Desafíos de la victoria electoral
Esta semana se cumplió un año de la victoria electoral de LLA. La dinámica actual, en términos de opinión pública, muestra la percepción de que hay leves mejoras tanto en el país como en el hogar, pero mejoras al fin. Ello a su vez, genera expectativas en alza. Comparando con lo que sucedía durante el gobierno de Macri, dado que ambos ganaron en segunda vuelta y recitan el credo liberal vemos diferencias importantes.
La diferencia no está en relación a los porcentuales de aprobación de gestión, sino a la razón del crecimiento de las expectativas.
En el 2016 las expectativas superaban por casi diez puntos la aprobación de gestión, pero la percepción de mejoras eran escasas. Por eso se caracterizó al de Macri como un gobierno de expectativas. Distinto es el caso de Milei, la percepción de mejoras no es alta, pero vienen creciendo y duplican a lo que se percibía durante 2016.
Vemos entonces que con Milei aprobación de gestión, y expectativas van de la mano. Es interesante observar la cercanía entre las expectativas, a tres meses con las expectativas a un año. Es como si nos estuvieran diciendo, espero que esta mejora que estoy viendo se incremente rápidamente.
Por ahora, estamos hablando de porcentajes que no alcanzan a la mitad del electorado. Hay otra parte, algo más de la mitad de los electores que cree que las cosas o van para peor o que seguirán mal. Quienes la pasan peor son los pobres y quienes tienen mejores expectativas, son los segmentos de clase media baja y media media. En este contexto el Presidente ha vuelto a insistir con la idea de que el suyo es el mejor gobierno de la historia.
Ha dado por superado al de Carlos Menem al que consideraba el mejor de la historia por los logros obtenidos en términos de equilibrio y superávit fiscal, estabilidad monetaria, combate a la inflación, tranquilidad en las calles, desregulación del Estado. Entendemos que en términos de la batalla cultural cotidiana que los libertarios están librando, el Presidente agite la idea de ser el mejor de la historia.
El tema es que el juicio de quién es el mejor lo debe dar la historia, y eso se evalúa al final del mandato, no al comienzo. Casi todos los gobiernos cuando comienzan generan esperanzas y corrigen aspectos no deseados de gobernantes anteriores. Y todo parece encauzarse para bien.
Quizás, la excepción fueron De la Rúa y el primer gobierno de Cristina, pero no fue el caso de Alfonsín, ni de Menem, ni de Néstor Kirchner, ni el segundo mandato de Cristina ni el de Alberto. Pensando en Menem recordemos que el éxito de su plan de la convertibilidad se sustentó en una gran entrada de capital extranjero, asociado a la privatización de empresas. Y que el uno a uno fue esencial para lograr su reelección, a pesar del incremento de la desocupación. Pero la clase media es una gran desbalanceadora de situaciones. A Menem lo apoyaron hasta que no hubo más movilidad social, a partir de allí le dieron la espalda.
El Presidente tiene ahora el desafío de lograr el ingreso de capital no especulativo y la reactivación del mercado interno. Veremos cómo compatibiliza ello con la idea de no protección a la industria que ha expresado en sus últimos discursos.
Se debe reconocer que pocos han logrado cumplir con una parte de sus promesas electorales en poco tiempo. Milei ha definido como su prioridad principal la baja de la inflación, y más allá de los costos sociales lo viene haciendo.
La inflación viene disminuyendo al tiempo que en paralelo aparece la idea de que la plata no alcanza. Ahí entra la batalla cultural, finalmente, la idea de que hay que pagar la fiesta que nos dejó el gobierno anterior y una cultura woke que destruye valores occidentales.
Por eso el mundo lo dividen entre ellos, y los h de p. La lucha por ser reconocidos como el mejor gobierno de la historia ha comenzado.
*Consultor y analista político.
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