fin a la guerra de nervios con beijing

China, Kirchner, Milei, y la crisis de los misiles

Beijing finalmente aceptó renovar US$ 5.000 millones del swap de monedas con el Banco Central. Fue el mismo día que el Senado sanciononó la ley Bases y tras un larga y paciente (del lado chino) negociación entre los dos gobiernos. La postergación de ese vencimiento vino con condiciones: el Gobierno reactivará las obras de las represas Kirchner-Cepernic financiadas por China y, Milei visitará Beijing el próximo 4 de julio, una fecha significativa: es el día de la independencia de Estados Unidos, faro internacional del Presidente. Un juego multilateral que se parece la crisis de los misiles de 1962, en plena Guerra Fría.

Foto: Pablo Temes

El mundo estuvo a segundos de una guerra mundial nuclear en octubre de 1962. Fue cuando los Estados Unidos, bajo el gobierno de John F.Kennedy, descubrieron que la Unión Soviética estaba instalando misiles nucleares de alcance medio en Cuba.  Si bien el líder soviético Nikita Jrushchov negó los hechos, finalmente los reconoció, y los relacionó con un supuesto intento norteamericano de invasión a la isla manejada por Fidel Casto. El mundo estuvo en vilo durante 13 interminables días, hasta que las partes aceptaron negociar. Pero, obviamente, nadie quería quedar como el perdedor. Justo a punto del nuclearmente peligroso fracaso, el enviado de Kennedy Robert McNamara encontró una la solución al nudo gordiano. Jrushchov aceptaría retirar los misiles, y, a cambio, los Estados Unidos reconocerían al régimen de los Castro y no intentaría ninguna aventura más como la fallida invasión de Bahía de los Cochinos, ni ningún tipo de intromisión interna. Los soviéticos firmaron. Pero querían algo más. No les interesaba el uno a uno. Fue ahí como McNamara encuentra la llave del candado. Estados Unidos también retiraría misiles Jupiter instalados en Turquía, pero lo haría 6 meses después; cuando las focos ya no estuvieran  en el conflicto. Como caballeros, las condiciones se cumplieron. Y la historia continuó, sin vencedores ni vencidos. Aunque en los números Estados Unidos haya cedido más que los soviéticos.

El evento histórico es uno de los favoritos para el análisis de las ciencias políticas, como objetivo de estudio sobre la toma de decisiones.

Con menos trascendencia, Argentina y China protagonizaron una negociación que se enmarca en la misma estructura política que esa crisis del 62. Sin misiles. Sin guerras. Pero con la misma ecuación.

El problema entre ambos bandos es el swap con el país oriental activado en junio del 2023 durante la gestión de Sergio Massa en el ministerio de Economía, por el que entre el 30 de junio y el 30 de julio debían pagarse cash unos U$S 5.000 millones. Dinero que Argentina, obviamente, no tiene (ni hubiera tenido); y cuyo pago habría llevado las reservas nuevamente al descenso. Diana Mondino visitó Beijing a fines de abril y comenzó las negociaciones; las que, hasta el viernes pasado, se mantenían en un nivel frío y pétreo. Sin embargo, casi sorpresivamente, el miércoles por la tarde, en el mismo tiempo en que el Senado discutía Bases II y el barrio de Congreso vivía una jornada medieval, desde China llegó la noticia más esperada por la Canciller. China aceptaba que el país prorrogue el pago de los vencimientos por el swap hasta julio del 2026. Un día después se conoció la condición oriental para el acuerdo: Javier Milei visitará Beijing el 4 de julio, día patrio en los Estados Unidos (el faro político e ideológico del libertario), para darle un apretón de mano amistoso al líder comunista chino Xi Jinping. Una ironía china que Washington sabe siempre aceptar. Comprenden en la Casa Blanca sobre el humor curioso del Partido Comunista Chino, y saben que países necesitados al máximo como la Argentina no pueden negarse a estos culebrones diplomáticos de los orientales. Nada personal.

El episodio es uno de los favoritos en la ciencia política para el análisis sobre la toma de decisiones

Todo terminaba entonces pragmáticamente en paz. Sin embargo, a las negociaciones le faltaban un twist final. El reclamo del retiro de los misiles turcos. En este caso, lo que más le interesa a China en la Argentina. La reactivación de la represa Kirchner- Cepernic en Santa Cruz, un proyecto de unos U$S 11.000 millones, que desde hace años lucha por avanzar.

La obra fue licitada en el tercer trimestre del 2014, durante la gestión de Axel Kicillof en Economía en los últimos años de Cristina Fernández de Kirchner, y los ganadores de la megaobra fueron la constructora china Gezouba, que había ganado en licitación en sociedad con la local cordobesa Electroingeniería. El acuerdo total fue por unos US$ 11.000 millones, en liquidaciones sucesivas dependientes del avance de las obras. Para que el dinero fluyera sin problemas, el mecanismo de giro de divisas sería a través del swap. Se eligió ese mecanismo, sabiendo tanto en Buenos Aires como en Bejinig, que, ya en esos años, en el Banco Central no había dólares. Las reservas rondaban los US$ 30.000 millones, y las posibilidades de la Argentina de recurrir a los mercados financieros internacionales a tasas razonables eran nulas. Para finales de 2015, se habían usado ya unos US$ 3.000 millones del acuerdo.

Vino entonces el cambio de gobierno, y la decisión de Mauricio Macri de revisar el contrato de Gezhouba para construir la represa aún llamada Cepernic- Kirchner. Cambiemos congeló la obra acusando sospechas de corrupción y de impacto ambiental negativo. Sin embargo, hacia julio de 2016, desde Beijing le recordaron a Buenos Aires que parte del dinero para la obra ya había sido gastado (y no precisamente para avanzar con la represa), con lo que de levantarse el proyecto, el dinero debía ser devuelto. Macri se reunió con Xi Jinping, se “renegociaron” por primera vez las condiciones del “swap” y la obra volvió a la vida con otro nombre. En adelante se llamaría Cóndor Cliff, la denominación original con la que se había proyectado en tiempos de gobiernos militares. Por la obra el swap se renovó por unos US$ 11.000 millones con una vigencia de tres años más, con lo que las reservan en yuanes llegaron a unos US$ 8.000 millones. Luego de la crisis de abril del 2018, que con el tiempo se extendería hasta el final de la gestión de Mauricio Macri en 2019, las obras volvieron a paralizarse y el dinero del swap destinado a la obra a utilizarse para política cambiaria; fundiendo ese dinero con los dólares del Fondo Monetario Internacional (FMI). Pacientes, desde China nadie protestó.

La ley Bases establece que se reactivará la obra pública con financiamiento internacional

Ya durante la gestión de Alberto Fernández, las obras quedaron pacientemente paralizadas culpando a la pandemia hasta comienzos del 2022, cuando desde China comenzaron las presiones. La primera decisión fue volver a llamar al proyecto como Kirchner- Cepernic. La segunda ponerle un ritmo de ejecución de 1000 millones de dólares mensuales. Algo se hizo en la ex Cóndor Cliff hasta mediados del 2023, cuando el dinero proveniente del swap volvió a utilizarse más para política cambiaria y combate a las corridas contra el dólares oficial, que para acelerar la represa. Llegó Javier Milei, y con él la paralización total de la obra pública, comenzando por el proyecto más “comunista” de todos. China, paciente, no hizo ningún reclamo oficial y público. En definitiva, una cultura paciente sabe esperar. Conociendo los vencimientos de junio, el gobierno de Xi Jinping dejó correr las declaraciones contra Beijing del libertario. Hasta que, tiempistas como nadie en el globo, llegó el momento de negociar. Finalmente Mondino firmó el acuerdo, el dinero que había que pagar fue perdonado hasta el 2026 y la obra se reactivará 60 días después de haberse reglamentado la nueva ley Bases II; siguiendo el nuevo articulado del proyecto que fue aprobado en el Senado el miércoles pasado, que indica que toda obra que cuente con financiamiento internacional debe ser inmediatamente reactivada. Es el caso de la Kirchner- Cepernic (habrá que ver si mantiene el nombre), cuyos dólares de ejecución llegarán desde Beijing.  

El anuncio de relanzamiento no será el 4 de julio. Formará parte de los anuncios grandilocuentes del nuevo Régimen de Incentivos para Grandes Inversiones (RIGI). Unos tres o cuatro meses después de la visita de Milei a China. Negociación similar a la de los misiles turcos.