sombras, ese miedo que auspicia las fantasías de los artistas o el de los niños. ¡Hasta Novalis me dedicó un himno!
Es cuestión de días… que vuelva la noche. Abrirán entonces los bares y los teatros, seré noche de librerías, de museos, las plazas serán reconquistadas y a la iluminación de las calles le reintegrarán sus sombras. El día me ha ganado la partida en esta nueva lucha, pero volveré triunfante, “inagotable como un antiguo vino”.
Mientras tanto permanezco callada, como si albergara una tristeza nueva. Sueños que parecen interrumpidos, dolores que aguardan remedio, relojes que apuran sus minutos para que la muerte no les gane la carrera.
El miedo ya no es fantasía. Ni siquiera promuevo quimeras. Solo la luna se exhibe libremente, hasta parece más intensa como si ensayara nuevas poses. Tan luminosa y apenas se asoma se despiden de ella…
Siendo la noche de todos los tiempos, el que estoy viviendo es desolado. Nadie en ninguna esquina; y hasta los gatos dejaron de ser pardos. Las estrellas no son ahora, como pensaba Baudelaire, los fuegos de artificio de la diosa Libertad.
Me queda velar solitaria por los sueños de los durmientes y que el amanecer me libre de este mutismo. Me tiene más oscura que nunca… Extraño a la humanidad gozando de sus desvelos.