Argentina ante un mundo en conflicto
El país debe reflexionar sobre cómo actuar ante algunas condiciones desfavorables y pensar en las consecuencias de potenciales guerras que hasta hace poco eran imprevisibles.
La política exterior argentina enfrenta varios desafíos en un contexto internacional conflictivo. Es por ello necesario actuar con una visión clara y con suma atención en varios campos, sin perder de vista ni los intereses nacionales ni los valores democráticos a los que suscribimos.
El ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger escribió que un hombre de Estado siempre puede escapar de sus dilemas realizando los más positivos supuestos sobre el futuro, pero que uno de sus desafíos es su habilidad de protegerse de las condiciones desfavorables, y hasta de las imprevisibles. Así, Argentina enfrenta condiciones desfavorables y desafíos en lo económico-comercial, en cuanto a la gobernanza global, y en lo climático. Por otro lado, dado el conflicto ruso-ucraniano, algunos potenciales eventos militares a nivel global solo podrían ser considerados imprevisibles si no se realiza el esfuerzo de analizarlos y prever sus consecuencias.
En el frente económico-comercial hemos observado que mientras en Alemania, producto de la guerra en Ucrania, algunas voces en ministerios y en federaciones industriales han vuelto a hablar del acuerdo Mercosur-UE como una oportunidad para asegurar materias primas, el presidente francés Macron, en el debate presidencial con su contrincante Marine Le Pen, dijo que nunca había apoyado este acuerdo. Obviamente esto debe ser sumamente decepcionante para aquellos funcionarios argentinos que tanto han trabajado para lograr este acuerdo. Y se suma a otros obstáculos a superar, como los reclamos adicionales europeos sobre temas ambientales –motorizados por París– y la pésima relación personal entre Macron y el presidente de Brasil, João Bolsonaro.
El estático estatus actual del acuerdo Mercosur-UE plantea el desafío de buscar caminos alternativos en lo comercial. Una oportunidad manifiesta es identificar adónde se pueden enviar mayores cantidades de trigo y maíz –impulsadas por los altos precios internacionales–, dado que Ucrania y Rusia representan el 20% de la producción mundial de estos cereales, y están teniendo problemas logísticos y de producción. Estos mercados a abastecer se encuentran en el norte de África, en Medio Oriente y en Asia. Por ello, más que hablar de rentas inesperadas, hay que aprovechar esta inesperada oportunidad para aumentar nuestras exportaciones, en un momento donde no se observan, lamentablemente, motores alternativos de crecimiento y desarrollo.
En cuanto a la gobernanza global, Argentina debe apoyar y buscar mejorar las instituciones y foros del sistema multilateral actual, mediante una positiva participación. Para una potencia media que procure implementar una política exterior de horizontes diversos –mantener relaciones positivas y simultáneas con las potencias establecidas, los nuevos centros de poder (China, India, Asean) y el exterior próximo– es crítico participar en las reuniones de trabajo y los procesos de decisión que afecten al sistema global, y por ende a Argentina. Por supuesto, una estrategia de horizontes diversos será más sencilla de implementar en lo económico, ya que en lo político habrá que maniobrar con sumo cuidado al tratar con autocracias, sin descartar la cooperación en temas geopolíticos de interés compartido. A su vez, la voluntad de tener relaciones con un régimen autoritario se reducirá drásticamente, ante una violación flagrante del orden mundial, como en el caso de la invasión de otro país. Pero no es en el interés de Argentina separar el mundo en dos: democráticos versus autoritarios, u Occidente versus el resto. Si esto fuera llevado al límite, podríamos encontrarnos con que el sistema multilateral actual podría llegar a ser reemplazado por dos sistemas semi-multilaterales, lo que no sería positivo para nuestros intereses.
Así, Argentina no debe a renunciar a participar o a ser protagonista en el sistema de las Naciones Unidas (ONU) –como lo hace actualmente en lo nuclear y en DD.HH.–, ni a actuar en forma proactiva y constructiva en los foros de gobernanza y convivencia global como el G20. En este sentido, sería positivo volver a ocupar una posición de miembro no permanente en el Consejo de Seguridad de la ONU, sitio que Argentina no ocupa desde el período 2013-2014. A su vez, sería conveniente que la posición de Argentina en cuanto a conflictos militares o políticos extracontinentales se exprese en los organismos globales adecuados. Paralelamente, los organismos regionales americanos deberían ser utilizados para avanzar y solucionar temas regionales. Por ello, los organismos regionales no deberían ser utilizados para apoyar o no las posiciones de potencias del hemisferio ante conflictos extracontinentales, como ocurre en la OEA, pasando por alto sus objetivos fundacionales, enfocados exclusivamente en la región. Pero tampoco deben ser utilizados para aumentar la influencia de potencias emergentes de naturaleza autoritaria en la región, como en la Celac.
Dar preferencia a la participación de Argentina en el actual sistema multilateral, en vez de en dos potenciales sistemas semimultilaterales, se hace muy necesario en el caso de los temas ambientales. El desafío de reducir las consecuencias negativas del cambio climático es el que más necesita de una sólida cooperación global, y un mundo dividido en dos no sería el mejor enfoque para tratar este reto. Por ello, Argentina debe participar en los foros regionales y globales multilaterales que abordan el tema climático, incluyendo las conferencias de las Naciones Unidas sobre el cambio climático, que este año se realiza en Egipto (COP 26). Otra iniciativa importante es la reunión trienal del C40, donde las principales ciudades del mundo –incluyendo las de China, India, Asean, y África–, trabajan en conjunto en lo climático, y que este año será presidida por Horacio Rodríguez Larreta en Buenos Aires.
En cuanto a potenciales eventos militares, luego del sorpresivo impacto de un conflicto ruso-ucraniano en el siglo XXI, Argentina debe reflexionar sobre qué debería hacer en caso de una potencial invasión china de Taiwán. Más allá de que esto sería una peligrosa escalada en el enfrentamiento EE.UU.-China, Argentina debe considerar seriamente cuáles son sus opciones ante este potencial hecho bélico. Este es un caso delicado desde el punto de vista legal a nivel internacional ya que solo una China es aceptada y reconocida por Naciones Unidas. Como primer paso en la transición de reconocer a la China comunista en vez de a la China nacionalista de Taiwán –bajo Chiang Kai-Shek–, la ONU reconoció a la China comunista, en 1971, como a la única China. Más tarde, y luego de las memorables visitas de Kissinger y Nixon a China en 1972, se llegó al sabiamente ambiguo comunicado de Shanghai. En él se expresarían dos interpretaciones diferentes de la política de “Una sola China”. Los chinos afirmaron que Taiwán era un asunto interno de China en el que ningún país extranjero tenía derecho a intervenir. Por su lado, EE.UU. expresaría que todos los chinos a ambos lados del estrecho de Taiwán afirmaban que existía una sola China y que Taiwán era parte de China. El paso final fue el reconocimiento de China comunista por parte de EE.UU. en 1979, y el fin de su reconocimiento de la China nacionalista en Taiwán. Por lo tanto, Taiwán no es reconocida por el sistema internacional. Una prueba de esto es que cuando Taiwán alertó a la Organización Mundial de la Salud (OMS) en forma muy temprana sobre el fenómeno del covid 19, la OMS no tomó en cuenta esta advertencia porque Taiwán no era miembro de la ONU. Por otra parte, la mencionada política de “Una sola China” (One-China policy) no debe ser confundida con la fórmula de “Una China, dos sistemas” propuesta por Deng Xiaoping a Gran Bretaña y Portugal ante las devoluciones de Hong Kong y Macao (1997 y 1999). Estos “dos sistemas” –el democrático en Hong-Kong y Macao, y el comunista en el resto de China– debían convivir por lo menos cincuenta años. En resumen, una sola China es reconocida legalmente, y dado que un ataque de China a Taiwán no sería ilegal internacionalmente, la Argentina debe meditar con profundidad sobre qué posición tomaría ante este potencial evento.
Ante este mundo en evidente conflicto, Argentina debe entonces reflexionar sobre cómo actuar ante algunas condiciones desfavorables y pensar en las consecuencias de potenciales conflictos militares que hasta hace poco eran imprevisibles.
*Especialista en Relaciones Internacionales. Autor del libro Buscando consensos al fin del mundo. Hacia una política exterior argentina con consensos (2015-2027).
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