Opinión

Diario de la peste 3: hay que tomárselo en serio

Miguel Roig inició un diario de la cuarentena desde la capital de España, país en el que se declaró la alarma y la policía patrulla las calles.

Madrid, desolada por la cuarentena por el coronavirus. Foto: AFP

Anoche, a las ocho en punto, como en cada jornada desde que comenzó la cuarentena en España, todos salieron a sus balcones para aplaudir al personal sanitario de la Seguridad Social española. Una hora después, a las nueve, también en punto, momento en el que el jefe del Estado, Felipe VI, daba su primer discurso desde que comenzó la pandemia, la gente volvió a las ventanas pero esta vez, en lugar de aplaudir, hizo sonar sus cacerolas contra la monarquía.

En los siete minutos que duró su alocución, el rey hablo de la crisis sanitaria y no entró en el sujeto del ruido popular: la trama de corrupción que envuelve a su padre, Juan Carlos I, y que se ha hecho pública en estos días. Como única medida, Felipe VI le ha quitado a su progenitor la asignación económica que le corresponde como rey emérito y ha renunciado a su herencia. Pero no alcanza. Incluso los monárquicos, para resguardar la corona, piden que el rey emérito viaje al exilio.

El crack financiero de 2008 trajo, tres años después, el movimiento 15-M que puso en tela de juicio las instituciones al recuperar las plazas como espacio político. La transición se comenzó a revisar, nació Podemos, después Ciudadanos y a ultima hora Vox, expresión de la ultraderecha. Fin del bipartidismo. Hoy gobierna una coalición de izquierda. Doce años después de la caída de Lehman Brothers, un nuevo acontecimiento, el coronavirus, improvisa en España con un cacerolazo otro epílogo para la transición: el ágora abre el debate sobre la monarquía.

Diario de la peste: el relato de un periodista sobre la cuarentena en Madrid

A esa misma hora, Angela Merkel en Berlín se dirigía a los alemanes. Así como el monarca español solo usa la cadena nacional –que no es obligatoria para los canales privados– en Navidad y en ocasiones excepcionales, como lo hizo Juan Carlos ante el golpe de Estado de 1981, la cancillería alemana también sigue la misma fórmula, con lo cual esta intervención de ayer fue seguida con total atención. Merkel dijo que, desde la reunificación alemana, el país no había vivido un momento como el actual pero no se detuvo en la caída del Muro, fue enseguida al recuerdo más dramático posible para sus compatriotas: «desde la II Guerra Mundial no ha habido un desafío para Alemania que dependa tanto de nuestra actuación común y solidaria. Es serio, tómenselo en serio».

Dos días atrás fue Emmanuel Macron el que dijo, en su discurso, que ellos también, los franceses, estaban en guerra. Hoy, Inditex, la empresa global propietaria de las tiendas de ropa Zara, ha puesto a disposición del Gobierno español su capacidad logística y de
gestión comercial para atender las necesidades de urgencia, tanto de material sanitario como textil. Esta misma semana enviará 300.000 mascarillas protectoras. Hay que destacar que la capacidad logística de Inditext es tal que le permite trasladar en 48 horas cualquier envío entre dos puntos del globo. Así las cosas, estamos ante una primera muestra práctica de una economía de guerra.

Para un argentino que haya superado los cincuenta años, en el transcurso de los cuales ha sobrevivido una dictadura, una guerra y, posiblemente, haya participado en las asambleas públicas al inicio del milenio en las que se pedía que «se vayan todos», puede ir haciéndose una idea del relato que se está escribiendo en el mundo en el momento que comienza en el país. Otra cosa es tomar conciencia.