Pandemia

Coronavirus: el "aislamiento político" de Jair Bolsonaro

El presidente brasileño se quedó solo en el mundo minimizando el riesgo del Covid-19, y poco a poco lo abandonan todos sus aliados políticos de peso.

Se quedó solo negando el riesgo de la pandemia y la oposición se fortalece. Foto: AP

A contramano de otros líderes de ultra-derecha en el mundo, Jair Bolsonaro insiste con una estrategia de inmolación política. La crisis generada por la pandemia de coronovirus profundizó el desgaste del Presidente brasileño, que se opuso a la implementación de una política de aislamiento social recomendada por la OMS y por la comunidad científica mundial. Y al desdeñar las consecuencias sociales de la pandemia, y a ir y venir con sus dichos y acusaciones contra quienes lo critican, perdió la capacidad de liderazgo político para llevar a cabo un giro más restrictivo en términos democráticos.

En variadas ocasiones, antes y después de ser electo, Bolsonaro defendió la dictadura militar y se aventuró en amenazas expresas contra la prensa y contra el Congreso y el Poder Judicial, lo que encendió las alertas de los sectores democráticos de la ciudadanía, en todo el espectro ideológico. Sin embargo, sus críticas constantes al Legislativo, que le costaron frecuentes trabas para la aprobación de sus proyectos, venían siendo “perdonadas” en favor del avance de una agenda económica reformista. Con un presidente capaz de ofrecer reformas económicas y con el fuerte apoyo de los militares, las posibilidades de una radicalización autoritaria eran más cercanas.

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Sin embargo, la pandemia, al desestabilizar aún más el tablero económico brasileño, llevó a Bolsonaro (y a su entorno familiar) a abandonar cualquier tipo de racionalidad política. Si en un primer momento siguió los pasos de Donald Trump y Boris Johnson, negando la seriedad del problema de salud global, ahora se quedó solo. Mientras el mundo pide cautela y se suma al aislamiento social, el ex capitán insiste en llamar a la epidemia del coronavirus “gripecita” o “refriado leve” y en destacar la importancia de mantener la actividad económica y a la gente en las calles. Como él mismo dice, el presidente creyó que, como enviado de Dios, podía todo. No pudo todo, pero sí logró algo insólito: despertó la ira de la mayoría de los gobernadores y alcaldes al entrometerse en sus decisiones de acatar las recomendaciones de la OMS.

La agenda económica era el pie más estable y fuerte de su gobierno. Al debilitarse, inevitablemente lo perjudica, principalmente, en términos de apoyos políticos. Es por eso que sigue defendiendo, con manotazos de ahogado, su posición e insiste en la teoría del complot mediático contra su gobierno. En este nuevo escenario, en el que la oposición que era leve se endurece, la entrada de los gobernadores y alcaldes a las filas opositoras es un mal presagio en lo que se refiere a su legitimidad como líder del Ejecutivo nacional.

En este sentido, en este momento las ínfulas autoritarias de Jair Bolsonaro, tienen, felizmente, menos posibilidades de hacerse realidad.

*Politóloga (EPyG, Unsam).