sentido

Algo sobre Derrida

Jacques Derrida Foto: CEDOC

La deconstrucción desarticula y desmonta, pero no es ajena a lo deconstruido ni se limita a su mera supresión (no lo desprecia, incluso lo aprecia, y en ese punto hasta se tocan el hacer y el deshacer). La deconstrucción es una desfundamentación, no el relevo de un fundamento por otro. Es el modo en que, por caso, Derrida va a leer a Saussure. La deconstrucción no responde a una pedagogía, no se ajusta a protocolos, no garantiza un punto de llegada (por lo mismo por lo que se esmera en disolver toda pretensión de origen).

Si se piensa en hacer de alguien algo distinto de lo que en principio es, el paradigma en realidad sería otro: más bien el de la conversión. La conversión en su sentido más específico, el religioso, el de la evangelización de las almas perdidas, o bien en su variante profana, más de índole sarmientina, de civilizar en lo posible a los bárbaros, educarlos, adecentarlos. Ahí sí caben las certezas, que son a la vez premisas y fines, puntos de partida y puntos de llegada; ahí sí caben los aleccionamientos, los saberes impartidos, la persuasión o la conminación, las sanciones al renuente; las variantes más bruscas, las de la letra que con sangre entra, o las menos bruscas, las del que al dar el saber da un alma. Entre la salvación de las almas de los descarriados y el dar un alma a los que no la tienen, esto es, a los desalmados, se juegan las gestas de la conversión (en la deconstrucción, en cambio, no hay gestas, su modulación es completamente otra).

¿Sirve para algo establecer esta distinción conceptual entre la deconstrucción y la conversión?

De la fe de los conversos ya se sabe: a menudo la sobreactúan, en una urgencia de compensación que no siempre ni necesariamente responde a la hipocresía. También se sabe, porque hay abundante literatura al respecto, de las ráfagas de barbarie en retorno que irrumpen a veces en el talante del civilizado, o del hallazgo de ocultos altares dedicados a diosecitos paganos, o a un dios hecho y derecho pero prohibido y desalentado, en quienes se habían pese a todo encaminado en la ancha senda del bien.

¿Sirve para algo establecer esta distinción conceptual entre la deconstrucción y la conversión? Presiento que sí. Por lo pronto, sin ir más lejos, para ahorrarse algunos disgustos, evitarse decepciones.