Crónica del día en que, según Milei, hubo un intento de golpe financiero
El origen fue la fallida conferencia de prensa del viernes 28 de junio del ministro Luis Caputo y el titular del Banco Central, Santiago Bausili. Ese día anunciaron el pase de la deuda de pasivos remunerados del Banco Central al Tesoro. Cuatro bancos aceleraron la salida de posiciones en pesos para comenzar a dolarizar carteras. Una operación absolutamente legal y que Caputo conoce bien, pero que provocó fuerte malestar en el Gobierno. Los mercados, entre tanto, siguen hablando.
Hay jornadas que quedan para siempre en la memoria de la historia económica y financiera de los países. Especialmente si se es tan inestable como Argentina. Por eso, en tiempos de crisis, las autoridades deben evitar los ruidos. Sobre todo, los autoprovocados. Uno de esos días fue el 1° de julio de 2024. ¿Qué pasó ese lunes? Como para adelantar la crónica, no fue un solo banco el que tomó decisiones contrarias a lo que se esperaba en el Palacio de Hacienda. Fueron cuatro. Y, alguno, muy cercano al pasado del ministro de Economía.
Obviamente no fue un día normal. Era la primera apertura de los mercados tras la conferencia de prensa del viernes 28 de junio, en la que se anunció el traspaso de la deuda de activos remunerados del Banco Central al Tesoro, un evento que también quedará en la historia. Y como un serio fallido comunicacional del gobierno de Javier Milei, hecho que el mismísimo Luis “Toto” Caputo reconocería unos diez días más tarde en una entrevista del jueves pasado en radio Mitre como un cierto error.
Aquel lunes de apertura de las operaciones de julio, todas eran caras largas. Los anuncios del viernes no habían sido entendidos casi por el 98% del público, que en realidad esperaba definiciones sobre el cepo, la reactivación o asuntos similares. Sin embargo, solo se anunciaba el traspaso de los pases remunerados, un tema para el 2% de los operadores. Sin embargo, tampoco los traders y CFO de las empresas quedaron convencidos. Los que sí entendían sucumbieron entre el sábado y el domingo a un mar de dudas, que se reflejaron en la apertura de los mercados del lunes. A las 10 de la primera jornada de mercados de julio, había al menos cuatro órdenes de ventas de puts por algo más de 2 billones de pesos (unos US$ 2.200 millones al precio oficial). Las operaciones ya estaban cursadas y se concretaban al mismo tiempo en que en el Ministerio de Economía todos los banqueros argentinos de peso y las cuatro entidades que los representan estaban sentados frente a Caputo para escuchar de qué se trataba la operatoria de pase de deuda. Era una reunión acordada el jueves de la semana anterior, pero sin que se les haya advertido a las entidades que el viernes habría anuncios importantes sobre el tema. Los banqueros estaban alterados. Esperaban una negociación dura y técnica, y que eventualmente fuera anunciada cuando hubiera acuerdos. Algo que se esperaba para fines de julio o principios de agosto. Sin embargo, por orden del Presidente, los tiempos se aceleraron y se concretó la fallida conferencia del viernes.
Por un cuestión interna de los bancos, algunas entidades (cuatro) no esperaron a conocer lo que Caputo tenía que decir y aceleraron la salida de posiciones en pesos para comenzar a dolarizar carteras. La orden de venta era de puts, el seguro del BCRA para salvaguardar la rentabilidad de colocaciones oficiales y que, según anuncios del viernes, sería el segundo tramo de la renegociación de pase de deuda al Tesoro. Las entidades sabían que era una operatoria que no simpatizaría a las autoridades, pero consideraron: a) no eran pases remunerados, sino puts, instrumentos que no estaban en negociación; y b) se trataba un movimiento legal y de mercado, con un gobierno libertario que considera las decisiones financieras de los privados como soberanas.
La operatoria de venta, y en consecuencia la sobreabundancia de pesos y demanda de dólares, convivió en gran parte con los tiempos de la reunión que Economía mantenía con los banqueros. Incluso, alguna autoridad de Hacienda se enteró de lo que sucedía vía WhatsApp mientras el diálogo se desarrollaba. Esto generó cierto malhumor en el oficialismo, que reprochó la acción a quien correspondía. Hubo diálogos directos de Caputo con banqueros (con varios), y se acordó volver a la normalidad no sin antes aclarar que la próxima vez que alguna entidad decidiera desprenderse de posiciones de pesos provenientes de pasivos del Central o el Tesoro, haya una comunicación previa con la entidad para “estar preparados” y “no generar ruidos innecesarios”. En definitiva, reconocían las partes, la venta de “puts”, o similares, o por qué no, su compra, era la actividad que Caputo realizaba hasta hace menos de un año, cuando se dedicaba al negocio del trader.
La jornada terminaba de la peor manera. Habían caído la bolsa y las acciones de las empresas que cotizan en Wall Street, subido el riesgo país arriba de 1.500 puntos, los títulos públicos se demolieron y, lo más preocupante, subieron a ritmo de corrida todos los dólares libres. La brecha inauguraba el período de superación del 50%, que se sostendría hasta la primera quincena de julio, cuando, incluso, se arañaba el 60%. Un porcentaje donde, según los economistas clásicos, impiden el normal desarrollo de la economía a nivel empresas. Aquellas que deben tomar decisiones de inversión para salir de la recesión.
En aquella tarde del primer día del mes, en el quinto piso del Ministerio de Economía se llegaba a algunas conclusiones. Habían sido varios bancos. Y no fueron compras de dólares con el fin de desestabilizar al Gobierno. Fue una venta de bonos que indexan por CER , esto es por la inflación, y vinculadas a los puts, para posicionarse en dólares esperando una consolidación de la divisa por arriba de los $ 1.300 en la cotización del contado con liqui, algo que ocurrió. Para cualquier operador de los mercados la operatoria fue la correcta y las cuatro entidades financieras ejecutaron el movimiento adecuado para posicionarse con los valores de pisos y techos (en la jerga, de resistencia), a la espera de correcciones en el mediano o largo plazo en los mercados. Nada para asombrarse ni criticar. Simplemente movimientos de “traders”, actividad que el ministro conoce. Quizá por esto el propio Caputo y alguno de sus colaboradores hablaron durante la semana de la crisis con uno de los ejecutivos de uno de esos bancos a quien conoce bien desde los tiempos en que el ministro comandaba Anker Latinoamérica, la consultora financiera que manejaba en sociedad con Santiago Bausilli, hoy presidente del BCRA. El ejecutivo explicaba que lejos de actitudes golpistas o con justificaciones con tintes políticos, la operación había sido un movimiento financiero de desprendimiento de bonos en pesos que ya habían dado todo lo que las curvas y “velas financieras” habían podido aportar en las pantallas de los brookers de las mesas de dinero y había llegado el momento de transformarlas en activos dolarizados. Una acción que Anker había recomendado infinidad de veces. No hubo mayores reproches del ministro, salvo una cuestión comunicacional: el pedido de avisar al BCRA cuando se decida una operatoria de magnitud importante que pueda influir en el resto del mercado. El ejecutivo lo aceptó. Y a cambio hubo un pedido al ministro que también fue avalado: que las negociaciones por el cambio de condiciones de la deuda por los pases que se traslada desde el BCRA al Tesoro se convierta en una discusión cerrada entre las partes y no en un evento público con buenos y malos identificables. Y que solo cuando haya un acuerdo final, tanto en el tema pases como en los puts, haya un anuncio público con las cuatro cámaras que agrupan a las entidades financieras de capital local, extranjero, público y privado apoyando el “canje”. O el nombre que tenga. El ministro reconoció que ese debería haber sido el camino a seguir, y que, nuevamente, podrían haber existido errores de comunicación no forzados.
No es poco lo que se juegan las partes. Entre los pases del BCRA y los puts se suman más de US$ 30 mil millones, dinero que representa hoy la principal fuente de emisión monetaria, a partir del pago de intereses en pesos que deben liquidarse para que los bancos mantengan esas posiciones en moneda local. Lo que busca Economía es que esa gran masa de pesos cambie de perfil de vencimiento y calidad de pago, y que deje de amenazar al mercado cambiario y presionar para una mayor emisión de moneda local. Algún malintencionado habló de un Bonex. Nada que ver, siempre que sea voluntario. De ahí la necesidad de Caputo y Bausilli de mantener la negociación en los términos del profesionalismo y la seriedad.
Y, en lo posible, el secretismo. Así se intentó sostener, hasta que Milei llevó el tema el miércoles a la tribuna de la Bolsa de Comercio en los festejos del 170° aniversario de la entidad. El Presidente habló de golpismo y presiones devaluatorias. Luego completó y profundizó su faena acusatoria de inestabilidades provocadas por supuestos bancos kirchneristas el jueves por la tarde, al darle una entrevista a La Nación+. El viernes, los mercados volvieron a hablar. El dólar llegó a un nuevo récord de $ 1.500.
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