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A capella

. Foto: CEDOC PERFIL

Veo más claro el asunto del ave: escapó de su prisión y puede al fin volar. En efecto, es libre. No me resulta tan evidente, en cambio, la condición del sol cuando amanece; ni me resulta tan evidente la condición del mar. Cuando amanece, el sol se asoma. Lo hace al despuntar cada día, lo hace en cada amanecer, y sobre todo: no podría dejar de hacerlo. Más allá de lo que aleguen algunos, es la tierra esférica la que gira y le impone esa rutina de la que no podría salirse ni aun queriendo.

Y en cuanto al mar, otro tanto: ese ir y venir continuo, su plegarse y desplegarse incesante, ¿lo elige, acaso, lo decide, lo prefiere? ¿Podría acaso desistir, podría acaso renunciar, interrumpirse, quedarse quieto? Quien se haya quedado mirando el mar alguna vez, así sea por un rato, habrá advertido que no. Que lo que el mar ofrece es en todo caso el vasto espectáculo de su condena, de la que nunca habrá de escapar, para la cual no hay alternativa. Su existencia a cielo abierto no altera lo sustancial: el mar es un prisionero de sí mismo.

Volviendo al ave, por otra parte, que ahora es libre, lo es “al fin”, pero no lo era en principio. Antes de serlo vivió enjaulada, para serlo antes tuvo que escaparse. De manera que esa condición, la de ser libre, no vino dada, no estaba ahí; es algo que se consigue, es un derecho que hay que ganarse, algo por lo cual hay que luchar. Así que la palabra más atinada para esa ave libre que puede al fin volar, en razón precisamente de que escapó de su prisión, no es tanto libertad como liberación.

Lo que lleva a pensar, por qué no, en otra canción de esos mismos años, que terminaba precisamente proclamando a repetición: “¡Liberación! ¡Liberación!”. Y que en el estribillo una y otra vez insistía: “Para el pueblo lo que es del pueblo/ porque el pueblo se lo ganó”. Y que empezaba significativamente diciendo: “Libertad era un asunto/ mal manejado por tres”. O lleva a pensar también en otra canción, algo posterior, que decía en un momento dado: “Vas herido como un pájaro en el mar”. Porque un pájaro que vuela libre, si está herido, si no tiene un punto de apoyo, si no tiene dónde posarse, no está libre: está atrapado. En el mar, sí: en el mar.