Tras pasar 23 años en el "corredor de la muerte", un argentino sería ejecutado en Texas
La Justicia de los Estados Unidos rechazó revisar el caso de Víctor Saldaño, el cordobés que en 1996 fue condenado a la inyección letal por el asesinato de un comerciante.
La Justicia de los Estados Unidos rechazó revisar el caso de Víctor Saldaño, un argentino que fue condenado a muerte en ese país por el crimen de un comerciante en 1995, lo que significa que finalmente será ejecutado en el estado de Texas. El cordobés se encuentra hace 23 años tras las rejas en el denominado “corredor de la muerte” y finalmente cumplirá su condena a muerte tras una intensa batalla legal librada por su familia.
Saldaño, ahora de 47 años, fue condenado a muerte en 1996, acusado de raptar y matar a un ciudadano estadounidense en complicidad con un mexicano. La Corte Suprema de Justicia de Estados Unidos declaró nula esa primera sentencia por motivos de discriminación racial, y posteriormente un tribunal de Texas compuesto por un jurado popular volvió a condenarlo. Desde 1998, su madre y sus abogado, Juan Carlos Vega, acompañado por el abogado representante del Estado argentino, Jonathan Miller, se encuentran batallando para que se conmute la pena.
En 2017, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos (CIDH) le dio la razón a los numerosos pedidos de los abogados de Saldaño, y "recomendó" a la justicia estadounidense conmutar la pena, sacarlo del corredor de la muerte y proveerle debida atención de salud mental. En el documento presentado a la CIDG, su abogado calificó al tratamiento penitenciario que Texas le dio a Saldaño como “cruel e infame” y enumeró todas las violaciones a la Declaración Americana de los Derechos Humanos.
Según la información dada por los abogados, Saldaño podría recibir la inyección letal este mes de noviembre. "Lo normal sería darnos tiempo para pedir la clemencia. Es probable que haya otras ejecuciones que se van a realizar primero antes de que pongan una fecha para Víctor", explicó Miller al diario La Nación. "El estado de Texas puede no avisarnos nada y mañana despertarnos con la noticia de que Saldaño fue ejecutado", lamentó su madre.
La sala ejecuciones está junto al "corredor de la muerte" en el que los presos pasan sus últimas horas de vida. En su interior hay una cama cubierta con una sábana blanca, cuenta con 7 cinturones de cuero de 10 centímetros de ancho para sujetar al preso, y una almohada. En el techo, justo a la altura del rostro del sentenciado, se encuentra un micrófono negro, que permite escuchar a los testigos las últimas respiraciones del reo.
La inyección letal que se usa en Texas está compuesta por tiopental sódico, bromuro de pancuronio y cloruro de potasio. El primero es un sedante de acción rápida que hace perder el conocimiento al reo, el segundo paraliza el diafragma impidiendo la respiración y el tercero provoca el paro cardíaco, en un proceso que dura alrededor de 15 minutos.
Los administradores de la dosis, personal penitenciario, y un médico encargado de declarar la muerte del condenado, son los únicos que participan de la ejecución. En una sala contigua, hay un teléfono en caso de que un recurso de apelación haya sido aceptado o el gobernador llame para otorgar el indulto o la extensión de la fecha de ejecución a último momento.
La vida en el “corredor de la muerte”
Por entonces, el abogado había relatado que desde hacía cuatro años no podía visitar a su defendido, ya que las reglas de admisión al “corredor de la muerte” son “sumamente estrictas y requieren un trámite previo ante el cónsul argentino”. Lidia Guerrero, la madre del condenado, viaja a Texas una vez por año a visitarlo acompañada de Sandra, hermana de Víctor. El homicida pasó los últimos años de su vida en una celda de 3 por 2,8 metros con poca luz y con una muy restringida. La comida le es proporcionada en bandejas a través de un buzón en la puerta de la celda.
“El corredor de la muerte es un sitio de tortura, en los términos de la Convención contra la Tortura y Otros Tratos o Penas Crueles, Inhumanos y Degradantes de la ONU. Así lo dicen los precedentes jurisprudenciales a nivel internacional”, dijo el abogado en 2017.
“Con su aparato psicológico destrozado, el 90% de su vida se basa en el sueño. Cuando está despierto, permanece inquieto y sólo dice incoherencias. Los carceleros de Texas se encargan de mantenerlo anestesiado todo el día. Duerme 21 o 22 horas, porque si toma conciencia de dónde está y cuánto tiempo lleva, se querrá suicidar, algo que ya ha intentado en numerosas oportunidades”.
El caso que lo llevó a la pena de muerte
El 25 de noviembre de 1995, Saldaño y el mexicano Jorge Chávez atacaron al comerciante estadounidense Paul Ray King en el estacionamiento del supermercado en el norte de Dallas. Lo secuestraron en el propio automóvil de la víctima, lo condujeron a las afueras de la ciudad y allí lo asesinaron a tiros, al parecer cuando quiso escaparse. Le robaron el reloj y 50 dólares. En julio de 1996 se celebró el primer juicio, donde la Justicia del Estado de Texas lo condenó a morir mediante una inyección letal.
El mexicano cómplice, quien tuvo la suerte de confesar antes que el cordobés, recibió cadena perpetua. El fallo fue apelado por los abogados de Saldaño, quienes objetaron que la sentencia estuvo rodeada de conceptos racistas. La Corte Suprema de Estados Unidos les dio la razón y Texas tuvo que realizar otro juicio. Con un mensaje a los "ciudadanos de segunda", Francisco celebró una misa histórica en el Madison En 1999, la Corte Suprema de Justicia de Texas ratificó la condena. Se reiteró la apelación, pero la Corte ratificó la pena de muerte en 2002 y 2004.
En 2005, el estado de Texas volvió a condenar a muerte a Saldaño, aunque en ese momento las facultades mentales del argentino no le permitieron comprender lo que pasaba. Es por eso que la defensa volvió a apelar el fallo y en estos momentos se encuentra en estudio. Hasta ahora, la intención de la defensa del cordobés no fue que Saldaño fuera exonerado del delito cometido, sino que dados los vicios jurídicos y procesales observados a lo largo del tiempo, se le permita recluirlo en una cárcel común. En 2015 se volvió a pedir que lo ejecuten, pero miembros del consulado argentino en Houston lograron hacerlo desistir.
D.S.
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