Algunas digresiones
Lo primero que le llama la atención es tener en sus manos la 112ª edición de “El diablo en el cuerpo”.
Hace un tiempo, cierto amigo español me preguntó, a mitad de camino entre el reproche y el tono socarrón, por qué escribía en esta columna tan a menudo sobre autores argentinos. Como reacción, dediqué las columnas siguientes a Juan Benet y a Gabriel Ferrater: la idea misma de que alguien insinúe –aunque sea a media voz– alguna clase de cercanía de mi parte con el nacionalismo me incomoda y me produce un rechazo visceral. La nacionalidad es una fatalidad. No lo son en cambio las condiciones sociales de dominación de las clases dominantes locales ni el imperialismo cultural y económico al que se ven sometidos países como Argentina. Pero volvamos a la literatura (¿acaso no estaba hablando también de literatura?). Recuerdo ahora, a riesgo de encarar otra digresión, un artículo de Mariátegui sobre Raymond Radiguet, escrito apenas después de la muerte del escritor francés. Lo primero que le llama la atención es tener en sus manos la 112ª edición de El diablo en el cuerpo. Frente a lo que Mariátegui afirma: “Si Radiguet viviese todavía, sus novelas no hubieran llegado a la 112ª edición”. Y luego agrega: “Puede hasta formularse dos hipótesis sobre su muerte: primera, que Radiguet, consciente de haber escrito su obra maestra y deseoso de valorizarla, haya muerto voluntariamente (de la vanidad de los literatos, cabe esperarlo todo). Segunda, que Radiguet haya sido sigilosamente asesinado por su editor (de la reclame moderna hay que temerlo también todo)”. A riesgo de una nueva digresión, recuerdo algo que escribió Bergson: “Si existe una oscilación alrededor de una posición media, una suerte de movimiento pendular, el péndulo, en lo que atañe a la sociedad, está dotado de memoria y el fenómeno ya no es el mismo a la vuelta que a la ida”. Y esto, pese a mi querido amigo español, nos lleva, ahora sí, a un escritor argentino, a los textos de Héctor Libertella. Textos que pasan de la ruptura a la resistencia, pero conteniendo, cada uno de esos polos, la memoria de su antagonista, de su contrario. La ideología literaria en Libertella es un doble vínculo, la ausencia de síntesis, la fricción entre hermetismo y comunicación, entre autonomía y mercado. Esto no debe entenderse como una forma de convivencia (incluso en tensión) entre esos dos extremos, sino al contrario, como la imposibilidad de esa convivencia dentro del texto, la imposibilidad de esa simultaneidad, de esa doble existencia. Ninguna de las metáforas con las que nos tiene acostumbrados la sociología funciona en Libertella: estos dos polos no se articulan, no se estructuran, no se posicionan; no se aloja allí ninguna dialéctica. La escritura de Libertella lleva al extremo esa doble imposibilidad, la imposibilidad de la memoria y la de la vanguardia. La suya es la escritura de esa imposibilidad. La ideología literaria en Libertella implica la posibilidad del relato de avanzar y, al mismo tiempo, en un único movimiento, de discutir sobre las condiciones de posibilidad de ese avance. Libertella siempre toma en cuenta la estrategia potencial, la próxima jugada, la respuesta del rival. Sospecha de ese nuevo movimiento, de sus efectos, del paso siguiente. Quiero decir: en el instante en que Libertella señala lo nuevo, en el momento mismo en que designa la novedad, se prepara también para desafiar el carácter instituyente de ese gesto.