Defensor de los Lectores

Algunas líneas a manera de elogio de la resistencia

Lisístrata. La huelga de sexo de las mujeres liberianas trajo al siglo XXI la obra de Aristófanes. Foto: cedoc

Hay que aprender a resistir. Ni a 

irse ni a quedarse, a resistir. 

Aunque es seguro que habrá más 

penas y olvido. 

 

Juan Gelman.

 

Los periodistas que intentamos (a veces con éxito, a veces no tanto) ejercer la misión de transmitir a la gente común informaciones que el poder se propone mantener oculto, tenemos en la Argentina una larga historia de resistencia a gobiernos más o menos autoritarios, más o menos censores, más o menos dictatoriales en su esencia o en su praxis. Resistir fue, durante la dictadura, un grito ahogado de rebeldía. No incluyo en esto otras acciones de colegas o compañeros con arma en mano. Sólo la pluma, la máquina de escribir, la computadora.

Este texto que acabo de incluir pretende servir de disparador a algunas de las infinitas muestras de resistencia que registra la historia argentina y la del mundo. Por estos lares, la lucha por el voto femenino, por mejores condiciones laborales, por salarios dignos, por mayores libertades, por una educación inclusiva, gratuita, laica desde el parvulario hasta la universidad. En otras latitudes, acciones de resistencia que derivaron en nuevos y firmes derechos para millones de personas. 

Advertencia: no se agota en estos ejemplos, inspirados en informes de Amnistía Internacional. Que cada lector de PERFIL agregue los que crea convenientes.

“Indignante e irrespetuoso”, “delirio de lunáticos poco patriotas”, “locos anarquistas”, “no conseguirán su objetivo”. Así hablaba la prensa de Estados Unidos sobre las pretensiones de los trabajadores para que se cumpliera la normativa de trabajar un máximo de ocho horas. El 1° de mayo de 1886, se convocó una huelga en todo el país, que paralizó las fábricas de Chicago. Hubo muertos y heridos. El lema “ocho horas para el trabajo, ocho horas para el sueño y ocho horas para disfrutar” fue convirtiéndose en una realidad en cada vez más países.

En 1930 Mahatma Gandhi ya había realizado numerosas protestas y huelgas de hambre en la India, su país. Gandhi decidió concentrar toda su protesta en una de las muestras cotidianas del poder colonial británico, la prohibición de fabricar y vender sal. Una imposición que afectaba por igual a personas de cualquier clase social y religión. Tras caminar 300 kilómetros, Gandhi llegó al océano y recogió un poco de sal con las manos. El Imperio había sido desafiado. Él y 60 mil personas fueron arrestadas, sin ofrecer resistencia tal y como había propuesto nueve meses después, Gandhi fue liberado, la normativa sobre la sal retirada, y el Virrey de la India reconoció al líder hindú como interlocutor en las negociaciones sobre el estatuto de la India. En agosto de 1947, la joya del Imperio Británico dio lugar a los Estados independientes de India y Pakistán. 

La madrugada del 28 de junio de 1969, una redada policial en un pub neoyorkino llamado Stonewall, refugio de transexuales, homosexuales, trabajadores del sexo, sin techo, que reaccionaron ante la última redada de una policía que pronto se vio superada en número. Hoy en día, aunque la homosexualidad sigue estando prohibida en setenta países y las personas Lgbtiq+ corren el riesgo de ser discriminadas en cualquier parte, las manifestaciones del Orgullo convocan a millones de personas.

En 2003, después de cuatro años de guerra civil en Liberia, seis mujeres se unieron para poner fin a un conflicto que se llevaba la vida de sus hijos, sus parejas y que las ponía a ellas en riesgo de hambre y  violencia sexual. Entre las primeras acciones de este grupo de mujeres cristianas y musulmanas fue redactar un manifiesto por la paz y anunciar una “huelga de sexo” hasta que se firmara. La misma estrategia que 2.400 años antes Aristófanes planteó como un alegato por la paz en su obra Lisístrata. Ganaron.