A 30 años de la Conferencia de Beijing, Argentina ausente
En 1995 en Beijing, China se realizó la Cuarta Conferencia Internacional de la Mujer, un hecho memorable para las mujeres y niñas de todo el mundo. El país bajo el gobierno del presidente Menem se alineaba con el Vaticano, por eso su posición era contraria a reconocer algunos derechos humanos, especialmente de las mujeres y de la población Lgbtqi+. Era tal la alineación que llegó a oponerse junto a la Santa Sede al uso del preservativo, mientras los países africanos suplicaban que para ellos resultaba un tema vital, por las altas tasas de infección con el VIH. A esto se sumaba el rechazo a hablar de familias, solo aceptaba la familia según el modelo de mujer, hombre e hijos. Cuando ya existían miles de familias monoparentales, en su gran mayoría, con mujeres como jefas. También grupos familiares, constituidos por personas amigas y no familiares, por vínculos filiales. En esos años la referencia no estaba tan asociada a las familias de parejas del mismo sexo. Tampoco aceptaba ninguna referencia a la interrupción del embarazo, ni siquiera en los casos permitidos como cuando el embarazo es producto de una violación o había peligro de vida para la madre. Si bien la Conferencia pudo avanzar y adoptar una Declaración donde se especificaban todos los derechos de mujeres y niñas, incluso con el capítulo destinado a la niña, en el que se planteaba la necesidad de eliminar dos prácticas nocivas: la mutilación genital femenina y el matrimonio infantil forzado. En estos treinta años en el mundo y en el país ocurrieron muchos cambios y se lograron avances muy importantes. Argentina avanzó no solo en la legislación, donde es campeona, sino también en aspectos sociales, económicos, políticos, científicos, tecnológicos y culturales que mejoraron la vida de muchas mujeres y niñas. Lamentablemente, como en el resto del mundo, no podemos decir que se consiguió plenamente la igualdad de género, ni que los derechos están garantizados a todas las mujeres y niñas. Pero el avance es innegable, producto de la lucha durante muchos años de todas las feministas, porque en estos años el movimiento se diversificó y todas juntas fuimos peleando y consiguiendo avances, en los distintos gobiernos. El 10 de diciembre del 2023 cuando asume Milei la presidencia comienza la destrucción de mucho de lo ganado. Empezó acabando el Ministerio de Mujeres, Géneros y Diversidades. Siguió desmantelando el Salón de las Mujeres y los distintos programas. Cerró el Instituto Nacional contra la Discriminación; desmanteló la línea de ayuda telefónica gratuita para la Violencia de Género, que ahora la atienden las provincias, con las variaciones en su disponibilidad horaria y de personal; acabó el programa de ayuda económica a las mujeres que viven violencia; niega el derecho a la diversidad, porque consideran la homosexualidad una enfermedad, que por ende, debe ser tratada. La falta de insumos del Programa de Salud Sexual y Reproductiva, de los insumos antirretrovirales para el tratamiento de las personas que viven con el VIH y de las drogas oncológicas son graves pérdidas que se traducen en enfermedad y muerte. Desmanteló el Plan ENIA de prevención del embarazo no intencional en la adolescencia, iniciado en el gobierno de Macri, continuó con Fernández y logró en cinco años disminuir a la mitad estos embarazos. Frente a esto las feministas y muchos más denunciamos y exigimos que se cumplan los compromisos asumidos internacionalmente y con toda la sociedad, porque los derechos de mujeres y niñas afectan a toda la sociedad e impiden el desarrollo sustentable.
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