Referentes multiplicadores

Acerca de la imbecilidad

Aaron James. Doctor en filosofía que escribió Assholes: a Theory of Donald Trump, publicado en 2016. Foto: cedoc

De acuerdo con Aaron James, doctor en Filosofía por la Universidad de Harvard y profesor en la Universidad de California, un imbécil se define por tres características: 1) se arroga en sus relaciones privadas y públicas toda clase de prerrogativas sobre los demás; 2) está convencido de que tiene derecho a todo, aunque carezca de razón; 3) se siente inmune a las quejas de los otros. James, referente estudioso del contrato social, tema sobre el que escribió libros y documentos, hace esta descripción en Ensayo sobre la imbecilidad (título en castellano de Assholes: a Theory of Donald Trump), libro publicado en 2016, cuando el actual presidente estadounidense asumía su primer mandato. Tras un análisis implacable de la personalidad y la conducta de Trump, el filósofo se interna en el estudio de la imbecilidad, puntualiza que esta tara se encuentra extendida en el mundo y, si bien el presidente la representa a la perfección, abarca, en términos generales, a dos tipos de individuos. Los imbéciles comunes (los que saltan su turno en las filas, los que conducen por la banquina, los que estacionan en lugares prohibidos, los que insultan al mozo porque el café no está a su gusto, y tantos más), y los que tienen poder. El máximo grado de poder al que un imbécil puede aspirar, señala Aaron James, es la presidencia.

La degradación de la democracia, advierte el autor, lleva a que la política se reduzca a una lucha entre imbéciles, algunos más encumbrados que otros. Esto genera cada vez más grietas, las que se profundizan momento a momento como resultado de que el imbécil nunca pide perdón, porque no cree haber ofendido ni lastimado a alguien con sus palabras y conductas. El libro de Aaron James tuvo tal repercusión que de inmediato se consideró que el filósofo había creado una nueva disciplina: la imbecilogía. Es decir que si bien Trump fue el disparador hay todo un fenómeno, del cual él es representativo, que merece ser analizado porque está muy acentuado en la sociedad contemporánea. Desde aquella aparición disruptiva del mandatario teñido de rubio hasta hoy se multiplicaron los gobernantes que, con variaciones, replican su modelo mental, actitudinal e ideológico y que lo toman como referente. Al actuar como lo hacen, dice James, convierten la política y la gobernanza en un circo, degradando al máximo el sistema democrático. Por otra parte, advierte contra la tentación de compararlos rápidamente con Hitler o Mussolini porque, en general, carecen de una ideología sólida (característica de estos tiempos banales), aunque se parezcan a ellos por sus personalidades avasallantes y sus inclinaciones autoritarias. Y añade James una cuestión decisiva. Un imbécil en el poder, subraya, “no habría tenido éxito en los tiempos en que los medios transmitían un mensaje distinto y el público se centraba en anhelos espirituales más intensos o reclamaba una política más enjundiosa”. Tiempos en que lo virtual no se confundía con lo real ni lo remplazaba. Cuando no se había perdido la capacidad de discernir entre la mentira y la verdad.

Así es como un imbécil capaz de brindar espectáculo desde la política y desde las redes, indica el autor de Ensayo sobre la imbecilidad, termina por agradar al público, que le perdona todo y le da piedra libre considerándolo como una “fuerza del bien” sin importar su conducta ética. El peligro reside, insiste James, en que entonces la memoria colectiva se cierra, la moral cae en un pozo, y todo se permite y se olvida con tal de “derrotar a esos cabrones, de dar una lección al otro, de hacer que muerdan el polvo”. Lo que en su momento era un libro original resulta una década más tarde una asombrosa intuición de lo que vendría.

*Escritor y periodista.