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Compostame toda, bb

. Foto: CEDOC PERFIL

“Compostan cuerpos humanos como alternativa a la cremación”, reza el anuncio. El ecologismo como argumento de venta de cualquier cosa ha llegado para quedarse. La culpa por morir, también. ¿Qué hacés feneciendo sin pensar en tu cuerpo como desecho que contaminará el aire o implicará la tala de árboles que se pudrirán con vos bajo la tierra? ¿Todavía no pensaste tan a futuro como para saber qué forma de eliminación de tu cuerpo elegirías?

“De los métodos de embalsamamiento del antiguo Egipto a la desintegración del cuerpo entre microbios”, podría llamarse el próximo ensayo de Byung-Chul Han. Ya dijo el filósofo surcoreano que el mundo se intangibiliza entre realidades virtuales, bytes e inteligencias artificiales. Pero esta cosa que es el cuerpo, como toda cosa, ¿tendrá semejante destino de época?

Es bueno hacernos cargo de la huella ecológica que imprimimos al mundo, es importante reducir, reciclar y reutilizar. No pretendo condenar la nueva idea o juzgar a quienes elijan que su cuerpo se composte entre astillas, alfalfa y lombrices “para acelerar su proceso de descomposición”. Sí preguntarme qué de ecologista y qué de excéntrico tiene esta invitación de las empresas Recompose Life y Return Home. ¿Cuánto ahorro de combustiones y madera implican las ancestrales instituciones de la cremación y el entierro? Suena extraño que importe tanto el gasto de recursos naturales que implica cremar un cuerpo y tan poco el de lanzar misiles al espacio, bombardear frentes de tormenta o refrigerar granjas en las que se minan criptomonedas. ¿No estaremos frente a la desintegración de uno más de los rituales de nuestra cultura?

Somos libres para decidir cada microacción de consumo a la que estamos sometidos, pero incapaces de cuestionar qué nos venden. La idea de compostarnos como a todo lo orgánico, resulta gráfica y eficiente. Pero también más narcisista que ecológica. El espacio que ocupan los cementerios crece a la velocidad de los nacimientos y esas extensas superficies terrestres serían más rentables en manos del mercado inmobiliario que alojando cuerpos que, a su tiempo, “en polvo se convertirán”. ¿No será velocidad lo que en realidad aportan estas empresas? Otra vez eso: la matriz ansiosa de una sociedad asfixiada.