CONDUCTAS

Bajo el gobierno de la amígdala

Neurorocientífico. Paul McLean describió al cerebro humano como integrado por tres planos. Foto: cedoc

En la década de los años 70 el neurocientífico estadounidense Paul McLean (1913-2007) describió al cerebro humano como integrado por tres planos que, a lo largo de la evolución, se fueron superponiendo uno a otro. El reptiliano, el límbico y el neocórtex. El primero es el más antiguo (se estima su aparición con los reptiles, hace unos 500 millones de años) y promueve las conductas simples, impulsivas y repetitivas. Lo ritual e instintivo, que no requiere esfuerzo ni elaboración. Respiración, digestión, actividad sexual y respuestas fisiológicas inmediatas a la ira, el miedo u otras emociones. Acciones para la supervivencia. Una segunda capa, conocida como arquicorteza, se conformó con la aparición de los mamíferos vertebrados, incluye al hipocampo y a la amígdala y es el centro regulador de la memoria, el aprendizaje y las emociones. Desde el centro del cerebro, en lo que se llama materia gris, el hipocampo integra sensaciones internas y externas y elabora así una base para las emociones, al tiempo que determina nuestra percepción del espacio y de las distancias. A su vez, la amígdala recoge la información proveniente de todo lo que nos rodea y a partir de ello confecciona y modula respuestas emocionales. Es esencial en el comportamiento social, en cómo percibimos a otras personas y cómo reaccionamos ante ellas.

Por último, se encuentra la capa más delgada y externa, la última en aparecer durante la evolución: el neocórtex. Tiene 2 milímetros de espesor y sus 30 mil millones de neuronas nos permiten recordar, aprender, desarrollar habilidades, evaluar, reflexionar, ejercer la introspección, motivarnos, inspirarnos, comparar, imaginar, decidir, elegir, comprender. Aunque mucho se discute sobre dónde habita la conciencia, es el neocórtex el que habilita esa y otras discusiones y acaso (no se sabe) sea la sede fisiológica de aquella. Mientras compartimos con todas las demás especies las dos primeras capas de lo que McLean denominó cerebro triuno, la tercera, el neocórtex, alcanzó en los humanos (aunque está en todos los primates) un desarrollo excepcional, al punto que comprende el 80% del cerebro y significa una diferencia cuántica respecto de las demás especies.

Cuando lo amigdalino se convierte en el modo habitual de gobernar el porvenir es sombrío

Cuando se habla de reacciones o conductas amigdalinas se quiere decir que el comportamiento así definido no está regulado por el neocórtex y por las posibilidades e instrumentos que este ofrece para la convivencia, el diálogo, el juicio, el razonamiento, la reorientación de ideas, la comprensión de argumentos, la capacidad de fundamentar con claridad, la captación de lo diverso, la integración de conceptos diferentes a los propios para enriquecer a estos o para crear nuevas estructuras de pensamiento. Por el contrario, en esas conductas, y al revés de lo que ocurre desde el punto de vista fisiológico y morfológico, la amígdala se superpone al neocórtex y pasa a comandar las reacciones, tanto físicas como verbales, a través de un desborde emocional. Es un retroceso en aquello que los humanos hemos ganado en el proceso evolutivo. Un desperdicio de capacidades humanas.

Si las consecuencias son graves cuando lo amigdalino se extiende a todos los planos de la vida y las relaciones humanas, como ocurre y se puede comprobar en la actualidad (en la calle, estadios, boliches, hogares familiares, tránsito, conductas en medios audiovisuales, etcétera) es mucho más riesgoso cuando se convierte en el modo preponderante de gobernar, de hacer política, de pronunciar discursos, o de usar las redes sociales, como también estamos viendo y comprobando cada día. Cuando lo amigdalino se convierte en el modo habitual de gobernar y vivir el porvenir es sombrío. Prisionera de la amígdala, la libertad pierde sentido.  

*Escritor y periodista.