inédito

Apogeo y caída

. Foto: Cedoc Perfil

Durante mis años de ligera irresponsabilidad juvenil y autoaprendizaje (chichoneos con el mundo universitario, merodeos por las  librerías de usados de la calle Corrientes en busca de la símil Maga, pero una Maga leída), conocí a un proyecto de escritor bastante interesante, al que llamaremos XYZ.

XYZ me llevaba una década, por lo que actuaba como sujeto que cargaba con cierta experiencia en las artes y en la vida y la empleaba como una especie de garantía curricular. XYZ hacía saber que sabía, y su sabiduría consistía en administrar los relatos de esa experiencia. Su narración era extensa y circunstanciada, se tomaba su tiempo en largas charlas de café, y luego de presentar con todo detalle la materia bruta de esa experiencia, se extendía en consideraciones que duplicaban o triplicaban el tiempo insumido en el relato en crudo, cada una de ellas más atendibles por la dedicación que mostraba a la presentación, que por las conclusiones en sí mismas. Digamos: XYZ era más devoto de sí mismo que de lo ocurrido, se consideraba excepcional, tan excepcional como lo que le ocurría, y daba por hecho que el resto del universo compartía su opinión. Error de juicio común al resto de la especie. La vida es sueño, desde luego, pero es un sueño propio, que nos atrapa mucho más que los sueños ajenos. Así, a la corta o a la larga, sus historias cansaban. Pero XYZ era lo bastante astuto para advertir el incremento del desinterés ajeno, y en ese momento cambiaba el registro y se lanzaba a contar sus proyectos literarios.

Cada nueva novela, es decir, el relato de cada una de las nuevas novelas que lo asaltaban, reabría la expectativa, porque –a diferencia de los mencionados sueños de cada soñante– presentaba la ilusión de un destino, una forma y una realización. XYZ contaba lo que veía, el plan, lo que iba a haber, establecía relaciones entre elementos, contaba detalles de su investigación, y adelantaba los méritos de cada texto por realizar en el entusiasmo que le despertaría el momento de la puesta en práctica. Cada mes, dos meses, tenía un proyecto nuevo. XYZ era un escritor potencial. No le gustaba escribir, sino imaginarse haciéndolo. El otro día me lo encontré, después de veinte años. Sigue siendo un autor inédito, dueño del futuro.